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La Casa de los Graham

La mañana del miércoles se levantaba con una ola de calor que cubría todo lo que la vista alcanzaba. La familia Graham se alistaba para trabajar la tierra. Plantaban olivo y uvas, que era su principal fuente de ingresos ya que de ahí producían aceite y vino.

 

Eran oficialmente uno de los muchos proveedores que tenía el ducado, su labor, embriagar a los invitados reales.

 

Kal salió con un sombrero de paja y un azadón para comenzar a trabajar antes de que se hiciera de medio día y el calor les quemara hasta las pestañas.

 

Los campos eran amplios y había mucho que hacer. La cosecha del año pasado resultó ser una de las mejores y gracias a esto, el Duque accedió a venderle terrenos con tierras fértiles más baratas.

 

Su esposa, Merry se acercaba a él con guantes y una hoz.

 

—No vienes por mi ¿o sí? —preguntó Kal, al tiempo que carraspeaba.

 

Merry se reía por lo bajo. Se acomodó las cosas en su brazo e hizo ademanes con la mano.

 

—No bromees —respondió Kal—, me lo voy a creer.

 

Ambos se movieron entre las sombras de los árboles acompañados de tres perros grandes que por una pulgada les llegaban a los hombros.

 

Mery hizo otras señal con las manos.

 

—Pero… viene a descansar. Llegará exhausta —respondió Kal.

 

Merry volvió a hacer señales con las manos con la mirada amilanada.

 

—Déjala, ya es una adulta. Ella sabe lo que hace.

 

Del otro lado del campo, a la orilla de un risco, estaba una casa que terminaba en una torre que servía como atalaya, donde se encontraba Eren, sentada a un lado de la humilde biblioteca de su padre quien, realmente no le gustaba leer, empero, con la excusa de leer más, compraba más libros para que los leyera su hija que él mismo.

Eren de 26 años, era alguien que prefería lucirse haciendo su trabajo, que, en lucir bien, excepto cuando tenía que ir al capitolio, lo que significaba que tendría que batallar con su cabello negro y grasoso.

En cuanto entraban a las faldas de la ciudad, la familia Graham era conocida y respetada. Los ciudadanos de Irian conocían bien el apellido Graham. Estaban al tanto que Kal era señor de las tierras bajas de Elothian, pero no poseía el título de señor otorgado por el rey, sin embargo, se le respetaba mucho; sobre todo después de que varios bandidos intentaran quemar sus cultivos, y él lanzara sin piedad a sus perros enormes, y estos despedazaran todo lo que pasara por sus hocicos.

 

Una historia muy interesante, porque ciertos Irianos pensaban que el duque desaprobaría aquel suceso por la peligrosidad de las bestias y condenaría a la familia Graham quitándoles las tierras y dejarían de proveer vino y aceite de manera tajante al ducado, y de esta manera, alguna otra familia poderosa se quedaría con las tierras e incrementarían su riqueza y control. Pensaban, que esos perros serían muy peligrosos, nadie sabía de donde venían y de donde los sacó Kal, pero lo que pasó fue que al duque le pareció gracioso aquel suceso.

 

Resulta que los condenados perros aquellos, también eran excelentes rastreadores, y siguieron el rastro de los bandidos hasta descubrir de donde provenían. Todo le había salido muy bien al padre de la familia Graham, ya que nunca habían podido atrapar con anterioridad a los perpetradores por intentar arreglar el desastre que hacían (y porque era demasiado blando para lanzar a los perros a matar). Soltaban animales como ovejas, vacas y demás, e iba a traerlos de vuelta para distraer a Kal, al tiempo que quemaban partes de hectáreas. Otras noches solo miraba destellos titilantes que surgían de las colinas y terminaban quemando el sembradío. Por alguna razón u otra, no lograba atraparlos y la ayuda del duque no servía de mucho. Por alguna razón, los bandidos lograban engañar a los guardias. Pero esa noche, aquellos perpetradores querían llegar a más.

¿O, por qué otra razón se acercarían aún más?

 

Era su tormenta perfecta.

 

Fueron enviados por una casa muy respetable, llena de hombres y mujeres solemnes, quienes, de hecho, entrenaban a la infantería del pueblo: La Familia Frait.

 

Al demostrar aquel suceso, aquella familia fue desterrada y el señor de su casa fue decapitado públicamente.

 

No era la primera vez que sus cultivos eran destruidos, o incendiados. Inclusive, una vez casi quemaban por completo un granero, donde se quedaba dormida Eren de vez en cuando. La rescataron con ayuda de las bestias por casi nada y aunque Kal no podía demostrarlo, sabía que aquella familia algo tenía que ver.

Ese fue un gran día para Kal, más porque los incidentes aquellos cesaron por completo.

Regresando a Eren, la lectura y el conocimiento que tenía la habían llevado lejos sin querer. Trabajaba como consultora de la biblioteca personal del Duque.

La ciudadela estaba a dieciséis horas a caballo de donde vivían sus padres y solo descansaba dos días los cuales aprovechaba para visitar a sus padres. Ahora más que nunca debía estar ahí, donde ella se sentía más segura, porque, después de dos semanas de olas de calor venía la lluvia y con la lluvia traía a los demonios.

Esta es una historia que escribí mientras hacía mi maestría, aun que no lo pude terminar. Realmente al comenzar a releerlo, mi di cuenta que hay mucho potencial y comencé a editarlo y extenderlo.

Estaba en sus primeros pasos la historia... igual que yo.

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