Unos segundos después de que las llamas ardieran, Weimar escuchó un sordo sonido atronador.
Venía de muy lejos. Aunque su tono no era alto, era poderoso. Vio que justo al lado de la choza, una columna de tierra se alzaba en sintonía con el sonido.
—¿Qué acaba de suceder?
—¿Se encendió el polvo de nieve?
—No lo parece. Parece que lo hizo esa nave.
—Qué broma. Está a una milla de distancia.
Los caballeros estaban ocupados discutiendo entre ellos. Weimar frunció el ceño y se preguntó.
—¿Podría ser que... el enemigo haya notado algo extraño en el suelo?
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