1
Era una cálida noche de Julio cuando mis aventuras comenzaron, si la fortuna o el destino fueron los responsables de que estuviese en mi observatorio esa noche me es desconocido pero en cualquier caso le estoy agradecido a ambas… y a ella.
Nací en la ciudad de Londres el veinticinco de Marzo del año de 1864, el año en que los Estados Unidos dio por terminada la guerra de Secesión o la guerra civil siendo los estados confederados del Norte los vencedores. Durante mi tierna infancia me sentaba en el jardín de mi hogar, en una pequeña finca, y durante las noches observaba las estrellas maravillado por su magnificencia. Solía preguntarme que había más allá de ese cielo oscuro y estrellado. Cuando curse mis estudios, en el internado de la ciudad de Oxford, me destaque en literatura y geografía. Mis notas en matemáticas no eran las más sobresalientes; pero tampoco eran las más bajas. Mi fascinación por los estudios me alejo de cualquier contacto social con mis compañeros escolares. Durante los estudios secundarios superiores pude conocer a un joven muchacho que compartía mis gustos por la geografía, literatura y mi pasión mas reciente: la astronomía.
Su nombre era Timoteo o Timmy Steel, era un muchacho de agraciadas facciones y cuerpo de adonis. Su padre era un oficial del ejército británico cuyas hazañas bien podría llenar en otro libro. De cabello negro largo y ojos azules, aquel idóneo muchacho parecía más interesado en seguir la carrera de abogacía, que en seguir los pasos de su padre en el ejército.
Sin lugar a dudas era la clase de amigo con el que había soñado. Inteligente y audaz. Aun así, por alguna razón, no podía terminar de entender que era lo que me faltaba en la vida. Hasta que Tim me lo dijo en una curiosa conversación que tuvimos.
- Una mujer mi buen amigo- me dijo Tim con una sonrisa en el rostro- eso es lo que falta en tu vida, pasas mucho tiempo con los libros, necesitas salir y conocer a tu media naranja como algunos jovencito dicen en estos días
- ¡Ha!- exclamé- Tim, mi estimado amigo, tú me conoces muy bien, si hay una persona en este mundo a la que le irritan las frágiles y quejumbrosas mujeres, soy yo
- ¡John caramba!- dijo mi buen amigo, con mucha sorpresa ante tal afirmación – me impactas amigo mío, ¿Por qué razón te molestan las cosas más bellas de la creación?
- Porque suelen ser un verdadero fastidio Tim, tú me has contado las anécdotas de tu venerable padre cuando ha estado en campañas militares en otras partes del mundo, suelen ser mas una carga para él que una ayuda, se desmayan, son frágiles y al ver a alguien moribundo o muerto lejos de ayudarle lanzan gritos desgarradores y cómicamente patéticos, por no mencionar que su nivel de inteligencia es completamente inferior al de un hombre, lo último que necesito en mis investigaciones es un pedazo de porcelana andante que se rompa ante el primer contratiempo
- Pero John amigo- añadió Tim, con una sonrisa muy extraña- a veces suelen ayudar a satisfacer al hombre en zonas que uno no puede satisfacer solo, como cuando a uno le da comezón en la espalda
- Olvídalo Timmy, tengo planes muy importantes en mente y no deseo que una mujer lo arruine o entorpezca
- ¿Cuáles son tus planes John?
- De momento conseguir trabajar en un observatorio, posteriormente a eso conseguir una fragata y navegar hacia los polos, ¡descubrir el último misterio del mundo amigo mío! ¡Ser un explorador del ártico!
De esa conversación pasaron dos años y logre, gracias al dinero que mi padre William Rumble me prestó, adquirir mi propio observatorio.
- Pienso que malgasta su vida Jonathan- me dijo con un tono completamente severo
- Si piensa eso estimado padre, ¿entonces por qué me presta su dinero?- le pregunté con un tono tranquilo; pero serio
- Porque no deseo verlo muerto de hambre, nunca deseo eso a nadie, sea mi hijo o un desconocido- añadió mientras tomaba su periódico y se sentaba en su sillón- ya sabe donde se encuentra la salida, que tenga un buen día
- Igualmente- le salude y me retire.
2
Sabía que había decepcionado a mi padre. Él deseaba que fuese doctor y no un aventurero y menos un astrónomo. Sus últimas palabras dejaban muy en claro que ya no me vería como hijo suyo; pero no importaba. Ahora todo seguiría como lo había planeado. Supongo que incluso en decepcionar a nuestros padres también Tim y yo nos parecíamos.
De haber sabido todo lo que el futuro me depararía, quizás hubiese pensado las cosas dos veces; aun así no me arrepiento, porque fue gracias a esa decisión que la pude conocer a ella. A la Exploradora de Grumsier.
3
Debían ser las doce de la noche, cuando un ruido me despertó. Había estado trabajando hasta tarde esa noche en el observatorio. Estuve observando en el firmamento lo que parecían estrellas en constante movimiento. Intrigado consulte un viejo libro de astronomía, en el cual salían todos los movimientos de los astros registrados hasta el momento. Tras leer un poco, pude ver que dicho movimiento era una posible lluvia de meteoritos. Me era difícil saber con exactitud cuándo pasarían cerca de la tierra. Desde mi telescopio se veían muy lejanas de donde podían encontrarse. Calcule una semana como mucho; pero no me sentía muy seguro con dicha afirmación. Razón por la que me quede más tiempo observando su lejano movimiento, hasta que me dormí.
Fue aquel estruendo el que me despertó. Sonaba como que alguien había entrado a mi observatorio y ahora estaba desarmando la biblioteca que tenía abajo.
El observatorio se dividía en dos pisos. En el piso suelo se encontraba una biblioteca con varios tomos viejos y pesados de astronomía, algunos databan del siglo 16, en la parte superior se encontraba el telescopio, una cama y una segunda repisa, con libros más recientes del estudio de las estrellas y planetas junto con otros libros igual de viejos de geografía.
Tenía una puerta de entrada que era de acero inoxidable. La había mandado a hacer con lo que quedaba del préstamo de mi estimado padre. Razón por la que era imposible que alguien pudiese entrar tan fácilmente, en especial después de que la cerrara bajo llave y hubiese puesto el pestillo.
Al despertar me quede inmóvil durante un minuto. Quería oír de nuevo aquel ruido, solo para estar seguro de que no había sido mi imaginación. Pasaron unos minutos y no escuche nada. Me disponía a cerrar los ojos cuando lo volví a oír. Esta vez era el sonido de alguien que estaba sacando los viejos tomos y los ponía sobre el escritorio, que se encontraba cerca. Después de eso se ilumino la habitación de abajo. Mientras que la luz de la luna me iluminaba, pude observar las sombras que se movían abajo, junto con ellas también se escuchaba el ruido que hacen las hojas de los libros al ser pasadas con mucha rapidez.
Decidido a no dejar que nadie robara mis preciosos tomos, me levante de mi cama y busque algo con que defenderme; pero allí no tenía ni un bastón siquiera. Sin mucho con que defenderme decidí sacarme el cinturón, lo usaría como látigo contra aquel intruso.
Estaba muy asustado cuando empecé a bajar las escaleras, a pesar de mis anhelos de ser un explorador, no estaba acostumbrado a las riñas o la violencia en sí misma. Aun así no podía dejar que algo tan nimio como el miedo me detuviera. Bajaba lo más lento que podía, para que aquel ladrón no me escuchase. Después de bajar el sexto peldaño fue cuando la vi.
4
Si la expresión "amor a primera vista" pudiera usarse, pues yo diría que eso fue. Allí, sentada en mi silla de madera, se encontraba leyendo una joven muchacha. De unos veinte o veintidós años posiblemente, de larga cabellera dorada y dulces ojos azules. Aquella chica se encontraba leyendo, con el ceño fruncido, el mismo tomo que yo había leído más temprano. Su piel era blanca. Su vestimenta era lo que sobresaltaba en ella, bueno aparte también de su cabello dorado, el cual se veía muy descuidado y despeinado.
Tenía una camisa blanca con curiosas decoraciones doradas en la parte superior de la misma, eran como puntas de flecha en forma horizontal, llevaba pantalones de color marrón oscuro o negro y unas botas negras. Al principio no lo creía; pero era verdad, una mujer estaba llevando pantalones. Tenía como un cinturón de seda rojizo y al costado se encontraba una pistola muy antigua. Su culata era de madera; pero el resto era oro puro. En el cuello de la dulce muchacha, había una pequeña bolsita de cuero verde, en el que podía ser que llevase la pólvora. Tenía un saco enorme de color verde colgado en la cabecera de mi silla. Una boina de color negro con una pluma blanca al costado derecho le adornaba su cabeza.
Su rostro era lo más hermoso que habría visto en la tierra, poseía una expresión seria y casi de enojo en ese momento, lo que resaltaba su mirada dulce y profunda en aquellos ya mencionados ojos azules como el océano.
5
- Disculpe… ¿pue…puedo ayudarle?- pregunté con la voz casi entrecortada.
Levanto su cabeza y me miro, por un momento parecía algo sorprendida, ya que no debía esperar que alguien estuviese allí, luego sonrió y me dijo con una voz agradable; pero directa y algo masculina.
- ¡Vaya!, ¿te he despertado cielo?
- Si, lo ha hecho señorita- le respondí sorprendido por su forma tan suelta de hablar
- Lo lamento chico- se disculpo con un acento muy marcado, era algo que no se esperaba oír nunca en una jovencita. El acento de alguien que es alcohólico- pero no tengo tiempo para ser damallerosa con un caballerito
- ¿Damaque?- pregunté, era la primera vez que oía dicha palabra y por la forma en que la dijo daba a entender que era un término muy despectivo. Sobre todo la palabra caballerito
- Damallerosa cariño- me repitió con el mismo tono. Luego dio una expresión de sorpresa; para terminar cerrándose los ojos, mientras se daba una palmada en la cabeza
- Cierto que no estoy en mi mundo, siempre lo olvido, que tonta soy- murmuró
- ¿Cómo se llama señorita?- le pregunté, algo extrañado por su presencia.
Ella se levanto del asiento, mientras yo bajaba a su encuentro. Una vez que estuve enfrente de ella fue que nos presentamos.
- Mi nombre es John Rumble- le dije, estrechándole la mano. Ella dándome un apretón muy fuerte para una dama fue que se presento
- Un gusto conocerle John Rumble de Inglaterra, mi nombre es Linnet Bridas de las tierras de Grumsier y soy una miembro de los Exploradores del multiverso, agente del universo 63, de donde provengo- sonrió al decirlo.