Levantando la vista, Xenia quería participar en una buena charla con él, pero aún se sentía lo suficientemente agotada como para no estar realmente coherente. Todavía no podía entender la mayoría de las palabras sobre las cuales él estaba hablando sin parar, pero lo que sí sabía era que su presencia le daba el consuelo que necesitaba.
—Ah, eres tan cálido, mi Rey —susurró ella soñadoramente mientras se acurrucaba más en su cuerpo, enterrando su rostro en el hueco de su cuello.
Xenia no sabía si estaba empezando a tener alucinaciones o no, pero el veneno parecía estar obrando su magia en su cuerpo. Se sentía realmente extraña... Era como si tuviera frío, pero algo dentro de ella aún ardía rojo vivo. También sentía bastante sed…
—Lamiendo la piel de Darius, susurró:
—Tengo sed, mi Rey…
El cuerpo de Darius se tensó mientras maldecía en voz baja. Xenia era la que acababa de ser envenenada, pero él era quien estaba sufriendo el mayor daño mental.
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