"Bueno, creo que podemos decir que estuvo... interesante."
"Sí... supongo..."
"¿Alguien más siente que no fue suficiente?"
"Sí... sigo con esa... insatisfacción."
"¿Y si lo hacemos de nuevo?"
"¿Crees que nos dejarán? ¿No sería... cruel?"
"..."
"..."
"..."
"Acabo de mandar un mensaje a la jefa, ella misma ya empezó a borrar su memoria."
"Genial, sabía que faltaban más batallas por ver."
"Tesoros que recolectar."
"Mujeres que preñar."
"Mundos puros que profanar."
"Muchos otros que eliminar."
Las ideas sobre su próximo entretenimiento comenzaron a fluir. Diferentes y, a veces, enfrentadas, pero ninguna fue rechazada del todo.
"Pero esta vez debemos hacer las cosas de forma diferente."
"Creo que un mundo en plena apocalipsis fue demasiado para empezar."
"Sí, todavía es joven. Aunque estaba destinado a terminar como nosotros, aún es simplemente eso."
"Deberíamos dejar que disfrute un poco de lo mundano antes de las verdaderas crisis existenciales... esas nunca las lleva bien nadie."
"Totalmente."
"Sí."
"Son una mierda."
*Murmullo* *Murmullo*
"Bien, ¿entonces qué hacemos?"
"Hagamos que su mundo tenga desafíos, pero que la muerte no esté a cada paso. Que no tengamos que intervenir para proteger a su familia, que puedan vivir fuera de su casa si así lo prefieren."
"De acuerdo. Aquí tengo este mundo..." *Sonido de revolver bolsillos* "Es el mismo que el anterior, pero sin la fractura dimensional. Eso nunca sucedió en este."
"Perfecto, servirá."
"Espera, creo que puedo añadir algo más interesante."
"Bien, agrégalo."
"Yo también tengo algo..."
"Bueno,¿Alguien más?"
"Yo..." Se oye la voz tímida de una niña. "Aunque es..."
"Yo también."
-Después de un rato-
"Ya está. No podemos añadir más cosas sin causar problemas. ¿De acuerdo?"
Murmullo**Murmullo
"Listo, el mundo está preparado. Ahora, su familia."
"Creo que la misma familia está bien."
"Yo también."
"Quizás algunos cambios."
"Si alguien quiere hacer cambios, que no sean grandes. Y, por último, sus habilidades."
"La puerta de Babilonia y su mundo interno estaban bien, pero creo que podría ser diferente."
"Sí, que consiga sus propios objetos."
"Y que su mundo interno funcione de forma un poco distinta..."
...
-Una alteración de la realidad más tarde-
...
Durante un período oscuro en las tierras británicas, muchas familias sufrieron a manos de un grupo de magos oscuros conocidos como los mortífagos. Este grupo, guiado por el temido Señor Tenebroso, Voldemort, no solo estaba compuesto por magos, sino también por criaturas que, sedientas de caos y sufrimiento ajeno, se unieron a su causa con deleite.
Entre las innumerables víctimas, había dos mujeres que ahora compartían su miseria y sus lamentos, preguntándose una y otra vez por qué les había tocado a ellas. Eran compañeras de celda, unidas por el cruel destino que las había atrapado.
Una de ellas era Jean Granger, una muggle perteneciente a la familia Granger. Jean era una dentista recién titulada que, una fatídica noche, salió tarde de su trabajo. Al regresar a casa, fue testigo de algo inimaginable: un grupo de figuras siniestras torturaba a varias personas de formas que escapaban a toda lógica.
Los recuerdos de esa noche eran borrosos para Jean; después de ese momento solo recordaba el rayo de luz que la envolvió en el peor dolor que jamás había conocido. Sin embargo, a diferencia de las otras víctimas, ella no murió. Justo cuando iba a ser ejecutada, una de las torturadoras, una mujer de aspecto inestable y mirada desquiciada, dijo que quería "jugar" con ella. Ese era el último fragmento claro que tenía de esa terrorífica noche.
La otra prisionera era Pandora Lovegood, una bruja de sangre pura perteneciente a la familia Lovegood. Pandora vivía una vida tranquila y frugal, dedicada al estudio y a la creación de nuevos hechizos, gracias a la modesta herencia de su familia. No se había involucrado en la guerra mágica que desataba el caos en su mundo, pero el conflicto la alcanzó de todos modos.
Pandora fue capturada en una de las raras ocasiones en que salió de su hogar. Aunque de sangre pura, su familia no tenía el poder suficiente para protegerla. Le ofrecieron unirse al bando de Voldemort y casarse para asegurar la pureza de la sangre en su linaje, pero Pandora se negó. Por su resistencia, la condenaron a permanecer encarcelada hasta que "cambiara de opinión". Fue entonces cuando una bruja con gran influencia entre los mortífagos la vio y decidió tomarla bajo su control para sus propios fines oscuros.
Así, Jean Granger y Pandora Lovegood quedaron en manos de esa bruja lunática, encerradas en una fría y oscura mazmorra, compartiendo el mismo destino. Dos mujeres atrapadas, indefensas, enfrentándose a la incertidumbre y al miedo en una celda sin esperanza.
Bellatrix Lestrange, la temida mortífaga, era conocida por su crueldad y su devoción fanática hacia el Señor Tenebroso. Pero en los últimos tiempos, su ya frágil cordura se había deteriorado aún más. La locura que la afligía la empujaba a cometer actos cada vez más perturbadores en su retorcida búsqueda por complacer a Voldemort.
Aunque Bellatrix era una duelista excepcional, sus habilidades magicas no se limitaban solo al combate. En su estado mental alterado, había empezado a experimentar con tipos de magia oscuros y prohibidos que pocos se atreverían a explorar. Su obsesión la había llevado a realizar rituales desconocidos que afectaban su cuerpo y mente de formas que solo ella comprendía.
Cuando Jean Granger y Pandora Lovegood vieron a su captora, la desesperación las invadió. Bellatrix, con una sonrisa desquiciada. Sin embargo, lo que más las horrorizó fue la transformación que había llevado a cabo en su propio cuerpo, pues al desvestirse reveló una intimidante polla erecta entre sus piernas.
Ambas mujeres, encadenadas y vulnerables, no pudieron ofrecer resistencia cuando Bellatrix las despojó de su ropa y profanó sus cuerpos sin compasión. Aunque el miedo y la humillación las paralizaban, lo que más las aterrorizaba era el oscuro plan que Bellatrix tenía para ellas. La mortífaga no solo deseaba torturarlas, sino que planeaba embarazar a Pandora, asegurando que la pureza de sangre se perpetuara, pero bajo sus propios y retorcidos términos. Pandora no era más que un instrumento en su enfermiza devoción a Voldemort, un símbolo de la derrota de quienes no se unían a su causa y el destino de estas.
Jean, una muggle a los ojos de Bellatrix, no tenía siquiera ese valor simbólico. Para ella, Bellatrix planeaba algo mucho más cruel: convertirla en su juguete, un ser desechable, cuya vida no tenía más propósito que satisfacer los caprichos más oscuros de la mortífaga. Eventualmente, cuando se cansara de ella, su destino sería la muerte. Así probaría que los muggles solo existen para servir a los magos, que sus vidas son completamente su posesión.
Bellatrix Lestrange desfloró violentamente a ambas mujeres, sumida en una vorágine de delirios y disfrutando de una sensación desconocida que su nueva pene le otorgaba. Mientras lo hacía, no dejaba de gritar sus crueles intenciones, deleitándose con el terror reflejado en los ojos de sus víctimas. El dolor y la humillación eran el combustible para sus deseos, y cuando finalmente terminó, abandonó la celda con una risa maniaca, dejando a las dos mujeres maltrechas y llorando en la penumbra.
Esa fue la primera vez que Bellatrix folló con Pandora y Jean, pero no la última. Días después, Bellatrix regresó, incapaz de resistirse al retorcido placer que había experimentado antes. Ambas mujeres, indefensas, solo pudieron derramar más lágrimas mientras la tortura continuaba. Sin embargo, ni Bellatrix ni sus prisioneras sabían que, desde el primer momento, algo más había cambiado. Jean y Pandora habían quedado embarazadas tras aquel primer ataque, un evento que traería consecuencias inesperadas.
Mientras Bellatrix estaba metiendo su pene en el coño seco de pandora, follándola duramente a pesar de sus gritos, no notó cómo extrañas energías emanaban del útero que estaba profanando. Una corriente de energía de tonalidad rosada se extendió por su cuerpo, concentrándose en su sistema reproductivo, mientras una segunda corriente, de un celeste etéreo, viajaba hacia su mente. El placer que sentía era abrumador, mucho más intenso que en su primer encuentro, lo que la llevó a aumentar su brutalidad en busca de una satisfacción cada vez mayor.
Ella no sabía por qué, pero follar se estaba sintiendo aún mejor que antes, mucho mejor que la vez anterior. Con cada embestida, Bellatrix sentía como si estuviera sumergiéndose en un abismo de poder y éxtasis, gritando con fervor al liberar su semilla en el cuerpo de Pandora. Pero esta vez, el placer no se desvaneció tan fácilmente. Estaba hambrienta de más, y rápidamente se volvió hacia Jean, para seguir con ella con la misma intensidad.
Al terminar, Bellatrix abandonó la celda con una expresión de satisfacción, su mente despejada y su cuerpo relajado. El placer era tan embriagador que decidió repetir la experiencia en varias ocasiones, convencida de que, al hacerlo, garantizaría el éxito de sus planes oscuros. Sin embargo, cada vez que volvía, las mismas energías misteriosas invadían su cuerpo, intensificando su deseo hasta el punto de que ya no podía resistirlo. El placer físico se había convertido en su adicción.
Con el tiempo, Bellatrix intentó satisfacer sus deseos con otras prisioneras, incluso con otra mortífaga, pero nada se comparaba a lo que sentía con Jean y Pandora. No importaba cuántas veces lo intentara, el éxtasis que alcanzaba con ellas era inigualable, un vínculo oscuro que ahora la ataba de forma irremediable a sus víctimas en la mazmorra.
Las visitas de Bellatrix se volvieron casi rutinarias, ocurriendo de una a varias veces por semana. Jean y Pandora eran sus juguetes personales y preferidos. Tanto era así que, cuando un día encontró a otros mortífagos intentando aprovecharse de ellas, la furia de Bellatrix fue tal que casi destruye la mitad de la mansión. Jean y Pandora eran solo suyas, y lo dejó claro despellejando a los hombres que habían intentado tocarlas. Del mismo modo, el carcelero también sufrió un destino similar cuando Bellatrix descubrió que las prisioneras no habían recibido comida adecuada durante un tiempo. Temía que, por una negligencia como esa, sus 'juguetes' pudieran morir de hambre. Un Crucio fue la advertencia para los carceleros, dejándoles claro que no podían omitir ni una sola comida al día.
Jean y Pandora no comprendían del todo por qué, después de haberlas dejado casi morir de hambre, de repente les daban comidas decentes, pero en su sombría realidad, no les importaba. En su situación actual, hablar entre ellas y acompañarse mutuamente era lo único que les quedaba mientras esperaban que vengan a 'usarlas'. A medida que pasaba el tiempo, aprendieron a sobrevivir en esas condiciones, aceptando que resistirse solo las haría sufrir más. Se abrazaban en busca de calor y compañía, aprendiendo cuándo era mejor hablar y cuándo guardar silencio. A pesar de provenir de mundos tan diferentes, su cautiverio las unió de formas que nunca habrían imaginado.
Con el paso de los meses, los cambios comenzaron a manifestarse, tanto en Bellatrix como en sus dos prisioneras. Los efectos más notables aparecieron en Bellatrix. Al principio, los cambios eran sutiles, casi imperceptibles, pero con cada encuentro salvaje, su mente parecía aclararse. Aunque no era consciente del todo, con el tiempo empezó a cuestionarse sus acciones. Siempre había sido una ferviente seguidora de la pureza de sangre, pero ahora se preguntaba por qué había llegado a estar tan desquiciada.
El sexo también comenzó a evolucionar. Al principio, las interacciones eran brutales, y luego con besos forzados y gestos torpes. Pero, con el tiempo, esos momentos se tornaron más intensos y extrañamente apasionados. Jean y Pandora a menudo terminaban con marcas de mordidas en sus pechos y arañazos profundos, aunque el sexo seguía siendo violento, también adquirió un matiz más íntimo y emocional.
Conforme ocurrían estos cambios, Bellatrix comenzó a hablar más durante sus encuentros. Al principio, lanzaba insultos y humillaciones, recordándoles constantemente que "solo eran juguetes sexuales" o que "eran simples medios para su desahogo mientras esperaba la recompensa de su amo." Sin embargo, sus palabras empezaron a cambiar. Poco a poco, comenzó a mostrar una faceta más vulnerable, confesando su frustración y sus propios miedos. "¿Por qué el Señor Oscuro no me complace, a pesar de todo lo que hago por él?" se preguntaba entre lágrimas. "¿Qué más debo hacer para ganarme su favor?"
Ambas aceptaron su situación, dejando de lado su dignidad, aceptando a sus roles dentro de esa pesadilla dejándose llevar. Si bien el sexo seguía siendo un acto de dominio y violencia, y no podía apreciarse tanto como si fuera consensuado, al menos podían alcanzar el orgasmo en cada sesión. Era lo suficientemente agradable, como para evitar caer en la desesperación absoluta.
Además, quizá debido a la cercanía que desarrollaron entre ellas o por la naturaleza repetitiva de su situación con Bellatrix, Jean y Pandora tuvieron sus propios 'momentos de prisión'. Aunque ninguna de las dos hablaba abiertamente de ello, se consolaban mutuamente como podían, dándose el cariño que necesitaban para sobrevivir en ese oscuro lugar.
...
El tiempo había pasado, y Bellatrix, sin darse cuenta, había reducido sus actividades como mortífaga. Las dudas que la asaltaban cada vez que torturaba a alguien solo "por torturar" empezaban a ser más frecuentes, nublando su antes inquebrantable lealtad. En esos momentos, las dudas la invadían, pero ahora, en las mazmorras, en el único lugar donde podía sentir una extraña forma de felicidad, esas dudas parecían desaparecer. Allí estaba, con las dos mujeres con las que, contra toda lógica, se sentía a gusto, con su pene dentro de una y sus dedos dentro de la otra.
Ambas mujeres mostraban vientres enormes, avanzadas en sus embarazos. Bellatrix, aunque inconscientemente, había reducido la intensidad de sus encuentros, preocupándose por los bebés que crecían en el interior de Jean y Pandora, pero no había disminuido la frecuencia con la que ocurrian.
Levantando la cabeza para observarlas, Bellatrix se detuvo a mirar las expresiones de placer en los rostros de sus cautivas. Jean y Pandora mordían sus labios mientras el éxtasis se apoderaba de ellas. Fue en ese instante, al contemplar aquella imagen, que Bellatrix sonrió. Era una sonrisa genuina, inocente incluso, la primera de ese tipo en mucho tiempo.
Pero en ese mismo instante, algo dentro de Bellatrix se rompió.
El grito desgarrador que escapó de sus labios sorprendió tanto a Jean como a Pandora. Ambas mujeres, que estaban disfrutando del momento, tuvieron que dejar de lado su deleite para mirar, sobre sus prominentes barrigas, lo que sucedía. Frente a ellas, encontraron a Bellatrix llorando, el horror pintado en su rostro.
"¡¿Qué he hecho?!" gritó Bellatrix, con la voz temblorosa. Se retiró del interior de ambas mujeres, retrocediendo como si hubiera sido golpeada por la realidad. Su mano cubrió su boca mientras el dolor invadía su corazón. Los ojos de Jean y Pandora, aún nublados por el placer, se cruzaron con los de Bellatrix, ahora llenos de terror. Las barrigas de ambas mujeres, embarazadas por su propia mano, parecían ser el símbolo de todo lo que estaba mal en su vida.
Sin poder soportar un segundo más en ese lugar, Bellatrix salió corriendo, huyendo del monstruo en el que se había convertido. En su desesperación, olvidó incluso cerrar la puerta de la celda tras de sí. Jean y Pandora se miraron, aún consternadas por lo que acababa de suceder. La puerta estaba abierta, pero ninguna de ellas hizo el más mínimo intento por escapar. Aunque ya no estaban encadenadas como al principio, sus cuerpos, debilitados por los embarazos y el maltrato, no estaban en condiciones de huir. Además, sabían que, al otro lado de la puerta, les aguardaban peligros aún mayores que la misma Bellatrix.
Ambas mujeres permanecieron en silencio, procesando lo que acababan de presenciar. La imagen de Bellatrix, rota y llena de arrepentimiento, era algo que ninguna de ellas esperaba. Y aunque no entendían del todo lo que había ocurrido, sabían que, de algún modo, todo estaba a punto de cambiar.