No pude dormir el resto de la noche pensando en Nick. Cada vez que cerraba los ojos, solo podía ver esa horrible máscara.
Me sentí atrapado en un abismo de emociones contradictorias y confusas que abrumaban mi alma.
Estaba tan feliz de saber que mi hermano estaba vivo, que estaba bien, pero no podía entender lo que ocultaba, ni las cosas que me dijo. No tenía a nadie con quien hablarlo; así que solo pude desahogarme llorando en silencio hasta el amanecer.
No podía dejar de preguntarme: ¿cuándo lo volvería a ver?
— ¿Estás bien? —Adrián, quien caminaba a mi lado rumbo a la escuela, me tomó desprevenido al pararse frente a mí, deteniendo mi caminar—. Te ves más distraído de lo normal. ¿Te pasó algo, bebé?
No sabía qué decirle. Esta mañana, recibí un mensaje de Nick, uno que sentí como advertencia.
"Lo de anoche es un secreto".
— Ah, no, no… No tengo nada.
— ¿Es por los tipos que mataron en Worsley? —mi corazón dio un salto.
— ¿Qué?
— ¿No lo sabías? Está en la primera plana del periódico. Mira —Adrián, lo sacó de su mochila y me lo entregó.
Quedé absortó con la fotografía en la que aparecían los hombres de anoche, crucificados en tres de los cuatro postes de luz de la avenida en Worsley, amarrados del cuello hasta los pies, con las vísceras de fuera, sin ojos ni dedos. La brutalidad de la escena era tan gráfica hasta el punto de revolverme el estómago.
El pensamiento que cruzó mi mente me llenó de pavor
¿Nick… había hecho esto? No, no, no. Me negaba a creerlo… Pero, entonces, ¿quién más pudo haber sido?
Tragué saliva, le devolví el periódico a Adrián y apresuré el paso, adelantándome.
—¿Arthur?
Iba a paso veloz, con la cabeza agachada, dando vueltas a los mismos pensamientos una y otra vez, carcomido por la ansiedad. Ni siquiera me fijé por donde iba.
Me estrellé contra alguien alto de cuerpo firme y fuerte que me agarró de ambos brazos para no dejarme caer para atrás.
Levanté la mirada, observando absorto a Noé.
— Hey, ¿te lastimaste? —llevaba las mismas gafas oscuras tapando sus ojos, pero ni eso opacaba la belleza de sus rasgos.
Mi mente viajó a la noche anterior, recordando las palabras de mi hermano. Me pidió permanecer cerca de él, de ese chico que apenas había entrado a la escuela ayer y solo había visto una vez, pero ¿Por qué? ¿Ellos estaban conectados? Si era así, todo eso no era una coincidencia.
— Te recuerdo —comentó tras contemplarme unos segundos—. Eres el tipo distraído de ayer —Espabilé en cuanto me reconoció, concentrándome en el presente.
— A-ah… Yo… — me quedé paralizado como una estatua, sintiendo el calor apoderarse de mi cara al contemplar lo sexy que era de cerca.
Estaba embobado por sus rasgos finos, pero varoniles, el fuerte agarre de sus manos grandes y toscas cuyos nudillos resaltaban maravillosamente al igual que las venas en su atractivo cuello.
No me había percatado de que continuábamos en la misma posición, con mis manos reposando en su pecho.
— ¿Y tú quién eres? —la gruesa voz de Adrián, quien recién llegaba, me estremeció e hizo separarme nerviosamente de Noé.
Por alguna razón, me sentí culpable.
La mezcla de enojo y confusión marcadas en su rostro me puso incómodo; así que intenté disimular que no había pasado nada.
¿Habrá notado mi sonrojo? Ojala que no.
Adrián me tomó de la mano, atrayéndome a su costado con intenciones de alejarme de Noé.
— ¿Te está molestando? —interrogó mi novio en plan amenazante, clavando con ferocidad sus ojos en el alto muchacho.
— No, Adrián, yo fui quien lo golpeé sin querer. Chocamos porque no me fijé en el camino y él solo…
— No te preocupes, chico. No me importa —miró a Adrián como si le diera risa la expresión amarga que este traía, pero le ofreció su mano amigablemente.
— Noé Marshall, de tercero —Adrián pareció dudar en corresponder el saludo, pero finalmente, aceptó estrechando su mano y relajando su expresión.
— Adrián Hale, de primero —declaró con firmeza, soltándose inmediatamente—. Ven, Arthur. Podríamos llegar tarde a la primera clase —Me obligó a seguirlo llevándome de la mano.
Miré atrás una última vez. A pesar de sus gafas oscuras, vi los ojos de Noé dedicarme un guiño.
Nuevamente, mi corazón se aceleró ante la extrañeza de su gesto.
Al escuchar la campana, me despedí de Adrián y fui con mi grupo a clase.
Sentado en mi pupitre, esculqué en el bolsillo de mi pantalón, descubriendo un pedazo de papel que estaba seguro no tenía antes: Era una nota doblada en dos.
"Te veo en los baños del segundo piso a las 11:00".
-Noé.
Esa era la hora de descanso.
¿Qué rayos? ¿Lo había puesto en mi bolsillo cuando chocamos? ¡No me di cuenta! Seguramente por estar embobado en su increíble atractivo.
Pensar en nuestro repentino encuentro de hace rato hace que me derrita... ¡No! ¡Reacciona, Arthur! Ya tienes un novio, uno del que… no estás exactamente enamorado, ¡pero de todos modos... ! No es justo para él, no lo merece.
Aunque…
¿Qué hago? ¿Debería ir? ¿Qué le voy a decir a Adrián? Agh... Supongo, que tendré que pensarlo.
Durante las siguientes cuatro horas, no estuve prestando atención a las clases ni indicaciones de los profesores, solo anotaba todo lo que ponían en el pizarrón como robot. No podía dejar de esperar con ansias la hora del almuerzo, pero no una ansiedad entusiasta, sino... una que me hace sentir pequeño e indefenso.
Eran las diez y cincuenta. Saqué mi celular y le mandé un mensaje a Adrián.
"Perdón, no podré comer contigo hoy. Tengo unos trabajos que terminar".
No tardó en responder.
"No te preocupes, bebé. Lo entiendo ( ˘ ³˘)♥ ".
Me sentí fatal por mentirle tan descaradamente, él era tan bueno conmigo.
El toque anunció la hora que estuve esperando toda la mañana. Tomé mis cosas y salí disparado al punto de encuentro.
¿Qué estaba haciendo? ¿Para qué quería verme? Estaba seguro que tenía que ver con Nick, así que me sentía obligado a ir.
Esperaba encontrarlo parado fuera del sanitario al llegar, pero no estaba ahí. ¿Habré llegado muy rápido? Mierda, parezco desesperado.
Pensé en esperarlo dentro, creí que me vería como un idiota parado fuera del baño haciendo nada.
Recargué mi espalda en la pared y revisé aburrido mi celular hasta que escuché un portazo.
— No había notado los aritos en tus orejas. Te quedan bien —Noé se había puesto a lado mío, recargando un brazo sobre la pared mientras me miraba agachando la mirada, como si me acechara.
Tuve que tragar saliva por los nervios.
— Qu-que... Que-que... ¿Querías verme? —sentí mi cara arder por mi torpeza al hablar.
— Sí —sin previo aviso, acarició mi oreja con la yema de sus dedos, peinando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
Me estremecí.
— ¿Q-qué haces… ?
— Tu cabello se ve bien así de largo —sonrió prepotente, como si estuviera disfrutando el verme temblar como una gelatina.
No sabía que hacer más que encogerme de hombros, mirando el piso.
— Tuviste una mala noche, ¿no? —retiró su mano de mi cabello, llamando mi atención—. No fue nuestra intención asustarte, así es como mi gente hace las cosas.
— ¿Tu gente? ¿Te refieres a...?
— Nicolás. Exacto.
— Y tú... ¿Cómo estás conectado con él?
— Somos íntimos —respondió sin más.
¿Por qué será que me habrá sonado tan extraño?
Noé pareció darse de mi pensamiento por mi cara.
— No es lo que piensas… En fin, mira: formo parte de una organización que maneja negocios de los cuales no puedo hablarte, pero me quedaré contigo para mantenerte a salvo y te iré explicando algunas cosas en lugar de Nicolás. Y cuando estés listo, él te buscará.
— Espera un momento, todo esto es muy raro y pasa demasiado rápido. ¿Me mantendrás a salvo? ¿De qué? —se inclinó cerca de mi cara, tan cerca que creí que me besaría, cerré los ojos y lo esperé asustado.
Contrario a lo que esperaba, me susurró al oído.
— De nuestros enemigos —abrí los ojos, ofuscado por la palabra "enemigos"—. Nicolas tiene muchos. Hasta que él no arregle muchos de sus asuntos con esas personas desagradables, no podrán vivir juntos.
— ¿Q-qué? ¿Qué es lo que mi hermano ha hecho? Suena como si fuera un criminal.
— Solo digamos que en el bajo mundo, su reputación fue lo que le dio su nombre, lo llaman: "El Demonio" —agrandé los ojos con incredulidad ante ese alias.
— ¿Demonio? ¿Por qué?
— Lo sé, es un poco exagerado, pero no es una broma. Nicolás Beryclooth es una persona peligrosa. Piensa en toda la gente ingrata, hipócrita y los idiotas que te molestaban y se burlaron de ti en la secundaria, esos jefes de mierda que te trataron tan mal. Nunca lo notaste, pero ¿quién crees que los hizo desaparecer? —sentí el frío apoderarse de mi cuerpo y sangre, me puse rígido del susto ante tal revelación.
¿Desaparecer? ¿Cómo había podido hacer eso?
"...te he cuidado desde las sombras".
Sus palabras resonaron en mi cabeza con un suave eco.
— Creo que puedes irte haciendo una idea de en qué está metido —se apartó un poco para ver mi reacción, permitiéndome respirar libremente sin sentirme ofuscado por su cercanía—. ¿Es suficiente información para ti? Porque no es ni la mitad de la historia.
Sentí que no podía respirar. La impresión me había pegado tanto que me hizo sudar. No tenía palabras, ni idea de cómo reaccionar.
Junté mis manos temblorosas sobre mi pecho, percibiendo los latidos de mi agitado corazón.
Mi hermano... ¿Era algún jefe de pandilla o algo por el estilo? No tenía sentido. Mi hermano no podía ser un asesino.
— Te ves mal... —Noé me acarició la mejilla, disolviendo mis pensamientos con esa enigmática melodía seductora que tenía por voz—. Pero no tienes que temer, nadie te hará daño. Tienes suerte de ser lo más valioso en la vida de tu hermano.
Me acorraló contra la pared poniendo una mano a lado de mi cuerpo y otra sobre mi cabeza.
Los pocos centímetros de distancia entre nosotros fueron disminuyendo más y más, aproximando sus labios a los míos lentamente. La mano apoyada en la pared, envolvió mi cintura en un abrazo que me pegó a su cuerpo.
Inhalé la exquisita fragancia de su colonia masculina que se introdujo en mis fosas nasales haciendo reacción en todo mi cuerpo como si se tratara de una droga.
— No debes tener miedo, Arthur —estaba seguro de que mi rubor se extendía hasta mis orejas en aquel momento. Mi cuerpo se agitó al sentir un tirón intenso en mis genitales por tener su cuerpo tan cerca del mío.
Estaba teniendo una erección que creció hasta chocar contra un bulto, uno grande.
¡No me jodas! ¡Malditas hormonas!
Lo empujé exaltado antes de que mi estupidez llegara a más y salí corriendo del baño dirigiéndome hasta el otro edificio a todo pulmón. Me metí en los baños del primer piso, encerrándome en el último cubículo y me senté en la taza jadeando agitado.
Joder, ¿qué había sido eso? Excitándome por un chico al que apenas conozco y que puede ser peligroso. Todo lo que me dijo… ¿Realmente se reducía a pleitos de simples pandilleros? No tenía certeza de nada. Me tenía confundido y asustado.
Me tallé la cara con ambas manos, abrumado. Miré la erección atrapada en mis pantalones; necesitaba aliviarme, pero no era el momento ni el lugar.
Mierda, nadie nunca me había excitado con solo abrazarme.