Felissa no sabía qué la había afectado, pero estaba lo suficientemente cómoda como para permitirse ser vulnerable; incluso su lobo estaba de acuerdo.
—Mhmm —tarareó Felissa con deleite mientras se acurrucaba más cerca de la almohada suave a su lado. No quería despertarse pero escuchó un leve griterío desde afuera.
Felissa abrió los ojos inmediatamente, dándose cuenta de que había dormido en vez de trabajar.
—¡Oh, mi diosa! —exclamó Felissa en un susurro. Sus ojos recorrieron el lugar y descubrió que estaba en su habitación. Miró hacia el lado, de donde sentía el calor, y vio a Vicenzo/Icen dormido en la silla junto a ella.
La boca de Felissa se quedó abierta de la sorpresa. No esperaba que su Caballero la cuidara. Se arrastró hasta la cama y se acercó a Vicenzo, observando su rostro.
«Cuanto más lo miro, más me parece familiar Icen», pensó Felissa. Luego vio las pecas desvanecidas en el rostro de Vicenzo.
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