De vuelta en la Gran Sala, Darío seguía ocupado discutiendo asuntos con su corte. Cuanto más duraba su conversación, más se extendía la mirada descontenta entre su oposición.
Su firme declaración de intenciones de hacer de Xen su Reina claramente no les sentaba bien, y solo podía imaginar lo que estaban pensando lanzarle para disuadirlo.
—Su Majestad, hay rumores perjudiciales que circulan recurrentemente por el reino acerca de su pareja. Seguramente esto es un caso para considerar —insistió el Anciano Nassar—. Uno es que la Princesa tiene una agenda oculta al disfrazarse de muchacho mientras se dirigía a nuestro reino. También hay uno en el que ella hizo tal cosa intencionadamente para acercarse a usted y seducirlo después.
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