Lewis frunció el ceño.
Keira lo miró y asintió ligeramente.
Ya había llamado a su padre, al Tío Olsen y al líder de la Secta Freeman. Ambos habían respondido prontamente, demostrando lo rápido que podían moverse las cosas.
Ahora, la única persona que quedaba era Lewis.
Keira se acercó, lista para explicar sus razones, pero Lewis habló primero. —Si algo te sucede, algunas personas aprovecharán la situación y otras se distanciarán para evitar verse envueltos en el lío. Pero alguien tiene que defenderte. Como mi reputación de tonto enamorado ya está por ahí, bien podría aceptarla.
Keira se quedó sin palabras.
Lewis tenía razón. No podía exagerar solo para complacer a los externos o parecería insincero.
Si las tres familias emitieran declaraciones rompiendo lazos, parecería un espectáculo...
Aclarándose la garganta, Keira dijo suavemente, —Entonces, lo siento por los problemas.
—Servir a mi esposa no es ningún problema. —respondió Lewis con una risa suave.
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