La luz que emitía la linterna era bloqueada de extenderse por la habitación, no por culpa del magistrado sino porque la mecha de algodón impregnado comenzaba a reducirse. Damien observó al hombre que tenía un vientre redondo con el cinturón bien ajustado alrededor de sus pantalones. Un abrigo peludo que llevaba puesto para protegerse del frío. Echando un vistazo a la chimenea desde el rincón de sus ojos, captó los últimos trozos de madera que ardían en un brillante rojo y naranja.
No era la primera vez que Damien sorprendía a un funcionario haciendo su propio dinero mientras dejaba que los pobres sufrieran bajo su tutela. Este era el caso en muchos pueblos comparados con las ciudades que eran aldeas relativamente más desarrolladas.
Manteniendo el dulce comportamiento que había adoptado de uno de los oficiales del consejo, siguió hablando al ver el disgusto que se formaba en la cara del magistrado,
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