Cuando la voz familiar y encantadora de Dylan llegó a su oído, Savannah pegó un brinco otra vez, su corazón retumbando y palpitando.
—Él ha vuelto.
Y la atrapó.
—Tú... ¿Por qué has vuelto tan temprano? —dijo ella.
—¿Cómo si no iba a saber que te escabulliste de la habitación? —bromeó Dylan—. Oí que le pediste a la enfermera que te comprara un helado. Oh, tienes buen apetito.
Él regresó en cuanto despidió al cónsul. ¿Cuánto tiempo esperaba ella que se quedara fuera?
—Estoy realmente preocupada por Donna —explicó Savannah—. Solo fui a echarle un vistazo.
—Ella está en mejor salud que tú. El doctor dijo que no necesitaba ser hospitalizada. Ya he arreglado un vuelo para ella. Mañana será enviada de vuelta a LA primero —Él no quería que el tiempo de la pequeña mujer estuviese ocupado por otras cosas.
—¿Donna volverá a casa primero? ¿Y yo? —se preguntó Savannah—. ¿No volveremos con ella?
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