El relato terminó, y un silencio sepulcral cayó sobre el grupo, roto de improvisto por los gritos de Karad, quien llamaba a Prunia con urgencia.
Prunia, con el rostro lleno de preocupación, se levantó de inmediato, seguida de cerca por Pay y por Link. Junto a Karad, entraron en la enfermería improvisada. Allí, en una cama, yacía un hombre hyliano, miembro de la patrulla exterminadora, cubierto de sangre.
—¿Qué ha sucedido? —preguntaron Pay y Prunia casi al unísono.
—Llegó hace unos momentos pidiendo ayuda —respondió Karad con gravedad—. Vino desde la puerta este de Fuerte Vigía. Lo ingresamos rápidamente, intentando que nadie se diera cuenta.
Prunia se acercó al hombre herido.
—¿Tienes fuerzas para contarnos lo que ocurrió? —preguntó con suavidad.
—L-lo intentaré —murmuró el hombre, esforzándose por mantenerse consciente—. Nuestra patrulla fue atacada... una horda de monstruos... más fuertes que antes. Las bajas fueron inmediatas. Mi capitán... me ordenó huir para avisar. El fuerte... hay que reforzarlo... y además...
De repente, el soldado cayó inconsciente, vencido por sus heridas. Prunia, Pay y Karad se miraron, comprendiendo la gravedad de la situación. El Rey Demonio no había dejado de enviar hordas desde su derrota, y las lunas carmesíes se sucedían con alarmante frecuencia, dando a sus enemigos apenas tiempo para respirar.
Link sintió cómo el ambiente de preocupación empezaba a hacer mella en todos. La mirada de Prunia estaba fija en el horizonte, mientras hablaba con voz baja, pero decidida:
—Los muchachos deberían bajar cuanto antes al abismo —dijo Karad, con el rostro sombrío—. No podemos permitir que esto siga avanzando.
—El problema es que no tenemos suficientes defensores en Fuerte Vigía —Prunia miró hacia el abismo cercano—, y si el Rey Demonio decide mandar más monstruos, este lugar no resistirá mucho.
Link observaba en silencio, y aunque intentaba mantener la calma, la sensación de urgencia crecía en su pecho. Sabía que debían decidirse rápido, pero cada opción parecía tener sus propios riesgos.
Prunia dio un suspiro, y mirando de reojo a Pay y a Link, continuó en tono más bajo:
—No podemos esperar a que llegue el destacamento de Hozlar, pero mandar al equipo al abismo sin refuerzos sería una locura.
Link asintió, cruzando los brazos y evaluando en silencio. Sabía que tenían que proteger las aldeas cercanas, pero el fuerte también era clave, y muchas de las patrullas estaban demasiado dispersas por Hyrule como para regresar a tiempo. Reflexionando, propuso:
—Si logramos reubicar las patrullas más cercanas a Fuerte Vigía, quizás podamos reunir una cantidad suficiente de efectivos para una defensa sólida aquí. Al mismo tiempo, si enviamos mensajeros rápidos a las aldeas, los civiles podrían buscar refugio en los pozos que están bien provistos de alimentos y agua limpia.
Pay asintió tímidamente, aprobando el plan. Aunque no apartaba la mirada de Link, se sonrojaba ante el peso de la situación y el posible peligro.
—Es una opción —dijo ella reflexionando—. La verdad es que si el Rey Demonio decide lanzar sus fuerzas, Kakariko podría ser el primer lugar afectado. Pero tienes razón: los pozos podrían servirles. Y sé que Impa, junto a Doriand y Wakat, sabría organizar la evacuación rápidamente.
Link asintió, recordando que Kakariko tenía un pozo muy especial, uno donde se había ocultado la esposa de Dorian, rodeada de calabazas y provisiones. Era un lugar seguro, un refugio natural.
—Hay pozos más alejados que también están despejados. Incluso llegué a encontrar a una mujer practicando canciones ahí abajo. Si algunos poblados pueden organizarse para entrar a los pozos más protegidos, ganarían tiempo para resguardarse mientras nosotros enfrentamos el abismo.
Link estaba inmerso en su plan cuando de repente se acordó de algo.
—Hay que consultar esto con Riju y Sidon —dijo Link, casi por reflejo—. Como líderes de sus respectivas tribus, deben de estar al tanto y contar también con su opinión y aprobación antes de hacer nada.
Prunia parecía dudar.
—Sí, aunque si debatimos demasiado… perderemos horas valiosas. Y además cabe la posibilidad de que, ante el peligro, decidan regresar a sus tierras de forma que nos quedaríamos sin sus valiosas habilidades para enfrentar al Rey Demonio. Necesitamos tanto a Riju como a Sidon aquí —dijo con preocupación—. Pero, dado que Sidon dejó el Dominio en manos de su padre y Muzu, y Riju a Adine, quizás puedan aceptar esta decisión.
Link sonrió, rascándose la barbilla, pensando en los refugios únicos que las Gerudo y los Zora tenían. El palacio ancestral de los Zora era una fortaleza natural, y las catacumbas Gerudo estaban tan bien provistas que hasta tenían una pequeña bodega con bebidas para resistir en tiempos de aislamiento.
—La última vez que estuve en las catacumbas, hasta mejoraron la receta del Shiok y el Shiak... —rió Link recordando el sabor—. Nada mal para un refugio.
Prunia soltó una risa que rompió momentáneamente la tensión.
—¿Ese fue el motivo de tus 'momentos incómodos' en la Ciudadela Gerudo? ¡Ahora entiendo! —bromeó, aliviando un poco la gravedad de la situación.
Link se ruborizó, y Pay, que lo observaba, se sonrojó también, imaginando la escena.
—Prunia, este no es el momento… —dijo Link, todavía divertido, pero con un toque de vergüenza—. Debemos concentrarnos en enviar los mensajes cuanto antes.
—Sí, claro —Prunia le dio una palmada en el hombro, divertida—. Pero cuando todo esto termine, te debo una ronda de Shiok y Shiak. Bueno — Prunia sacudió la cabeza para centrarse de nuevo en las necesidades presentes —sigamos pensando los recursos que tenemos para enviar mensajes. La tableta no es opción, dado que no caímos en la cuenta de dejarles una a cada delegado.
Link cruzó los brazos, pensando en cómo alertar a los pueblos con rapidez.
—Podríamos usar a los pajaritos de Penn —sugirió. Prunia lo miró, considerando la idea.
—Tienes razón. Penn me enseñó a entrenarlos para llevar mensajes a lugares específicos. Enviarlos a las aldeas es nuestra mejor opción ahora.
La expresión de Prunia se iluminó, y llamó a Rotver, quien al acercarse pareció captar la gravedad de la situación a pesar de que se sentía algo frustrado al tener que dejar las fascinantes historias que los aventureros estaban contando.
—Rotver, prepara el laboratorio para los mensajes. Vamos a mandar a nuestros amigos alados con indicaciones claras —le explicó ella rápidamente.
Link y Prunia intercambiaron una mirada. Ambos sabían que convencer a los líderes de las aldeas de aceptar el refugio temporal en los pozos sería un desafío, pero también la mejor defensa ante la inminente amenaza. Con un suspiro de alivio y determinación, Link se volvió hacia Prunia, esbozando una leve sonrisa.
—Una vez que enviemos los mensajes, al menos ganaremos tiempo. Y cuando todo esto termine —le dijo, tratando de aligerar el ambiente—, queda pendiente esa ronda de Shiok y Shiak.
Prunia soltó una leve carcajada.
—¡Lo tomaré como una promesa! Pero ahora, manos a la obra.
Ambos asintieron en señal de despedida y Prunia se dirigió a su laboratorio para redactar los mensajes que enviarían con los pajaritos de Penn.
Link, intentando ahuyentar el creciente nudo de ansiedad que sentía en el pecho, se dirigió hacia la despensa. Su estómago rugía, recordándole que el desayuno ya era un recuerdo lejano. Tomó algunas frutas, con la idea de compartir algo dulce que pudiera levantarles el ánimo a todos. Pero mientras recogía las frutas, no pudo evitar que la intranquilidad lo invadiera, como una sombra que se cernía sobre cada pensamiento.
"¿De qué serviría todo esto si el Rey Demonio ya estuviera dos pasos por delante?" La pregunta surgió en su mente como un susurro inquietante, y aunque intentaba silenciarla, la duda persistía. Sabía que enfrentarían tiempos duros, pero el simple acto de ir por las frutas se sentía casi banal comparado con la magnitud de lo que les esperaba. "¿Realmente un poco de fruta hará alguna diferencia si las tropas del Rey Demonio están ya preparándose para arrasar con todo?"
Link cerró los ojos un instante, respirando hondo. "Debo mantener la calma, no solo por mis amigos, necesito estar concentrado" se repitió, pero la idea de que el enemigo pudiera conocer cada uno de sus movimientos le provocaba un escalofrío. Miró las frutas en sus manos y trató de convencerse de que aquellos pequeños gestos eran necesarios para mantener al equipo unido, para mantenerlos enfocados, aunque la amenaza parecía crecer con cada segundo.
Mientras salía de la despensa, una determinación sombría se apoderó de él. "Debemos estar listos para todo… hasta para lo que aún no hemos imaginado."