—Ven aquí, Elisa —Ian la guió con su mano, llevándola al armario donde Elisa había colocado los vasos que usaba para entrenar su poder. Era el momento de que Elisa aprendiera a usar su poder, usándolo para sí misma.
Ian no quería que Elisa se hiciera más pequeña de lo que ya era. Si ella evita tocar a la gente o a él, él podía decir que Elisa se reduciría a su caparazón, lo cual no le parecía bien. Creía que Elisa merecía la felicidad que él le brindaría, para que ella sonriera. Y para que eso sucediera, necesitaba confianza y este poder suyo estaba obstaculizándola.
—Pero ya no tengo vasos —dijo Elisa, mirando el armario que ahora estaba lleno de ceniza de su anterior experimento. Tenía miedo de usar su poder después de ver lo potente que se había vuelto, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse ansiosa por aprender más sobre su propio poder. Se preguntaba si podría usar este poder suyo para protegerse.
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