Andrés Punto de Vista
El aroma de mi compañera llegó a mí incluso antes de que tocara la puerta.
—Pasa, cariño —dije, manteniendo mis ojos en los papeles frente a mí.
Entró y cerró la puerta tras de sí.
—¿Te estoy molestando? —me preguntó en voz baja.
Levanté la mirada hacia ella y sonreí.
—Nunca —dije mientras la atraía hacia mí—. ¿Qué sucede?
Se acercó a mí y se sentó en mi regazo. Coloqué mi mano en su muslo y lo acaricié suavemente.
Habían pasado tres meses desde que se mudó a nuestra manada, y no podía estar más feliz. Era una mujer increíble, y era tan afortunado de tenerla.
—Quería esperar hasta que llegaras a casa, pero Daphne me hizo venir aquí —suspiró Margarita.
Mantuvo sus ojos bajos, y jugaba nerviosamente con sus dedos.
Fruncí el ceño. Mi corazón acelerado. ¿Había algo mal? ¿Estaba herida?
—¿Qué sucede, Margarita? —pregunté preocupado.
Ella me miró y me dio una pequeña sonrisa.
—Nada está mal —dijo suavemente—. Solo estoy un poco preocupada por algo.
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