Estoy aquí por las brujas.

Hazel no le prestó atención, continuó mirando a Anne, quien estaba atónita, pero al final asintió con la cabeza.

—¡Hazel! —Rafael frunció el ceño, la sostuvo en sus brazos y luego comenzó a alejarse.

No podía creer que ella lo estuviera salvando incluso cuando él se negaba. ¿Tenía idea de cuánto había sufrido en esas pocas horas en que no pudieron encontrarla?

Sus ojos se volvieron más fríos y toda la luz desapareció de ellos. Su rostro parecía indiferente y frío, como si todas las emociones hubieran muerto en su corazón.

Pero ella sabía que él estaba enfadado. Así que, no luchó más en sus brazos.

Se inclinó aún más, disfrutando del calor de su cuerpo cuando él resopló fríamente, pero no la apartó.

—¿Por qué los salvaste? —preguntó con una voz llena de frustración—, si crees que eso cambiará su corazón, entonces eres una tonta. Solo les dará ánimos para atacarte de nuevo.