—Pobres de nosotros —murmuró ella en voz baja, sin darse cuenta de que había hablado en voz alta hasta que su madre se volvió hacia ella con una ceja levantada.
—¿Estás decepcionada? —preguntó Marie.
—No, no lo estoy.
—Me alegro. Porque, ya sabes, tú tienes cierta responsabilidad en lo que sucedió en aquel entonces —respondió su madre, llevando a Ariel suavemente de vuelta a la sala de estar.
—¿Cómo puedes decir eso, mamá? Pensé que te lo había explicado todo —protestó Ariel.
Su madre dio una pequeña sonrisa cómplice. —Deberías culpar a tu amiga celosa. Si ella no lo hubiera engañado, él podría haber tenido la oportunidad de corregir sus errores y ustedes tres no habrían estado separados tanto tiempo. Pero eso ya es agua pasada. ¿Qué piensas hacer?
—Nada, mamá.
—¿Cómo que 'nada'? Deberías aprovechar esta oportunidad al máximo. Déjame recordarte por si lo has olvidado, no estás para perder el tiempo. Aprovecha ahora que puedes.
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