—Mi serpiente —habló Talia a través de su vínculo mental.
Damon no entendió.
—¿Qué? —preguntó.
Su mente estaba bulliciosa con ideas relacionadas con asesinar a todos los que se atrevieran a mirar a Talia de maneras que no debieran, y sobre cómo protegerla mientras ella se transformaba en su forma de lobo para que nadie pudiera echar un vistazo a sus partes privadas, y había olvidado los detalles de su conversación de hace un minuto.
—Tú eres mío, así que todo lo tuyo es mío, y esa anaconda es mi serpiente —terminó Talia con una mirada en el área de la entrepierna de él.
Damon miró a Talia, y le llevó un momento entender las palabras que lo llenaron de orgullo. Ella dijo que su pene es anaconda, y esas son enormes. Damon aprobó.
—Tuya, gatita. Cada centímetro de mí es tuyo —afirmó él.
Talia estaba complacida de haber calmado a su hermoso diablo.
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