A penas nuestro primer día juntos comenzaba y Naomi ya había destruido la vida de una persona. Lo había hecho por mí y eso me tenía demasiado emocionado. Me hacía sentir más que una herramienta, me hacía sentir especial.
Ella era la mejor catástrofe que podía pasarle a una persona, te destruía, destruía todo de ti; sin embargo, la dejabas hacerlo, dejabas que acabara contigo de una manera hermosa, justificabas sus acciones con el único fin de seguir sintiendo el daño que te provocaba. Daba una sensación asquerosamente reconfortante cada vez que lo hacía o, al menos, provocaba esa sensación en mí.
Era horriblemente hermosa su manera de querer e increíblemente tolerante mi manera de amar, nos acoplamos el uno al otro... pero eso no quería decir que fuera sano.
Y no logré ser consciente de ello hasta ya muy tarde.
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Junio 14
18:30
—¿Tienes hambre, frío...? —Cuestiono pasando detrás de sofá donde se encuentra mirando la televisión, particularmente observa las noticias.
—Tengo algo de frío. —Responde acomodando su suéter gris de talla grande.
—Iré por una manta, si tocan la puerta puedes esconderte en mi habitación. —Digo entrando a la susodicha y tomando una manta de la parte superior del armario, lugar donde escondí la ropa de Naomi a petición de ella.
—Claro —Responde desde el sofá. Vuelvo dejando la manta sobre su cuerpo cobijando cada parte para mantenerla caliente. —. Siéntate conmigo. —Me siento a su lado mirando las noticias igualmente, aburridas, como siempre. Hablan de pura mierda.
Me toma por sorpresa cuando Naomi se sube sobre mí, como aquella vez en el auto. Sus piernas a cada lado de mi cadera, su cuerpo tibio rozando el mío y sus manos sobre mi pecho.
—¿Qué haces? —Cuestiono tomando su cintura provocando una pequeña contracción por su parte, mis manos están heladas a comparación de la piel cálida que se asoma por debajo de él suéter y la camisa del pijama.
—Tienes las manos frías. —Su comentario, tendiendo más hacia queja y reprendimiento, me saca una leve sonrisa. Más aún al ver la piel de su cuello erizarse a causa mía, yo provoco esas sensaciones.
—Perdón, deja que se caliente. —Respondo sobando la curva de su cintura con delicadeza. Ella se remueve un poco sobre mi regazo y se acerca a mí para envolverme en un abrazo.
—¿Sabes abrazar? —Me burlo de su acción mientras sumerge su cara en mi cuello erizando mi piel con su cálido aliento.
—Claro que sé —Responde, respiro hondo al sentir su húmeda y caliente lengua sobre mi cuello, recorriéndolo lentamente. —, sé otras cosas también. —Susurra en mi oído mientras apreta su cuerpo contra el mío, lo suficiente para revelarme la falta de sujetador en sus pechos.
Hago presión sobre su cintura en espera de otra lenta caricia de su parte, pero no pasa. Puedo sentir su sonrisa contra mi cuello y su lenta respiración contra los cabellos de mi nuca.
—A veces, creo que te odio. —Murmuro echando la cabeza para atrás, apoyándola en el respaldo del sofá.
—Yo también te quiero, Dom. —Dice, sé que sólo quiere llevarme la contraria. Lo hace para molestarme, como una broma, pero la sútil y, a penas, perceptible idea de que no sea una estrategia para exasperarme me hace sentir esa sensación cálida y ése característico cosquilleo en el estómago.
Sus caderas se balancean lentamente hacia adelante y hacia atrás en un lento vaivén mientras me rodea en sus brazos y sus pechos sin sujetador se estrujan contra mi pecho. La tentación es enorme, pero sé que no debo.
—Deja de moverte así. —Advierto forzando la detención de sus movimientos al presionar sus caderas contra las mías. Un error bastante obvio a mi parecer. La cara de Naomi no expresa sorpresa, ni vergüenza.
Sino una sonrisa rayando en la burla y expresando malicia.
—¿O qué? —Me reta moviéndose con más fuerza debido a mi agarre. —No parece disgustarte, al menos, no allá abajo.
—Detente, Naomi. —Pido apartando la mirada. Ella me mira divertida y, al primer suspiro que me saca, se detiene abruptamente.
—Me iré a la cama.
—A penas son las siete. —Murmuro con un gran problema entre las piernas, un ducha de agua fría calmará ésto antes de dormir.
—Dije que iría a la cama, no que dormiría —Aclara ya en el marco de la puerta. —. Puedes venir a dormir conmigo o duerme en el sofá, como gustes. —Escucho como cierra la puerta y finalmente me centro en mi erección.
Maldita seas, Naomi.
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23:23
Aparto a Naomi hacia un lado para entrar en la cama, es tan tibio y caliente el lugar donde se encontraba. No se despertó, parece tener el sueño bastante pesado. Está casi cubierta por completo con la manta de hace un rato, sus ojos cerrados, sus labios entre abiertos y su tranquila respiración me hacen acercarme.
Quiero verla de cerca.
Besarla ahora sería demasiado fácil, tan indefensa y ajena de la situación. Si le diera un beso, ¿quién lo sabría? Únicamente yo. Me acerco hasta sentir su respiración mezclarse junto a la mía, elevo su mentón para tener un mejor ángulo de sus labios semiabiertos y me acerco decidido; Sin embargo, a pesar de mi decisión y seguridad, me detengo.
Muerdo mi labio en reproche y me giro para dormir. No debo, lo sé, pero la tentación es demasiada para alguien tan débil como yo.
Es como estar muriendo de hambre y tener en fruto prohibido frente a ti. Tan provocativo, pero prohibido. Algo que es absolutamente indebido, y así será siempre entre nosotros.
Dieciséis años no es una diferencia que se tome a la ligera, esa es la perpetua brecha entre nosotros. Mientras su edad avanza un paso, la mía lo hace igual para mantener esa brecha, esa distancia entre nosotros. No importa cuánto tiempo pase, siempre estará allí.
Y eso le da un sabor extraordinariamente sublime a nuestra convivencia. Un sabor distintivo y único que sólo existe entre nosotros, algo que le da ése toque especial a una simple caricia.
Y, sobre todo, a una pequeña palabra.
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Junio 15
10:39
—¿Tienes alguna idea sobre la presentación? —Le pregunto a Víctor que juega con una grapadora manual. Yo permanezco recostado en el respaldo de la silla en espera de una idea revolucionaria sobre el rendimiento en ventas y publicidad de la empresa.
—¡Por supuesto! —Exclama golpeando su escritorio con la palma de la mano, a veces, agradezco nuestra humilde oficina donde estamos sólo él y yo para no pasar vergüenza ajena. —Hay que dar bailes privados. —Sugiere dejando la silla y meneado el trasero frente a mí escritorio.
—Vaya, huesudo. —Comento a lo que el se tapa el trasero con una carpeta avergonzado.
—Así huesudo te encanta, amor mío —Hace una mímica de algún felino salvaje en busca de ser sensual.
—He visto abuelas más sensuales en el autobús. —Comento para enojarlo, él rodea mi escritorio y tira de mi silla de rueditas para que le haga frente.
—Es que nunca me has visto en acción —Afirma meneando sus caderas sobre mi entrepierna. —. Soy lo más sensual que has visto, admítelo.
Una carcajada deja nuestras bocas sofocando el silencio de la oficina, Vic sigue sentado en mis piernas planteando leves movimientos en esa zona.
—Olvídalo, no me pondrás duro. —Afirmo haciendo que se levante para girarme de nuevo hacia mi escritorio y computadora. —¿Te parece comenzar por las ventas de inicio de año?
—Demasiado trabajo. —Protesta.
—No quiero oír tus quejas, ¡necesito soluciones! Y espero no sea un prostíbulo. —Recrimino ante su inminente idea de un prostíbulo o algo así, lo veo reír un momento y pensar con detenimiento.
—Bien, bien, reina del drama, vamos a comenzar con la estadística de mes a mes, comparamos en gráficas y hacemos la presentación a partir de las estadísticas más bajas y las más altas en el año.
—Eres brillante...
—Gracias. —Lo vanidoso se le iba a empezar a subir a la cabeza en poco tiempo.
—Pero eres flojo.
—¿Nunca puedes simplemente decir "buen trabajo, Víctor, te mereces un aumento"?
—¿Aumento de qué? Literalmente desperdiciamos una media hora porque no parabas de mover el culo.
—Soy sensual, admítelo.
—Tan sensual como mi abuelo el leotardo.
—Iugh —Hace una mueca se asco abrieron su laptop. —, lo imaginé con más detalles de los que debería.
—Comenzaré a hacer la portada de la presentación; tú haz los cálculos de enero hasta hoy.
—Claro, jefe puto.
—Deja ese apodo, harás que nos echen a los dos.
Realmente las presentaciones no son lo complicado, básicamente consiste en colocar gráficos lindos, palabras simples y la famosa gráfica de pastel para que los empresarios hijos de papi debatan una hora sobre que hay que hacer para mejorar ganancias y simplemente lleguen a la misma conclusión una y otra vez: Más publicidad.
Lo complicado de todo viene después, cuando tenemos que rectificar todas y cada una de las publicidades salientes, no deben tener ningún tipo de error.
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16:34
—Los cálculos están listos. Iré a la cafetería aquí junto, ¿quieres algo?
—Un té de manzanilla. —Respondo tecleando las últimas palabras de la presentación, sólo faltaría introducir las gráficas con los números.
—Tienes gustos de abuelo, ¿lo sabes?
—Ajá, ya vete. —Exijo lanzándole un bolígrafo a lo que cierra con fuerza y desaparece dejándome sólo en la habitación.
Miro mi celular, casi es hora de salir y volver a casa con Naomi. Me parece irónico cómo hace unos meses a penas tratábamos y cómo de repente cambió todo. Ahora está en mi casa, conmigo.
Golpean la puerta con tres golpes constantes y fuertes.
—Dominick Grossman, es la policía. Abra la puerta.
Sentí que me faltaba el aire, pero Naomi nunca deja nada al azar, por lo que retomé la compostura y me senté correctamente. Ella no dejaría que nada malo me pase, es una niña, pero es más inteligente que muchos adultos.
—Pase. —Indico esperando que la puerta se abra, lo hace. Dos policías se adentran en la oficina cerrando la puerta detrás de si mismos.
Uno de ellos es el padre de Naomi. Un hombre delgado, alto y cabello azabache con canas esparcidas aleatoriamente por toda su cabeza. Las ojeras profundas debajo de sus ojos marrones delatan que no ha dormido nada últimamente.
—¿Usted es Dominick Grossman? —Cuestiona el otro oficial, un hombre regordete de mejillas sonrojadas y uniforme azúl, distinto al traje del Señor Benet.
—Lo soy, ¿tengo algún asunto pendiente con la policía?
—Soy el policía González, el es el jefe de policía Benet. Queremos saber que hacía la señorita Benet en su auto ayer por la mañana.
Una pesada carpeta negra cae frente a mí en el escritorio, el señor Benet la ha dejado caer. La abro para observar una foto de mi auto mientras Naomi sube al mismo.
—La acerqué a la universidad, dijo que era su primer día e iba tarde por un asunto —Miro al Señor Benet a los ojos cansados de un padre preocupado. —... familiar.
—¿Puede comprobarlo? —Cuestiona el padre de Naomi, pasando la hoja de la carpeta, hay más fotos, la mayoría de mi auto en un esfuerzo por fotografiar el interior.
—La dejé en la universidad, alguien debe haberla visto allí —Respondo pasando a la siguente página: sólo es un informe sobre mi apariencia y una foto de mi licencia de conducir. —. ¿Por qué tantas preguntas? Antes de darle ese aventón, no había tratado con ella en semanas.
—¿Por qué motivo? —Pregunta el policía.
—Dijo que su familia no me quería cerca, así que me alejé. Además, ya que recuerdo, el día que la recogí le sangraba la nariz. —Comento observando al Señor Benet. —¿Sabe porque le sangraba la nariz a su hija, señor?
—Insinúas que la golpeo, ¡maldito infeliz! —Arremetió contra en escritorio con fuerza, el mismo rodó unos centímetros en el suelo.
—Alexis, cálmate. —Exije el gordo policía González, cuyo botón de la camisa parece estar a punto de dejar ciego a alguien.
—No han respondido mi pregunta. ¿Por qué tantas preguntas sobre Naomi?
—La señorita Benet está desaparecida desde ayer. —Indica el policía tomando la carpeta y al señor Benet del brazo el cual está rojo de cólera, un poco más de enojo y esa vena en su frente explotará.
—¡¿Qué?! —Exhalo. —Pero ayer estaba bien, la dejé en la universidad y la vi entrar...
—Es usted una de las últimas personas que la vió ese día, así que debemos tomar las precauciones necesarias —Rebusca con sus regordetas manos entre los papeles de la carpeta y saca un papel en particular. —. Necesitamos que acceda a una orden de cateo para eliminarlo como sospechoso.
Sobre la mesa, frente a mí, dejo el papel con la dirección de mi casa y el procedimiento que van a llevar a cabo si doy mi consentimiento.
—Firme aquí. —Señala una línea horizontal al final de la hoja.
Firma del propietario:__________
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He de admitir que en ese momento no supe que hacer, me sentí pedido y acorralado. Sabía del abuso de Naomi, pero no tenía como comprobarlo más que con la propia Naomi, pero esa era un opción que me rehusé a tomar.
Tal vez desde su punto de vista, se vea mal. Un hombre adulto escondiendo a una adolescente en su casa, viviendo bajo el mismo techo y ocultando todo a la policía. Suena mal, lo sé; sin embargo, ¿cómo llegamos allí? Todo tiene un porque, ¿no?
Cambiemos un poco de perspectiva: Están agrediendo físicamente a la persona que ustedes más aprecian, pero esa persona no puede decir nada, está demasiado asustada para hacerlo. No pueden denunciarlo, debido a que dicho agresor de su persona amaba es el jefe de la policía y desaparecería la denuncia a penas sea hecha.
¿Ustedes dejarían que su ser amado cargue con esa cruz hasta no poder más?
Aquí les pregunto, ¿qué habrían hecho ustedes?