``` La historia de un hombre que trae la muerte y una chica que la niega. ---- En la montaña embrujada del reino, dicen que vivía una bruja. Ella nació princesa. Pero incluso antes de su nacimiento, el sacerdote la declaró maldita y exigió su muerte. Envenenaron a la madre para matar al bebé antes de que diese a luz, pero el bebé nació de la madre muerta —una niña maldita. Una y otra vez, intentaron matar al bebé pero ella milagrosamente sobrevivió cada intento. Dándose por vencidos, la abandonaron en la montaña embrujada para que muriera pero ella aún sobrevivió en esa tierra estéril —una bruja. —¿Por qué no muere? Años más tarde, la gente finalmente se hartó de la bruja y decidió quemar la montaña. Pero el Diablo llegó en su rescate y la llevó consigo de aquel lugar en llamas, porque morir no era su destino ni siquiera entonces. Draven Amaris. El Dragón Negro, que gobernaba sobre los seres sobrenaturales, el Diablo con quien nadie deseaba cruzarse en su camino. Odiaba a los humanos pero esta determinada chica humana lo atraía hacia ella cada vez que estaba en peligro. —¿Es realmente humana? Él se llevó a la humana con él y nombró a esta misteriosamente tenaz chica “Ember”, un pedazo de carbón ardiente en un fuego moribundo. Un alma manchada de venganza y la oscuridad del infierno, se levantaría de las cenizas y cumpliría su revancha. ------ Este es el segundo libro de la serie de Los Diablos y Las Brujas. El primer libro es - La hija de la bruja y el hijo del diablo. Ambos libros están conectados entre sí, pero puedes leerlos de manera independiente. ```
Ember pensó que los hombres bestia del Clan del Tigre Blanco ya eran enormes y salvajes, pero eran gatos adorables en comparación con los seres que tenía frente a ella. Con piel grisácea verdosa como piedra, el grupo estaba compuesto de machos con colmillos salientes de sus mandíbulas inferiores, sosteniendo en sus manos lanzas, garrotes y varas como armas. La agresión y la brutalidad parecían emanar de sus cuerpos musculosos.
Con los ojos muy abiertos, Ember tomó en cuenta la visión de los gigantes dos veces más altos que ella. Dado su gran tamaño, no podía evitar preguntarse cómo se movían tan sigilosamente que ni siquiera escuchó sus pasos.
La criatura más cercana a ellos emitió un rugido furioso, hablando de una manera que Ember no podía entender.
—Señorita, retroceda. Me ocuparé de estos orcos —dijo Erlos mientras se ponía delante de ella, posicionándose de tal manera que ninguno de los orcos pudiera verla detrás de él.
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