milá
Lucas detuvo el camión a tiro de piedra de la cabaña del lago. Se deslizó fuera del asiento del conductor, llevándose su calor... y sus manos... con él. Se dio la vuelta y me miró fijamente.
"Ven aquí, Mila".
Me acerqué y él me tomó en sus brazos. Chillé de alegría, riendo y pateando mis piernas mientras él fácilmente me sacaba de la camioneta.
"Tus pies no tienen que tocar el suelo, querida".
"Eres un gran loco."
Oliver nos siguió, con el rostro dividido en una amplia sonrisa ante nuestras payasadas. Lucas buscó a tientas las llaves que colgaban del anillo de su cinturón, pero parecía que no podía ponerles las manos encima.
"Aquí."
Oliver agarró el llavero y abrió la puerta. Lucas empujó y la puerta se abrió. Las sombras del interior de la cabaña bostezaban como fauces abiertas. Oliver presionó el interruptor, bañando la casa del lago con una luz cálida y acogedora.
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