— Subaru ya había estado antes en este salón, pero no lucía como lo recordaba.
Una serie de candeleros fueron alineados a cada lado de la alfombra roja. El parpadeo de sus llamas carmesí sumergía a la habitación en un tono de seriedad y formalidad todavía mayor, haciendo que todos los presentes corrigieran su postura.
Casi todos los miembros importantes de la mansión se encontraban reunidos junto a uno de los muros. Es decir, todos los personajes principales de esta historia, incluyendo también a algunos miembros de la familia Miload.
Traer únicamente a las personas importantes para Subaru implicaría monopolizar la reunión sólo para este grupo.
Incluso él entendía que era necesario que muchas otras personas presenciaran este evento.
Pero, siendo así, ¿de verdad era necesario que todas las dobles de Lewes estuvieran presentes?
Lewes asintió, haciéndole saber que no tenía nada de qué preocuparse, pero sin duda alguna, eso no se iría de su mente.
Aunque sabía que esas chicas eran inofensivas a menos que se les dieran órdenes, la incertidumbre de no saber lo que podrían hacer le incomodaba.
Probablemente los demás presentes sentían esa misma ansiedad, pero por Subaru.
Había muchas cosas dignas de burla respecto a las personas presentes en este lugar.
Todas las figuras importantes se encontraban vestidas de forma elegante y fina, tan solo ese hecho era ya divertido.
Omitiendo a Roswaal y Annerose, quienes ya estaban acostumbrados a vestir así, Otto y Garfiel se veían aún más extraños que Subaru en sus atuendos. Sin tomar en cuenta la cara de incomodidad de Garfiel, que ya estaba fastidiado debido al apretado cuello de la camisa, Otto ni siquiera se había dado cuenta de cuán tremendamente ridículo se veía. Era de risa.
La servidumbre incluía a Frederica y Clind, quienes vestían siempre atuendos formales. Aunque Subaru tenía algunas dudas respecto a Ram, quien se encontraba con ellos en su atuendo de sirvienta estándar como si eso fuera lo más razonable. Pero Subaru perdió el aliento en el instante en que vio a la persona que se encontraba con ella.
Una chica de cabello azul, sentada en una silla.
Naturalmente, sus ojos seguían cerrados. Aún no había despertado. Subaru pensó en cuán considerada fue Ram por traerla a la ceremonia. Aunque le irritó un poco la cara burlona con la que lo miraba, dejando claro que fue ella quien propuso esto.
Subaru siguió recorriendo el salón con la vista, encontrándose a Petra vestida con finura, mirándolo con orgullo.
Su vestido amplificaba su esplendor, y resplandecía con un brillo que podía rivalizar con Beatrice y Annerose. Era sólo una chica de pueblo, así que esta escena era algo inexplicable.
Beatrice vestía el mismo atuendo de siempre, pero su expresión mientras miraba a Subaru era muy gentil. Sus mejillas ruborizadas le recordaron su conversación con ella en el vestidor, lo cual comenzó a hacer que Subaru también se sintiera un poco avergonzado.
Y de pie frente a él—
…
—Se encontraba una chica de cabello plateado, expectante.
En su atuendo ceremonial, Emilia deslumbró a Subaru con un brillo totalmente diferente.
Su sedoso cabello plateado relucía como la luz de la luna, y sus ojos amatistas resplandecían como piedras preciosas. Su hermoso rostro era embriagador mientras apretaba sus labios, visiblemente tensa debido a esta importantísima ceremonia.
El atuendo amplificaba la pureza que Subaru normalmente percibía de Emilia, fácilmente comparable con la santidad del atuendo de una sacerdotisa, con sublimes bordes dorados que demostraban con nobleza la solemnidad y seriedad de este ritual.
En el instante en que Subaru la vio, todo lo que había en su mente guardó silencio.
Los últimos vestigios de sus hirvientes emociones se dispersaron, y todo lo que no fuera Emilia desapareció de los confines de su mente.
De ninguna manera se tomaría a la ligera esta ceremonia, ni tampoco se tomaría a la ligera a las personas que vinieron a atestiguarla.
¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿A quién debía mirar? ¿En qué lugar debía disponer su corazón?
Nadie tenía que decírselo. Pues todo estaba claro.
…
Sin que nadie se lo ordenara; dio un paso al frente.
Sus pasos no emitían sonido alguno sobre la elegante alfombra. Se olvidó del peso de la espada de caballero que se encontraba en su cintura, completamente concentrado, su corazón ardiendo, pero al mismo tiempo como un mar en calma, mientras se acercaba a Emilia.
Incluso dentro de una tormenta de incesantes miradas, su corazón permanecía completamente inamovible.
En este instante, lo único que podía agitar el corazón de Subaru, era Emilia.
Se encontraba frente a ella, lo suficiente como para tocarla.
Ella estaba en un podio ligeramente más alto, sus hermosas mejillas totalmente rígidas. Ante ella, Subaru se arrodilló.
Con una rodilla en el suelo, bajó su cabeza.
Todo movimiento ceremonial nombrado por Garfiel, todos y cada uno fueron llevados a cabo por su cuerpo. Sus ojos permanecían cerrados mientras la intensa mirada de Emilia se encontraba sobre él.
Casi podría olvidarse de respirar en este ambiente. Un agradable estrés rozaba su piel, mientras levantaba la mirada y tomaba la espada de su cintura.
Levantó la pesada espada con gracia, colocándola en posición horizontal frente a él.
La luz de las velas se reflejaba sobre el acero de la hoja, iluminando los ojos de Subaru y Emilia por igual.
…
La belleza de la desenvainada espada ardía en los ojos de Subaru mientras la ponía ante Emilia.
Ella miró la espada que se le presentó. Sus labios temblaban con alguna clase de sentimiento.
Pero al instante retomó el control de sus palabras antes de recitarlas, y se mantuvo firme sobre sus emociones.
Sus pulcros dedos tomaron la espada. Lentamente, la levantó hasta que el extremo afilado apuntase al techo.
Emilia lucía hermosa mientras sostenía la espada en alto. Subaru reprimió su deseo de atestiguar la escena, mantuvo su cabeza abajo, y cerró los ojos.
Ante Emilia fue presentada la espada, el orgullo del caballero, así mismo, su cuerpo y su cuello, todo esto representaba al caballero.
…
Un Caballero dedica su vida a su Maestro.
La postura de Subaru ilustraba eso, haciendo que los labios y ojos de Emilia temblaran. Pero su vacilación sólo duró un momento. Sus firmes labios y concentrada mirada no albergaban ni la más mínima indecisión.
La punta de la espada descendió sobre el hombro izquierdo de Subaru.
Colocó la parte plana de hoja sobre su hombro, y el peso casi lo hizo gritar. Pero la presión que sintió sobre él no era algo físico, era mental.
Tal vez éste era el sentimiento que todo caballero debía poseer, aquello que llaman "orgullo".
Y fue en ese instante que, por primera vez, Natsuki Subaru lo entendió.
La punta de la espada se desplazó hacia su hombro derecho.
Sintió exactamente el mismo peso, pero la frialdad de la hoja permaneció con él esta vez.
Naturalmente. Ahora empezaba el momento más importante de la ceremonia.
…
…
Un silencio total cayó sobre la sala.
No. La sala había estado en completo silencio todo este tiempo. Pero se trataba de un silencio bañado en una tensión particular, densa y pesada.
Sin embargo, el silencio de este instante era distinto.
Sin tensión, sin exaltación, sin nada, era un silencio verdadero.
Un silencio que descendió de la misma manera para Emilia, para Subaru, y para todos los demás.
Sólo una persona tenía el derecho de romper este silencio.
…
—Por el sol que posa su mirada sobre este radiante mundo, por las estrellas en el firmamento que observan a este reino durante su sueño. Por los vientos, por las aguas, por la tierra, por la luz, por los espíritus que residen en todo.
El silencio fue roto.
Los labios de Emilia recitaban el juramento ceremonial.
—Por el gran mundo que te nutrió, te cuidó y te concibió.
Temblando. El corazón de Subaru temblaba.
Sentía que sus dientes no estaban en su lugar. ¿Con qué estaba luchando su corazón?
Le irritaba el solo hecho de tener que cuestionar a su confuso corazón.
Lo único que quería en este instante era sumergirse en la tonada de esa voz, de esa campana.
—Por el orgullo en el que te apoyaste, el que tú construiste y forjaste.
Podía sentir que el calor de la mirada que se encontraba sobre él se incrementaba.
La pasión que ardía en su interior estaba lista para detonar.
Su corazón latía en frenesí, de forma violenta, mientras esperaba por la pregunta.
—Por todo lo que te observa, por el mundo que te vio crecer, por el orgullo que conoces, que tu camino se extienda sin conocer vergüenza. Sin temor, sin pesar, y sin dudar, siendo fiel a tu corazón.
El juramento estaba por terminar.
La pregunta se acercaba.
Esto daría fin a la ceremonia. Ni siquiera Subaru conocía la respuesta a la pregunta.
Pero,
—Al igual que a todo lo que te rodea, y con una voluntad siempre fuerte, ¿juras protegerme a partir de este momento?
—Su corazón sabía bien cómo responder a la pregunta de Emilia.
-Por el sol, por las estrellas, por el mundo, por mi orgullo,… y también—
Declararía su gratitud y determinación por todo lo mencionado en el juramento.
Antes de terminar su promesa, pensó en las personas a las que sin duda alguna tenía que agradecer.
Y las palabras salieron de su boca con naturalidad.
—Por mi madre y por mi padre, yo juro—
…
—protegerte. Y llevar a cabo todos tus deseos. —Mi nombre es Natsuki Subaru.
Él levantó su cabeza.
La espada aún seguía en su hombro derecho. Pero su brillo no lo cegaba.
Lo único que él veía era el resplandor amatista que lo miraba.
-Emilia. Yo soy tu caballero.
—Sí.
Él pronunció las palabras, y ella respondió.
Los ojos de Emilia se humedecieron por la emoción.
Pero logró evitar derramar lágrimas mientras levantaba la espada del hombro de Subaru.
La presentó de la misma manera para devolvérsela.
Con mucho respeto, él recibió la espada con ambas manos, y la envainó de vuelta en su cintura.
Con la espada en su lugar, Subaru, aún de rodillas, miró a Emilia.
Vio cómo Emilia asintió levemente con la cabeza, y se levantó.
Y entonces,
_Debo decir, Emilia-tan, que en ese atuendo te ves super sensualinda.
_Tonto.
— Despedazando la seriedad de la ceremonia, Emilia sacó la lengua, con su rostro completamente enrojecido.