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Días De Sol

En el vecindario quedan una cantidad pequeña de jardines y casas habitadas, pero de entre todas ellas una destaca enormemente sobre el resto. Alejada del cementerio y alejada del resto de vecinos; la casa de los Aurora es una lujosa propiedad adquirida por algún tipo de familia adinerada. El sol ilumina cada parte de sus ventanas, los pilares y las incrustaciones doradas sobre la arquitectura, la cual mezcla lo convencional con la antigua historia grecorromana. Aún así, su tejado y jardín siguen viéndose sensibles ante cualquier emboscada de no muertos y no parece haber nadie para defenderse de ellos.

En una de las habitaciones; blanca, moderna y lujosa, descansa una planta que recibe la luz rebotante de la mañana. No tarda mucho en abrir los ojos para recibir el nuevo día. Es una bella girasol, pero despeinada y con enormes ojeras, se nota de lejos que no está en sus mejores días y debería arreglarse de inmediato. Ella bosteza sin ningún tipo de delicadeza y retira su pijama de planta. ¿Cómo puede una planta ponerse ropa? La verdad es que pocos se lo preguntan. Antes de continuar con su día, anhela un póster colgado en la pared de su habitación, probablemente lo único poco elegante del lugar.

—Ahh… —suspira—, algún día seré como tú, Destello Solar.

Después de levantarse y lavar su boca, ella coloca una mascarilla sobre su rostro y la retira para luego limpiar y peinar cada pétalo sobre sus semillas. Sale de su habitación lo más rápido que puede, se desliza por las escaleras y de un salto aterriza en el sofá, solo le tomó once minutos estar lista y verse como una digna girasol de enfrentarse a cualquier cosa.

—Once minutos —el señor Aurora, un girasol grande y fuerte parece hablar con el tono más decepcionado del mundo—. Once minutos, un minuto tarde.

—¡No puede ser papá! ¿Por un minuto? ¡¿ENSERIO?! Esto es…

—Ahora solo desayunaras un panqueque en lugar de tres.

El peor castigo de la humanidad, sin duda.

—¿Alguna excusa, señorita?

—No lo entiendo… —responde refiriéndose al castigo. Tuerce los ojos mientras se sienta en la mesa, observando con desagrado su único panqueque—, ¡Ya no soy una semillita! ¿Es necesario que tarde solo diez minutos…?

—¡Pues claro que es necesario! Eres una girasol, no eres una patatapum ni una nenúfar, eres una girasol. ¿Lo entiendes?

—Sí papá…

El exigente señor Aurora se levanta para buscar más panqueques, la madre de la girasol se sienta al lado de ella demostrando completo acuerdo con el padre.

—¡¿Que ya no eres una semillita?! —pregunta la esposa del señor Aurora de forma burlona—-. ¡Qué gran chiste!

—¡Ya tengo quince años!

—Una semillita —remata el padre.

—¿Y bien Suny? ¿Estas lista?

—Obvio que estoy lista, mamá.

—Eso espero.

A pesar de la respuesta ácida, Suny sonríe al ver su único panqueque sobre la mesa, hace marcar sus tan característicos hoyuelos a pesar de haber querido dos panqueques más.

—No es cómo que deba esforzarse en un lugar así —El padre vuelve a sentarse con un nuevo plato del desayuno—, nuestra hija debería entrenarse en un instituto como "Zoom Botany" no en esa casa del loco Dave.

—Ya hablamos de esto —Replica la señora Aurora a su marido.

Al terminar la pequeña discusión la madre voltea a mirar a su hija para lanzarle una mirada coqueta, generalmente no lo hace si no gana algo a cambio de ello.

—¡Suny! Vas a conocer a otros girasoles guapos… ¿No?

—Dudo que encuentre a un girasol de calibre en ese jardinucho —gruñe el señor Aurora—. Pero ya es hora de que conozcas a alguien.

—¡Pues claro! —responde la hija entusiasmada

—Tiene que ser un girasol alto, fuerte, poderoso… Ahhh, de solo imaginar a mi hija con un novio se me ponen los pétalos de punta.

—No me presiones con eso mamá, además, no tiene que ser un girasol alto y fuerte, podría ser un girasol bajito o incluso una girasol, da igual —Suny se enfada, muerde el panqueque.

—No te estoy presionando, solo tengo algo de fé.

—Gracias —contesta Suny bajo la gracia del sarcasmo.

Enojada, deja el plato sobre la mesa y se levanta. Sí, ella también está ansiosa por algún día conocer a alguien ¿Pero hay algún afán? Como sea… De todas formas ese no es su propósito, El jardín de Dave ha conseguido la popularidad de entrenar a las plantas en un verdadero campo de guerra, hace algunos años se trataba de un lugar peligroso en el que muchos no vivían para contar su combate, alguien maligno fabricó un gran robot para acabar con el jardín en el pasado, casi quince años después y ninguna planta del loco Dave terminó mal Parada, aunque desafortunadamente hay quienes piensan lo contrario. Los señores Aurora quieren que Suny entrene hasta ser la mejor girasol posible, pero aún no están muy contentos con que lo haga en una casa cualquiera.

—Están seguros de que ya no es un lugar peligroso, ¿Verdad? —pregunta la hija antes de retirarse.

—Hace mucho que pasó lo de nuestros hermanos —responde su padre.

—¿Crees que…?

—Se que hacer si encuentro a uno —interrumpe Suny a su madre—. Pueden estar tranquilos.

El padre lo duda, no ve a su hija capaz de… Matar.

Quien será una nueva alumna en el jardín del loco se detiene antes de cerrar la puerta, escucha a sus padres despedirse pero ella no responde. El sol le ilumina la cara, parece tener diminutas perlas de escarcha sobre la superficie de sus mejillas, el día hace brillar esos pétalos bien peinados. La girasol sabe perfectamente quién es y qué impacto le suele causar a las personas. ¿Cómo podría ser insegura alguien así? inhala aire lentamente, no solo respira el dióxido de carbono en la atmósfera sino que es capaz de respirar la luz que le llega del cielo, inhalar el sol, absorber su brillo.

Algo empieza a escucharse proveniente de las nubes blancas; una orquesta hermosa aparece frotando sus cuerdas en pianissimo. El volumen es bajo, los violines, las violas, los chellos y los contrabajos empiezan una canción hermosa, Ella no puede resistir moverse al son de la melodía. ¿Cuál? La melodía de la orquesta de la vida en la tierra, una melodía en una frecuencia que solo los girasoles pueden oír, hay que prestar atención, hay que concentrarse para escuchar sus notas, solo un girasol puede hacer algo así, solo un girasol puede escuchar la melodía del sol. 

Mientras Suny camina sola por los senderos cercanos a su casa, logra notar el deterioro de la ciudad; El diminuto vecindario, silencioso y solitario, parece un pueblo fantasma. Las pocas nubes que vuelan sobre la primavera hacen testigo de lo calladas que permanecen las calles, cada hogar de la vecindad posee un jardín casi idéntico al resto, pero en el interior de aquellas casas descansan miles de historias del pasado. Las carreteras cuentan con coches estacionados que algún día pertenecieron a alguien y ahora yacen inmóviles a lo largo de los años causando un tráfico eterno. De algún modo, nunca se ensucian ni con una partícula de polvo. Antes de caer en el olvido, el vecindario tenía grandes planes para expandirse, muchos soñaban con parques de atracciones y estaciones de televisión pero ahora ningún ser es capaz de pronunciar el verdadero nombre del lugar, la mayoría ni siquiera lo recuerdan. Cerca del centro de la ciudad aún queda el gran cementerio, casi siempre gobernado por una tormenta de nubes violetas, un lugar del que ninguna planta ha salido con vida.

Algunas cuantas calles de caminata, Suny logra encontrar ese jardín del que tanto hablan. La casa del tejado rojo, con una gran ventana en el segundo piso y una ventana diminuta al lado de la puerta, no destaca en nada comparada con el resto del vecindario, lo único extraño es que siempre tiene una lamparita encendida justo entre la puerta y la pequeña ventana. Hay mil teorías alrededor de esto; algunos piensan que así es como Dave llama la atención de los caracoles para cazarlos, otros han dicho que es una herramienta poderosa para espantar a las momias del antiguo Egipto. Parece que los rumores están más alocados que el propio dueño de la lámpara. Suny, quien no conoce a tal personaje, decide caminar en medio del jardín de la casa. Hay algo único e indescriptible en él que no hay en ningún otro jardín, no son solo las casillas pintadas de verde oscuro entre el césped, es algo más, es como si el jardín fuera capaz de vocalizar. El cementerio observa la espalda de Suny, ella voltea para observar la oscura neblina morada del lugar, esta vez no hay ninguna tormenta. Sin embargo el olor putrefacto nunca se desvanece, vuelve a girarse y continúa su caminata hasta la puerta de la casa. Justo un segundo después de sumergirse en el hogar se encuentra con cientas de plantas de todo tipo, algunas vuelan, corren, charlan y otras simplemente están por ahí subidas a cualquier parte donde puedan subirse, "Es como si fuéramos gatos" Pensó Suny al ver plantas encima del sofá, encima de las mesas, de la televisión y otras simplemente en el piso. ¿Qué es todo este desorden? No hay ningún sitio que descanse de la vida vegetal, es como un instituo reventado de adolescentes o un centro comercial en un fin de semana, luce como una guardería, una tienda de mascotas, es como todo lo que involucre personas y desorden. Al instante, Suny consigue un gesto de desagrado, este no es su hogar. Parte de la casa se queda en silencio, muchos observan a la recién llegada y le dedican distintas miradas, ¿Reconocen que no pertenece a este jardín? Ella continúa caminando sin detenerse con ninguno de los ojos que la supervisan, sube las escaleras y llega a la segunda planta. La casa tiene su encanto, pero no el encanto que tiene la casa Aurora. 

—Me hubieran dejado ir a Zoom Botany —Reprocha Suny para sí misma.

En cuanto sus padres solicitaron entrenamiento para ella, el jardín de Dave proporcionó instrucciones que indican ir a un cuarto en concreto ¿Acaso es como buscar oficinas o ir a un consultorio? esto parecía de todo menos una casa. De cualquier forma, la habitación a la que debe llegar es muy distinta al resto, un que posee alguna especie de sello dorado incrustado en la madera oscura de la puerta, intuitivo, poco usual pero intuitivo. Suny la logra encontrar y entra.

Una única ventana da luz al resto del lugar, la luminancia se convierte en una cortina que baja hasta el suelo polvoso mientras millones de partículas flotan lentamente en el aire, bailan, chocan y desaparecen únicamente en el rayo directo del sol. Cuatro figuras en la habitación usan la luz para ocultarse en oscuridad, cada silueta tiene sus propios pétalos formados por halos brillantes de la contraluz, no hablan y esperan para que la invitada lo haga.

—Presentante, por favor. —se escucha decir a un girasol que fuerza sus cuerdas vocales a vibrar a menor frecuencia, intenta hacer una voz grave que lo hace quedar en ridículo. Aún así, Suny Traga saliva.

—Soy Suny…

—Este jardín será tu nuevo hogar si deseas recibir nuestro entrenamiento —interrumpe otro de los girasoles.

—Ehh… Estoy entusiasmada por entrenar mis habilidades y poderes, yo pertenezco a una familia de concertinos de la melodía del sol, los Aurora.

—¿Concertinos? —pregunta la misma voz.

—¿Concertinos? —otro de los interrogadores habla, igual de confundido que el resto—, ¡¿Concertinos?! ¡¿Enserio?!

—¿Y qué planeas entrenar aquí? ¿A cepillarte los dientes?

La luz intrigante del lugar desaparece, el rayo de sol que iluminaba el polvo y los pétalos se esfuma, cuatro girasoles aparecen al frente de Suny, son más grandes que ella pero parecen más tontos y confundidos.

—¿Tu nombre es Suny Aurora?

—Sí, ese es mi nombre.

—¿Que hace una concertina aquí?

—Bueno, yo no soy una concertina… Aún no, y quería entrenar con otros girasoles.

—Aurora, este jardín no es lo que era antes —el girasol de la derecha reclama, él parece más serio que los demás—, desde que se fue Jack Clorofil a nadie le interesa este jardín, ni Dave, ni ninguno de nosotros.

El sueño más profundo de un girasol es ser un concertino de la melodía del sol, tal término ha tenido diferentes nombres a lo largo de la historia y de las culturas, pero el significado siempre es el mismo. Algo inexplicable y totalmente de origen divino otorga a los girasoles más fuertes un sello en su tallo, algunos lo llaman la bendición del sol. Tres de los girasoles intentaron ver el tallo de Suny, ojala solo sientan interés por el sello.

—¡Mis ojos están aquí arriba! —Su mirada de furia muestra su indignación, Suny les grita a los demás girasoles—, ¡Yo pensé que entrenaría con girasoles de verdad, que alguien me enseñaría lo que necesito saber! 

—Más bien tú deberías enseñarnos a nosotros.

—¿Debería? ¿Acaso yo les debo algo? —Suny sale indignada de la habitación tan pronto como puede hacerlo, que perdida de tiempo, la peor decisión de sus padres seguro fue enviarla a un jardín cualquiera en el vecindario. Aunque realmente ella fue quien lo pidió… ¿Qué le hizo pensar que allí encontraría la manera de volverse un mejor girasol? o peor aún… ¿Qué le hizo pensar que aquí encontraría al fin una planta con la que pueda encariñarse al fin?

Vuelve a bajar las escaleras, siente repugnancia por el resto de plantas y desorden, que vergüenza es estar en ese lugar, que vergüenza y que desesperante. Esquiva todo lo que pueda molestarla, no habla con nadie, camina con el ceño fruncido hacía la salida, solo quiere irse de ahí.

—Así que al fin pisas está casa… —la voz de un anciano llama a la girasol desde su espalda, ella se detiene mientras es consciente de que es un espectáculo para todo el mundo.

—¿Y quién eres tú? —pregunta Suny, observando a una planta que no esperaba ver en lo absoluto.

—Hojas retraídas, una mala postura en el tallo, levanta un poco más tus hombros, prepárate para la defensa —analiza el viejo mientras da vueltas alrededor de ella.

—Te sobrepasa un poco la edad como para decirme a mí cómo debo caminar, ¿No crees? —responde la girasol.

—Y prejuiciosa también —el viejo hace un pequeño "Chis" con la lengua.

—¿Cuántos años tienes, sandía? —pregunta la juzgada de manera retórica—. ¿Doscientos?

—Entre nosotros hay una planta que ha vivido más que eso —responde el viejo de manera pensativa—. Soy el maestro Melonpulta, y para tí no soy "Sandía", soy Maestro.

El Maestro Melonpulta es, esencialmente, una sandía que catapulta sandías. Así de simple.

—No tengo idea de quién eres, y no me interesa —Suny levanta una mano para llamar a un sirviente margarita, pero claro… Olvidó que no está en su millonaria mansión.

—No siento interés en interesarte, niña —responde el maestro, quien por cierto, posee algunas arrugas de vejez en su corteza frutal—. Tus padres han peleado en el mismo batallón que yo, ellos me conocen.

Suny abre la boca para escupir alguna respuesta, pero permanece muda al observar todo el jardín que los rodea a ambos. Siente vergüenza, quizá por primera vez.

—Aurora… Las plantas somos un equipo. Por favor, no interpretes esto como un conflicto. Si quieres ser una concertina, aquí te ayudaremos.

El anciano Melonpulta extiende una de sus hojas de apoyo sobre su maceta, muestra completa amabilidad hacía la girasol, quien de manera grosera y arrogante rechaza la solidaridad del Maestro.

—Tus girasoles de ahí arriba no tienen nada que enseñarme —responde Suny—. Así que ni pienses que me vas a tener aquí.

Hace mover sus pétalos como forma de acabar la conversación, Aurora comienza a caminar hacía la salida del jardín de Dave completamente decepcionada de lo que acaba de pasar. Todas las plantas están expectantes de cómo ella se retira.

—Es más difícil de lo que creí —dice alguien detrás de Melonpulta.

—Así es doctora Humoseta, pero podemos mantener la calma todavía.

La seta del jardín zen y el maestro se juntan para mantener una pequeña charla en medio de la sala de estar, la girasol cruza la puerta de salida.

—Será un proceso largo, pero ella va a cambiar —asegura la seta en voz baja.

—Se que lo hará.

—¿Puedes decirme de nuevo por qué te interesas en ella, Maestro?

Melonpulta gira lentamente hasta quedar cara a cara con Humoseta, mantiene un gesto cálido y amigable.

—Pretendo salvarla, doctora —dice arrugando un poco la frente—. Salvarla de lo que le pasará.

Los pájaros cantan desde los árboles cercanos a la casa, es lo típico en una mañana del vecindario y en el jardín de Dave. Nuez Wallnut se despierta tras recibir la deliciosa luz de este día de sol, no hay nada que su proceso de fotosíntesis pueda agradecer más que amanecer frente a la ventana del segundo piso. El sueño ha sido profundo, por consiguiente le ha garantizado a la planta el mayor de los descansos. El cálido umbral solar lo cobija hasta hacer casi imposible la tarea de levantarse.¿Logrará hacerlo?

—¡Gracias por despertarme, pájaros enojados! —dice mientras se estira y bosteza. Realmente el enojado es él. Nuez mastica aire mientras intenta abrir bien los ojos, presiona fuertemente sus párpados un par de veces y termina de despertarse para recuperar el buen humor—. ¡Buenos días jardín! ¡Saluden al próximo campeón de nueces!

El fruto seco abre un pequeño cassette que saca de su maceta, nadie sabe como lo hace sin tener manos. Luego pulsa el botón de reproducir con su cascarón y salta hasta el suelo del segundo piso mientras comienza a escuchar un buenísimo riff de guitarra eléctrica. La canción es: "X-kid" de los Green Leafs.

—¡Pero si ha comenzado la primavera! —grita debido al volumen de la música—. ¡Ya no quería volver a ser la bola de nieve otra vez!

—¡Hey, Nuez! —le saluda un patatapum en el pasillo— ¿Cómo te va?

—¡Hey, "litel kis"! —responde Wallnut balbuceando la letra de la canción, realmente no se la sabe, no tiene idea de lo que dice—. ¡"Did yu weik up leit uon dei"!

El patatapum le responde con una sonrisa, Nuez comienza a bajar las escaleras hasta el segundo piso en búsqueda de su desayuno, sigue tarareando la canción diciendo alguna que otra frase, incluso llega a cantar notas tan agudas que ni él sabía que tenía.

—¡"Bombs awei"! —canta el bilingüe—. ¡"hir gois notin"!

—¡Hola Nuez! —le saluda un grupo de lanzaguisantes que pasan por ahí—. ¿Todo bien?

—¡Todo de maravilla, amigos! —les responde el cantante, rebosando de alegría.

—¿Ya te darán el renombre de Campeón?

—¡Hoy conseguiré el título de Campeón de nueces! ¡Se que hoy es el día!

Avanza dando saltos y tocando una guitarra imaginaria que produce el sonido de un solo tremendo. ¿Lo gracioso? que Nuez no parece muy habilidoso con sus manos, hay algunas cuerdas que no llega a alcanzar. ¿Por qué será?

—¡Mirenlo, ahí llego! —anuncia una margarita que sostiene una rica sopa de nutrientes—. ¡La planta más comelona del jardín!

—¡"an yu wer such a yung sul"! —responde cantando. Sin embargo, el cassette reproductor cae sin querer en su sopa—. Oh…

Todas las plantas del jardín observan el acontecimiento, una verdadera pérdida…

—Sé que viviste muchas aventuras con él… —un lanzamaiz pone una hoja sobre el hombro del dolido Wallnut, quien observa su sopa con un apetito distinto.

—Ni modo, puedo conseguirte otro si quieres —dice un apisonaflor al lado de Nuez.

—Gracias Miguel, pero conozco a una amiga que tiene varios de estos.

Nuez Wallnut, posiblemente la planta más carismática y cómica de todo el vecindario, disfruta de su desayuno acompañado del resto de sus amigos. Han pasado muchos años desde que el comelón perdió a sus padres, pero a pesar de la tragedia por la que pasó y a pesar de lo que tuvo que ver con sus propios ojos, el jardín de Dave le ha dado unas buenas aventuras y unos buenos amigos.

Después de terminar su merienda el chico sale para tomar un poco de aire. Pero no va al patio delantero de la casa, más bien sube por una colina para ir al jardín zen, es un lugar calmado, muy zen… En realidad no, por supuesto que no. Pero la colina si se trata de una zona de tranquilidad, cerca también hay un gran árbol, enorme, de cincuenta metros seguro. Desde ahí arriba puede verse un poco de La Avenida Del Peligro, el lugar que siempre recordará por sus padres.

Según le han dicho, el jardín zen es un lugar especial para aquellas plantas pequeñas que han quedado solas en el mundo por algún conflicto del vecindario. En teoría, tiene como propósito hacer sentir identificados a los chiquitines entre ellos, prepararlos para el mundo y ayudarlos a superar su pasado. Pero la efectividad de ese lugar es extremadamente cuestionable y poco inclusiva. Por fortuna, dejan salir a algunas plantas de allí con frecuencia. Bendita sea abuela Nuez, gracias a ella el pequeño Wallnut no tuvo que crecer en ese horrible lugar, por el contrario decidió vivir en el jardín de Dave y visitar a su familiar de vez en cuando. 

Pasar los días en este jardín realmente no es una cosa complicada y Nuez se siente agusto con eso, recibe comida gratis a cambio de algunos pequeños favores en los patios y el tejado. Nada de qué quejarse, ahora mismo se encuentra recostado sobre la hierba buscando formas en las nubes hasta que nota algo inusual en el descenso de la colina.

—¿Eh? ¿Quién es ese? —se pregunta Nuez a sí mismo, a lo lejos puede ver un Lanzaguisantes en el suelo al lado de una de las paredes de la casa. Muchas plantas lo ven y lo ignoran, no parece que esté bien y nadie es capaz de colaborarle.

Entonces es momento de cumplir el propósito, Nuez es solidario y aquel lanzaguisantes de la pared necesita de su ayuda, pues el pequeño cubre su cabeza con las manos como si intentará esconderse del aire. El jardín requiere algo de empatía.

—No te preocupes amigo, ¡Ya voy!

—¡Hola! —Dice una planta detrás de Nuez, interrumpiendo su bajada por la colina—. Disculpa, ¿estás ocupado?

Nuez se da la vuelta, encuentra a una coltapulta de su misma edad.

—¡Hola! Espera… ¿Colin?

—¡Ese mismo! —responde el muchacho alegre.

—Te llamas Colin, col, coltapulta, Colin de coltapulta, que gracia ¿no?

A Colin no le hace ninguna gracia. Él es una planta que se dedica a catapultar coles, y él es un col con ojos, muy simple. Igual que el maestro Melonpulta pero mucho más joven. Y sin ser una melonpulta.

—Una Nuez con carácter de charlatán —responde—, yo solo quería hablar con un amigo.

—Okey, okey, era solo una broma ¿Está bien? lo siento, ¿Qué querías preguntarme?

La coltapulta vuelve a dedicarle una mirada, ahora tiene un rostro de entusiasmo. Nuez siempre ha sido un bromista, quizá es alguna manera de eludir lo que la mente le recuerda.

—¡He empezado mi propio negocio! Voy a vender sopas ¿Quieres probar una?

—Ehh.. no, ¡Pero gracias! —responde Nuez—. Lo tendré en cuenta.

Colín se agacha, ahora tiene un rostro de tristeza al fracasar por vender sopas.

—Ni siquiera mis hermanos quieren probar mi sopa…

—Y yo tampoco. Bueno, ¿Has visto a ese lanzaguisantes antes?

Colin voltea a ver hacia donde Nuez señala ignorando por completo sus sopas, el lanzaguisantes sigue en el suelo, solo y escondido.

—No, nunca lo había visto ¿Será del jardín zen? —pregunta el joven catapulta.

—Es posible…

—¿Crees que quiera comprarme sopas?

—Podríamos preguntarle, hay que bajar.

—¿Y por qué te importa tanto?

—Porque mi deber es ayudar a otras plantas, soy una Nuez y estoy hecho para eso.

—¿Y te llamas Nuez… De nuez?

—A tí no te sale bien el chiste —responde.

Ambos se acercan al lanzaguisantes que está encogiéndose en su propia maceta, es incapaz de ver el exterior. ¿Qué le sucede realmente? Nuez y Colin cruzan miradas, Wallnut abre la boca para hablar pero el jardín zen abre sus puertas sorpresivamente y con fuerza causando el ruido de un golpe estruendoso, por primera vez el lanzaguisantes levanta su rostro y comienza a correr sin dirección alguna.

—¿Qué le pasa? —pregunta Colin.

El lanzaguisantes avanza sin mirar al frente, atraviesa el jardín delantero como en una persecución de policías y ladrones.

—¡Detente! ¡No vayas por ahí! —Grita Nuez.

El lanzaguisantes se detiene, deja de saltar con su maceta tan pronto como su camino se ve interferido por unas rejas grises, hace mucho que abandonó el césped del jardín y no se dió ni cuenta. Tampoco sabe a dónde debe ir, ¿Qué es lo que lo rodea? parece la tapa de una alcantarilla… Está en medio de una gran calle de asfalto, una avenida, La Avenida Del Peligro.

Algunas plantas salen de la casa del loco, unas por las ventanas y otras por la puerta para seguir a la girasol e intentar descubrir qué hará ahora. Aurora no entiende muy bien lo que acaba de suceder ¿Por qué le hablaron de tal modo? ¿Quién se cree esa planta anciana? ¿Y por qué debe obedecerlo? 

—Tiene un pie casi en la tumba, —Suny se queja entre dientes—. Engreído… anciano engreído… Le puedo demostrar que ya soy una girasol excelente, ¡La mejor! ¡Soy la mejor!

Sin embargo, tras escuchar el grito de varias plantas del jardín, la girasol levanta la cabeza para observar su horizonte. Una punzada atravieza su tallo al observar la razón del escandalo. Hay un pequeño lanzaguisantes en medio de la tenebrosa calle ¿Qué hace él ahí?

—¡No! ¡Por ahí no! —Grita una planta que intenta ayudar a la planta en la avenida, demasiado tarde.

El lanzaguisantes está colocando sus manos sobre los barrotes grises del cementerio, nadie es tan loco como para hacer algo así, la nuez que se encuentra detrás de él sale rodando de su maceta para ayudar al pequeñín, al llegar le dice que todo está bien, Suny se acerca un poco más mientras que la coltapulta, aterrorizada, se aleja.

—Debemos irnos de aquí ahora —le dice el fruto seco al lanzaguisantes—. Es enserio pequeño, ahora.

—¿Qui-quién eres? —tartamudea el bajito guisante.

Pero algo inesperado quiebra la charla de ambos; un sonido nace de la necrópolis que los amenaza, uno desesperado y constante en el que alguien quiere salir de algún lado. La nuez no deja de decirle a su amigo que deben retirarse ahora mismo pero para su mala suerte el pequeño continúa inmovil, Suny se acerca para ayudar y levanta al lanzaguisantes para que camine. Es demasiado tarde. Una mano sale desde las profundidades de la tierra, una putrefacta, gris, sin carne, completamente sucia, destrozada, con uñas largas y huesos visibles. Los dedos agarran la tierra infértil del cementerio y sacan al resto del brazo, el subsuelo se revela paulatinamente hasta que un cuerpo deformado alcanza la luz del sol. En alguna época vistió un elegante traje con corbata café, ahora es un ser blasfemo salido de las profundidades que muestra sus huesos como quien presume de su joyería más cara. El jardín entero grita. El lanzaguisantes, la nuez y la girasol observan al sujeto podrido caminar y salir de las tinieblas, el pequeño retira sus manos de las rejas metálicas.

—¡Corre Lanzaguisantes, Corre! —la nuez se interpone entre el zombie y el jardín con tal de protegerlo, por fortuna el zombie resulta ser tan lento como un caracol.

¿Acaso esto es lo que hacen las plantas? ¿Se protegen unas a otras? Suny se lo pregunta, ¿La cosa no trata de demostrar más poder? Entonces… En ese caso, supone que es momento de demostrar su fuerza solar con otro propósito. Suny retira a la nuez con nada de delicadeza.

—Quitante, todo está bien, yo me haré cargo —dice la empoderada girasol. Enfoca su vista en el zombie amenazante, no hay escapatoria para él, el resto del jardín es espectador—. ¡Devuelvete de donde viniste!

Es la primera vez que se enfrenta a uno de esos inofensivos zombies. En el vecindario es común encontrarlos husmeando en la basura como perros callejeros. Aunque tienen apetito por comer plantas y cerebros, no representan ningún problema. Suny brilla y dispara un pequeño rayo solar que impacta contra el no muerto, este retrocede pero sigue caminando. La mirada de la flor disminuye en furia y entra en confusión.

—Eh… Bueno, quizás no he calentado lo suficiente… —se excusa, vuelve a disparar y el zombie se mantiene en pie, hace un tercer disparo y el brazo del cadáver andante cae al suelo.

Después de otro disparo más, la girasol se da cuenta de que sus proyectiles no bastan para derribarlo, pero por fortuna una sandía gigante cae sobre la cabeza del enemigo, la girasol y sus dos compañeros reciben un susto frente al impacto de la fruta catapultada, los tres voltean para descubrir la fuente del disparo. Es el Maestro Melonpulta.

Ante la caída del inminente zombie, el jardín del loco comienza a aplaudir y celebrar, los tres reciben halagos a pesar de no haber hecho mucho. Aurora ojea a los dos chicos en el suelo. Parece que nunca había compartido su mérito con alguien.

—¿Cuál dijiste que era tu nombre? —pregunta con la mirada alta, Guisante se encuentra entre ella y el fruto seco.

—Nuez —responde.

—No… me refiero a tu nombre

—¿Nuez?

—No me estas entendiendo, tu nombre, dime tu nombre.

—¡Nuez! ¡Dije que mi nombre es Nuez!

Suny arruga la nariz, piensa que no debería juntarse con plantas como estas.

—Pues mi nombre es Suny Aurora.

—¡Ah! he oído hablar de ti —responde Wallnut.

—¿Y quien no lo ha hecho?

—Dicen que los Aurora son bobos.

—¡¿Disculpa?!

—¡Yo no digo que tengan razón! —miente Nuez—. Un gusto conocerte, Suny Aurora…

El jardín continúa aplaudiendo, después de la confusión y el orgullo, ella decide voltearse para mirar al pequeño temeroso, incapaz de ver su alrededor y comprenderlo. Mucho más bajito que los otros dos.

—Oye, Lanzaguisantes… Ten cuidado a donde vas la próxima vez.

Guisante la observa, ¿Qué tipo de planta es? No puede ser de este jardín, él nunca había visto algo así en el jardín zen. ¿Y esos pétalos? Cada uno de ellos parece tener un valor incalculable y poder propio, ¿Qué se sentirá ser ella? Una planta tan imponente y bella, el pequeñito no siente que le aplaudan a él, claro que no, debe ser a la girasol según su cabeza.

—¿Y cuál es tu nombre? —le pregunta Nuez al chiquitín asustado.

—Mi… mi nombre es…

—¡Guisante Clo-... Guisante! —La doctora humoseta cruza rabiosa el jardín, al parecer es raro verla durante el día. Guisante y Nuez se estremecen—. ¡Vuelve al jardín Zen, ahora!

—¿Qué es el jardín Zén? —Suny le pregunta a Nuez, ella no entiende por qué le gritan al pequeñin.

—Es un lugar horrible, encierran a las plantas por años —responde el cascarón.

Guisante asiente. Suny se interpone entre él y la doctora humoseta.

—¿Disculpa, y tú quién eres? —dice la girasol retadora—. No te ví pelear contra ese zombie, yo si lo hice.

—Oye Guisante… ¿Tú ya conocías a esa girasol? —le susurra Nuez a su nuevo amigo—. ¿No crees que es un poco… Molesta?

Pero el pequeño apenas y puede responder, queda hipnotizado ante la belleza de tal girasol que acaba de defenderlo. Pero la sandía anciana sale de la casa, el jardín guarda silencio en cuanto el maestro lo atraviesa, el respeto que todos le tienen a Melonpulta puede notarse desde la colina más lejana del vecindario.

—¿Qué hacen tres plantas cruzando la única calle que nos separa del lugar más peligroso de este vecindario? ¿Acaso son valientes o son idiotas? —pregunta, sin el ánimo de ofender.

—¿Otra vez este anciano?

—¡Maestro Melonpulta! —Nuez agacha la mirada ante la presencia del viejo—. ¡Discúlpenos, señor! Queríamos ayudar a este chico…

Después de señalar al lanzaguisantes, el maestro desvía toda su atención a él. Intenta disimularlo.

—Así que… —la catapulta se muestra pensativo, hace de nuevo el "Chis" con sus labios. Nota como Guisante tiembla de miedo, parece como si el pequeño supiera que el maestro conoce su nombre. Melonpulta sabe que hacer y decide no hablar directamente con él, pero sí darle un mensaje—. Todos tenemos una oportunidad para cambiar lo que somos y para arreglar nuestros errores.

—¿A… Arreglar? —pregunta Suny, confundida.

—¿Qué es lo que decimos siempre, Wallnut? —le pregunta el Maestro, Guisante y Suny notan que esos dos ya se conocían desde antes.

—Las plantas no peleamos ni competimos entre nosotras, somos un equipo y…

—Y estamos aquí para ayudar —termina la frase Melonpulta.

Suny, por primera vez en el día, relaja su postura para indicar cómo la confusión gobernó su supuesta superioridad. Pone atención a las palabras del maestro intentando descubrir un significado detrás de aquel lenguaje.

—Todos tenemos una oportunidad para cambiar —repite otra vez Melonpulta. 

Guisante, Suny y Nuez se observan mutuamente cruzando miradas por un segundo, un pequeño escalofrío recorre el cuerpo vegetal de cada uno. El maestro se dirige al pequeñín y a la girasol para dar un final a su sermón, pero al mismo tiempo de regalarles un precioso regalo. ¿Cuál? el regalo de un nuevo comienzo.

—Bienvenidos a la casa de Dave, pueden considerarla… Su nuevo hogar.