—Espera mi llamada —dijo George mientras hacía girar la tarjeta entre sus dedos.
—¿Ya me puedo ir? —preguntó Isabel impacientemente, pero George sabía que debajo de esa fachada indiferente, ella estaba muy emocionada.
¿Y quién no lo estaría? No todo el mundo tiene la oportunidad de cenar en el Lugar de los Maestros y además la función a la que la llevaba no era una cualquiera. Sin embargo, no pudo evitar elogiar su actuación, hizo un buen trabajo fingiendo no estar interesada en absoluto.
George sonrió y extendió su mano para un apretón de manos —Por supuesto, no puedo esperar a verte de nuevo, Campanas.
Isabel miró el brazo extendido de George por unos segundos antes de colocar el suyo en él, pero George casi retiró la mano en cuanto hizo contacto con la de Isabel.
—Adiós —dijo y se hizo a un lado, señalando que Isabel era libre de irse.
George echó un vistazo hacia atrás a Killian, quien le dio una sutil señal de aprobación.
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