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1/2. Ichigo Kurosaki (Quincy)

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[CAPÍTULO 1/2]

"El Sucesor."

El rey Quincy había hablado. Y no todos los Sternritter estaban de acuerdo con el nombramiento de Kurosaki Ichigo como El Sucesor de Yhwach.

—No puedo creer que ese humano sea el Sucesor de Lord Yhwach— se quejó molesta Bambietta, con una mueca de disgusto en sus labios y los brazos cruzados enfrente de su pecho. Recargándose con pereza en la silla.

—No digas eso Bambi-chan. Kurosaki-kun no es tan malo, además...

—Tu solo lo defiendes porque quieres que te folle— interrumpió Giselle mientras miraba con diversión a su compañera.

Malory se sonrojo ante las palabras de la Sternritter "Z". Mentira no era, aunque no quería eso tampoco.

—N-no digas eso Giselle-chan. No es verdad...— respondió nerviosa la pelinegra.

—Ya cállense las dos— se quejó Candy mientras se levantaba de la silla. —¿Qué hacemos aquí? ¿Dónde carajo está Jugram?

La de ojos dorados desvío la mirada mientras escuchaba como sus amigas, si así podía llamar al grupo de mujeres con las que normalmente pasaba el tiempo. Discutían a sus espaldas.

Miró hacia donde se encontraba el Quincy de sus sueños.

Ichigo Kurosaki, el hijo de Masaki Kurosaki e Isshin Kurosaki, un chico sumamente guapo, de largo cabello negro y ojos rojos, con las mismas habilidades de Yhwach debido a que él desde su niñez seguía al temido líder del Wandenreich. Adaptándose a los poderes que el rey tenía.

Sabía que Ichigo era más que digno de ser el sucesor de Yhwach, pero parecía que nadie más podía entenderlo.

Aquel pelinegro volteo dejando de lado su conversación con Uryū Ishida, mirándola a ella con aquellos ojos carentes de sentimiento. Vacíos y fríos, profundos como si fueran un mar de sangre.

Malory desvío la mirada, con su corazón latiendo fuertemente y un notable sonrojo en sus mejillas.

—Oi, Malory-chan. Dile a Candy-chan que si es una zorra— la voz de Giselle la saco de sus pensamientos.

—¿¡Qué fue lo que dijiste maldita?!— exclamó la de cabello verde con furia ardiendo en sus ojos.

La pelinegra se levantó de su asiento, desconcertando a sus amigas. Alejándose de ellas y saliendo de la sala bajo la atenta mirada roja de un Quincy.

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Camino por los pasillos del Wandenreich, tranquila sin prisa alguna. Disfrutaba de esos momentos en los que la guerra no era abrumadora.

Su tranquilidad duro poco cuando se encontró con el Quincy que le robaba suspiros.

Su corazón comenzó a latir con fuerza encerrado en su pecho, juraba que Kurosaki podría oírlo, deseaba correr.

—Buenos días, Kurosaki-kun— saludo la joven tratando que en su voz no se reflejará el nerviosismo que sentía.

El pelinegra no respondió, Malory no se sintió mal. Sabía que aquel chico era de pocas palabras; muy pocas veces había logrado escuchar su voz.

Ella se sintió incómoda, la mirada de Kurosaki se posaban en ella. Estaba realmente halagada, pero el silencio era demasiado para su pobre ser que moría ante los latidos del su corazón y sus nervios a flor de piel.

—Sígueme— una simple palabra. Solo fue una, y su corazón dio un vuelto, haciendo que sus manos tiemblen y su respiración se entrecorta mientras asiente ante las palabras del pelinegro.

Siguiéndolo por los pasillos del Wandenreich, desconociendo el paradero al que se dirigían. El amor te ha cegado, la frase hacía eco en su mente, arrepintiéndose de haber aceptado seguirlo.

Estaba nerviosa, un poco asustada. ¿Qué podría pasar? ¿A dónde la llevaba?

Entraron a una habitación, oscura y claramente vacía. Su corazón latía con fuerza, ella podía jurarlo, Ichigo estaba escuchando su corazón latiendo como loco.

—Tranquila...— susurro a su oído.

La piel de su nuca se erizó, un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Solo él era capaz de hacerla sentir así.

—Estas muy tensa...— las palabras de Ichigo lograron desconectarla de la realidad. Mientras las manos del pelinegro recorrían el cuerpo de la Sternritter aún cubierto por su uniforme blanco. —Creí escuchar que querías esto... Giselle me lo dijo.

Entonces, había sido ella. Su mente estaba dividida en dos. Dejarse llevar por lo que estaba pasando, entregarse al Quincy, Sternritter "A", El Sucesor de Yhwach.

O simplemente apartarse y tratar de olvidarlo todo.

Difíciles decisiones, no sabía cuál escoger.

La respiración de Ichigo, suave y pesada cerca de su oído la hacía alucinar. Sus manos recorrían su cuerpo, dándole tiempo para pensar antes de que comenzará a deshacerse de la estorbosa ropa.

—Ichigo... ¿Esto lo haces porque Giselle te dijo?— las dudas carcomían a su corazón.

Dolería la respuesta si llegaba a ser positiva. ¿Solo lo hacía por lastima? ¿Un reto? ¿Una broma?

No quería pensar en eso, simplemente no quería que las lágrimas comenzarán a caer.

—No hago lo que un Sternritter insignificante me diga— respondió con simpleza mientras hundía su rostro en la abertura de entre su cuello y su hombro, aspirando el femenino aroma de aquella bella mujer que tenía entre sus brazos. —Si tienes dudas... Esto lo hago, porque has llamado mi atención.

La sorpresa invadió a la Quincy, jadeando ante las palabras del pelinegro que la estaba abrazando por detrás.

—Tienes algo que quiero poseer. Que quiero tener solamente para mí...— susurro a su oído —Pero me detendré, si así lo deseas te puedes ir— agrego mientras la soltaba poco a poco, alejándose de ella.

La luz se encendió, dejando ver una habitación sumamente limpia y ordenada, donde los colores negros y blancos se mezclaban. Malory miró hacia el escritorio, notando un marco con una imagen de la familia Kurosaki. Supo enseguida que era la habitación de Ichigo.

Volteo a verlo, se encontraba a escasos metros de ella. Dudo, la oportunidad de estar junto al hombre que amaba se presentaba delante de ella, y sin embargo, estaba dudando.

Retrocedió, dispuesta a irse. Alejarse y olvidarlo.

Pero el solo pensamiento del arrepentimiento que vendría después no la dejo seguir con su camino a la salida. Volvió a voltear, observándolo. Ya no pudo resistirse y se acercó a él.

—Has ganado Kurosaki-kun. Me tenías desde hacía tiempo— dijo mientras sus brazos lo abrazaban por el cuello, acercándolo a ella para unir sus labios con los del pelinegro.

Las manos de Ichigo se deslizaron por el cuerpo hasta detenerse en la cintura de la mujer, apretándole, la desesperación por poseer a esa bella mujer lo estaba enloqueciendo.

Devoro sus labios, disfrutando del roce, era tan suave que lo desesperaba. Quería más, necesitaba más.

Una de sus manos se coló por debajo de la camisa de Malory, tocando su vientre y subiendo hasta sus pechos, moldeando a su gusto. Un gemido escapó de los labios de la pelinegra, sorprendiendo al Kurosaki por tan espléndido sonido.

—Me encargaré de follarte tan duro que no podrás caminar al día siguiente— susurro a su oído.

La sangre subió hasta el rostro de Malory, logrando teñir sus mejillas de un rojo intenso. Esa imagen sería lo más preciado que Ichigo Kurosaki guardaría en su mente.