Gastone estaba aterrado de ponerse el panqueque en la boca, pero no quería que Lucía se sintiera mal si no se comía ni un bocado. Se obligó a tragarse un pedazo y lo masticó cuidadosamente. Esperaba un sabor terrible pero se sorprendió de que en realidad sabía bien.
—¡Wow, esto está increíble! —exclamó Gastone con deleite. Continuó comiendo hasta que llegó al panqueque quemado hasta quedar crujiente. Frunció el ceño, confundido sobre si debía comérselo.
Lucía colocó la taza de café con una sonrisa brillante en su rostro. —¿Lo está disfrutando, Señor Gastone? —preguntó con un brillo en sus ojos.
—Hmm, sí —respondió Gastone, señalando el trozo oscuro de comida en su lugar.
—Ah, está un poco quemado, pero ¡sabe delicioso! —explicó Lucía y miró fijamente a Gastone, esperando que tomara un bocado.
Gastone se sintió forzado. Tragó y se comió todo de un bocado ya que no quería que sus papilas gustativas sufrieran. No masticó y en su lugar lo tragó entero.
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