Lin Tang no tenía idea de por qué Wang Wen había dejado de hablar a mitad de camino.
No insistió más, su rostro mostraba una sonrisa agradecida.
—No hay nada a lo que no me haya acostumbrado, también me he acostumbrado al trabajo, gracias por tu preocupación, camarada Wang.
En esa época, la mayoría de la gente todavía era bondadosa y gentil.
Incluso si estaban insatisfechos, no actuarían de mala manera, a lo sumo solo te ignorarían.
Tomemos, por ejemplo, al altanero y torpe camarada Zhou Peiyu.
Wang Wen no sabía qué tipo de expresión poner en su rostro y solo podía sonreír con sequedad:
—Eso es bueno, si hay algo que necesites, solo dilo. Todos somos colegas aquí, no hay necesidad de ser tímido.
En cuanto a sus colegas en la Estación de Radiodifusión, Lin Tang estaba muy satisfecha con ellos.
Colegas con los que era fácil trabajar hacían que uno se sintiera relajado de cuerpo y mente.
Lin Tang sonrió suavemente, —Está bien, gracias a todos.
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