—Entiendo querida, pero si realmente lo amas, querrías que él fuera feliz, ¿verdad? —dijo su madre.
—Sí mamá, podríamos ser felices juntos.
—Pero lamentablemente su felicidad no está contigo sino con otra persona, ¿no lo ves? —Rhoda sintió que era el momento de finalmente decirle a su hija la dura verdad.
—Cuando realmente amas a alguien deberías ser capaz de sacrificarte por la felicidad de esa persona.
Benita parecía afligida e irreconciliable. —¿Por qué tengo que ser yo la que sacrifique mi propia felicidad? —preguntó ella.
—Porque eres la que está enamorada, querida. Steffan no te ama, nunca lo hizo —dijo su madre.
—No mamá, no digas eso. Steffan y yo crecimos juntos, hacíamos las mismas cosas juntos y en varias ocasiones, él me protegió de los demás. ¿Cómo puedes decir que no me ama? Debes estar equivocada —afirmó Benita.
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