El Edicto
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—Esto no servirá, necesito un baño frío —susurró para sí mismo justo antes de instruir a un sirviente para que le dijera a su sirviente personal Dale que le preparara un baño frío.
—¡Loco de mierda! —Zeus replicó.
Darío se rió aún más ante su actual predicamento. Incluso tenía lágrimas en los ojos, no por la risa, sino por los abrumadores sentimientos que le surgían.
—Ya casi estamos ahí, Zeus. Solo un poco más de paciencia... —Darío tranquilizó a su lobo—. Ya puedo sentir sus emociones. No es puramente lujuria, y eso importa. Quiero que se entregue no por la lujuria hacia mí, sino porque ya tiene sentimientos profundos por mí.
—Basta de romanticismos —Zeus despreció—. Eso no es para mí.
—Cierto, tú eres el animal dentro de mí que solo se alimenta de mis deseos carnales —Darío lo provocó, a lo que Zeus respondió solo con un gruñido impaciente.
Sacudiendo la cabeza, Darío iba en camino a su baño frío cuando el Canciller Talon le habló telepáticamente.
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