La salida de Julio Reed no captó la atención de Lucan Davenport.
Después de todo, cuantas menos personas en un bar, mejor.
Tener conocidos alrededor, por el contrario, entorpecía la diversión.
—Señor, ¿a quién busca? —preguntó él.
Cuando Julio Reed se acercó a la puerta de una oficina en el bar, varios guardias de seguridad avanzaron para detenerlo.
—Vengo a buscar a su gerente —dijo Julio Reed.
Julio Reed señaló la oficina del gerente general.
—Vayan e infórmenles —indicó.
Los guardias de seguridad, descontentos, respondieron:
—¿Vienes a causar problemas? ¡Chaval, no seas tan arrogante!
En los últimos años había habido muchos alborotadores en la Taberna Dorada Borracha de Papel, y su autoridad ya no era tan temible como solía ser.
Parecía que desde hace tres años la autoridad de la Taberna Dorada Borracha de Papel ya se había ido, confiando únicamente en su gloria pasada para disuadir a los alborotadores actuales.
Después de todo, nadie sabía cuánto duraría su paciencia.
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