``` La historia de un hombre que trae la muerte y una chica que la niega. ---- En la montaña embrujada del reino, dicen que vivía una bruja. Ella nació princesa. Pero incluso antes de su nacimiento, el sacerdote la declaró maldita y exigió su muerte. Envenenaron a la madre para matar al bebé antes de que diese a luz, pero el bebé nació de la madre muerta —una niña maldita. Una y otra vez, intentaron matar al bebé pero ella milagrosamente sobrevivió cada intento. Dándose por vencidos, la abandonaron en la montaña embrujada para que muriera pero ella aún sobrevivió en esa tierra estéril —una bruja. —¿Por qué no muere? Años más tarde, la gente finalmente se hartó de la bruja y decidió quemar la montaña. Pero el Diablo llegó en su rescate y la llevó consigo de aquel lugar en llamas, porque morir no era su destino ni siquiera entonces. Draven Amaris. El Dragón Negro, que gobernaba sobre los seres sobrenaturales, el Diablo con quien nadie deseaba cruzarse en su camino. Odiaba a los humanos pero esta determinada chica humana lo atraía hacia ella cada vez que estaba en peligro. —¿Es realmente humana? Él se llevó a la humana con él y nombró a esta misteriosamente tenaz chica “Ember”, un pedazo de carbón ardiente en un fuego moribundo. Un alma manchada de venganza y la oscuridad del infierno, se levantaría de las cenizas y cumpliría su revancha. ------ Este es el segundo libro de la serie de Los Diablos y Las Brujas. El primer libro es - La hija de la bruja y el hijo del diablo. Ambos libros están conectados entre sí, pero puedes leerlos de manera independiente. ```
Como ella y su compañero estaban estancados en lo que ella quería esa noche —el problema más importante— entonces hablar de otras cosas estaba fuera de discusión. Además, dada la personalidad de Draven, estaba segura de que él no la llevaría a mezclarse con una multitud. No es que quisiera que la sacara, pero de hecho había crecido curiosa por ver cómo es un festival.
Clio y Reya se miraron la una a la otra y luego hacia su maestra que estaba perdida en sus pensamientos. En sus ojos, veían su comportamiento como uno hecho por la decepción.
—Señorita, está bien. No todas las parejas de compañeros salen a jugar a la ciudad —consoló Reya.
Clio le ofreció una mirada de desaprobación, reprendiendo a su prima por decir tonterías, y luego miró a Ember. —Señorita, tal vez Su Majestad planeó darle una sorpresa y por eso no le ha informado sobre ello.
Reya intervino:
—Sí, Señorita. Tal vez Su Majestad ya había preparado un regalo para usted.
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