Ofelia casi se desmaya al escuchar sus palabras. Sintió un dolor y un latido debajo del estómago, justo en su entrada. La sensación se había vuelto familiar a su alrededor, hasta ahora.
Ofelia lo miró con incredulidad. Incluso su cuello era fuerte. Con cada palabra, su nuez de Adán subía y bajaba. Él era descarado con su cuerpo desnudo, sin importarle que su dureza tocara su piel.
—D-deja que te lave yo en su lugar —dijo de repente Ofelia. Él estaba sirviéndola y no debería ser así.
Killorn agarró su cintura con su mano musculosa y negó con la cabeza. Le gustaba tocarla. Como respuesta, ella abrazó sus rodillas en un intento débil por ocultar su cuerpo desnudo.
—Estará bien —dijo Killorn en un tono bajo que la arrastró hacia la obediencia. Su respiración se aceleró. Con calma, frotó la esponja por su cuerpo.
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