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La Obsesión de la Corona

—Tu cama está fría —habló una voz en la habitación que hizo que abriera los ojos de par en par por el miedo. Nerviosa, se giró, tragando suavemente al ver una sombra en su cama como si alguien yaciera allí. El hombre que había estado tumbado se sentó, emergiendo de las sombras donde había estado esperándola. —¿Qué haces aquí? —preguntó ella cuando sus pies tocaron el suelo y él se impulsó hacia arriba para empezar a caminar hacia ella. Sus rasgos guapos se veían más oscuros de lo habitual por la falta de luz en la habitación. —Vine a encontrarte —inclinó la cabeza—, ¿a dónde fuiste? —Salí a caminar —fue la rápida respuesta que hizo que él sonriera, una sonrisa que a ella le daba más miedo. Ella dio un paso atrás cuando él se acercó a ella. Eso no lo detuvo de acorralarla, y su espalda golpeó la pared detrás de ella. Levantó la mano hacia su rostro, y ella cerró los ojos, asustada. Ella tembló cuando sus dedos trazaron un camino desde su sien pasando por su mandíbula y cuello. Su cabello rubio estaba suelto. —¿En medio de la noche? —ella no le respondió sabiendo que él podía descifrar sus mentiras a través de sus palabras. Él se acercó más, lo que hizo que ella girara su rostro lejos de él y sus palabras vibraron en la piel de su cuello—, ¿fuiste a verlo, mi dulce niña?

ash_knight17 · 奇幻言情
分數不夠
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Multitud inesperada- Parte 3

Madeline intentó alejarse de él, pero en lugar de liberarse, pisó su vestido terminando casi en el suelo si no hubiera sido por Calhoun, quien la atrapó de nuevo —Podríamos hacer esto todo el día. Parece divertido atraparte en mis brazos —dijo con una sonrisa socarrona antes de que ella finalmente se alejara de él. 

Se había sentido mal por él mientras él hilaba un cuento de mentiras sobre la muerte de sus padres con una mirada solemne en su rostro —¿Por qué bromearías sobre la muerte de tus padres? —preguntó Madeline, con sus ojos marrones bien abiertos.

—Pensé que sería divertido ver cómo reaccionarías —Calhoun metió su mano en su bolsillo para sacar dos bayas y ofrecérselas—. ¿Bayas? 

—No, gracias —replicó ella, con una mirada de incredulidad que marcaba su rostro por haber creído ciegamente lo que él había dicho. 

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