—Ugh —se quejó Lucía mientras daba vueltas para estar cómoda, pero el nuevo lugar la hacía sentir inquieta. Se sentó y fue hacia la ventana, abriéndola para dejar entrar el aire fresco.
La fuerte presión burbujeaba dentro del estómago de Lucía, haciéndola sentir enferma.
—¡Ach! ¡No ahora! —Lucía susurró y cayó al suelo. Agarró su estómago adolorido y se tapó la boca para evitar vomitar. Hizo arcadas varias veces pero las tragó de vuelta ya que no quería que Gastone supiera de su condición.
—D-Debo... mantenerme fuerte —murmuró Lucía, forzando a sus piernas temblorosas a levantarse. No sabía dónde estaba, pero de alguna manera, había confiado en que Gastone no le haría daño, pero su experiencia con los hombres había traumatizado su mente.
Sigilosamente, Lucía tomó su pequeña bolsa y sacó su cuchillo escondido disfrazado de peine. Se acercó de puntillas a la pared y puso sus oídos para escuchar si Gastone estaba dormido.
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