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Combinar Raíces

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Se desea, quizás como se debe desear lo que alguna vez fue prohibido e inalcanzable. No se engañan a pensar en amores o sentimientos más allá del calor natural de sus cuerpos. Y esa necesidad que se intensifica al combinar la raíz de su magia.

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La vergüenza le puede, quisiera terminar de hundirse en las aguas cálidas y aromáticas de esa enorme bañera antes de salir a enfrentar lo que sigue. Desnuda con los dulces aromas de las ventas flotando en el ambiente, el corazón amenazaba con salir de su pecho en cualquier momento.

Cuando se apareció dentro de la mansión ya temblaba de los pies a la cabeza ante la expectación de dar el siguiente paso. Desde el inicio era consciente de que ese momento llegaría, sin embargo, tener el conocimiento no hacía que fuera sencillo. Eso sin contar que su futura suegra la esperada en la habitación contigua para ayudarla a prepararse.

Draco se había limitado en mirarla por largos segundos antes de besar el dorso de su mano e instalarla a tomar el pasillo de la derecha hacia una enorme puerta blanca donde podía ducharse y cambiarse de ropa, mientras el hacia lo mismo en otra habitación para otorgarle un poco de privacidad.

Se tomo su tiempo para lavarse, quizás unos minutos más de los necesarios solo para dejar escapar un poco de tiempo. Para cuando salió se envolvió en una gruesa toalla blanca, secando el cuerpo y el cabello poco después con un simple hechizo. Lo único que tenía preparado dentro del baño eran las toallas y un conjunto de ropa interior blanca de seda y encaje, además de una bata gruesa.

Deseaba que Narcisa se hubiera aburrido y marchado, aunque sabía que no tenía tanta suerte. Cuando abrió la puerta del baño que conducía a un enorme vestidor, la mujer rubia aguardaba por ella, sentada de manera elegante en una silla tapizada con terciopelo oscuro.

Sin decir palabra alguna se levantó y camino hacia ella con una sonrisa en los labios que Hermione no supo cómo interpretar, parecía dulce, incluso maternal, sus ojos azules brillaban quizás con nostalgia o un anhelo que no sabía bien como definir. Pero definitivamente nunca había visto esa expresión en el rostro de Narcisa Malfoy.

-Siempre quise una hija. -Dice más para sí misma y suspira. -A partir de hoy lo eres, como si yo misma te hubiera parido. Mi magia y mi sangre están en ti a través de la sangre de Draco.

Algo en la afirmación de Narcisa le calienta el corazón, por que de alguna manera percibe la sinceridad en cada palabra. 

La conduce hasta el tocador, haciéndola que tome asiento. Hermione parece aturdida por sus palabras, no encuentra su voz y aunque la encontrará no sabe muy bien que decir. Lo que está ocurriendo le parece tan irreal que simplemente está fuera de su mente.

A pesar de todo, se deja hacer. Permite que Narcisa desenrede su cabello con mimo, reciba las lociones y cremas que le ofrece, siguiendo cada una de sus indicaciones. Al final su piel esta sedosa al igual que su cabello suave y manejable en una marea de risos brillantes.

Narcisa la mira desde la imagen que proyecta el espejo, manteniendo esa sonrisa dulce tan impropia de ella. Incluso la castaña se atreve a decir que luce mucho más joven cuando muestra esa calidez poco conocida de su personalidad. Antes de marcharse la sorpresa de nuevo inclinándose para besar su coronilla en un gesto demasiado maternal, le entrega un pequeño frasco con una poción.

-Beberla después te ayudará con cualquier molestia.

Es lo último que dice la mujer retirándose.

Hermione se queda unos minutos viendo la puerta por la que Narcisa Malfoy ha salido. Hay mucho por procesar y entender sobre esa mujer, lo único que tiene por seguro es que no es una bruja cualquiera, como tampoco puede dejar de pensar que por absurdo que suene, de una manera que pocos pudieron comprender acaba de darle la bienvenida a su familia, no como una suegra admitiría a una nuera, sino como una madre abriría sus brazos para reencontrarse con su hija pródiga.

Tiene que agitar la cabeza para despejar su mente y no ir más allá con esos pensamientos que de momento la están confundiendo cada vez más.

Toma del respaldo de la silla una bata de seda que hace juego con la ropa interior que ya porta. Sin pensarlo demasiado se dirige a la segunda puerta, aquella que le dará acceso a la habitación que compartirá con Malfoy en el futuro, en el cual intimaran por primera vez para terminar de sellar aquel acto de magia ancestral que los unirá para siempre.

Camina descalza sobre los pisos de madera, no ha querido calzarse las zapatillas que dejaron listas para ella, teme que el temblor en sus piernas termine haciéndola caer. Trata de contener los nervios, respira profundamente al dar el último paso para adentrarse en la alcoba.

La iluminación de la habitación es tenue, el aroma es agradable y muy masculino. Tiene la seguridad que originalmente debe ser el territorio de Draco, lo percibe así no solo por la esencia que se cuela por sus fosas nasales, sino por el decorado del lugar que en sí mismo es simplista y oscuramente elegante, con los colores verdes presentes en el poco decorado. Una enorme cama estilo Luis XIV con postes de madera en los extremos, la madera es oscura con un exquisito tallado en relieves, en la elegante chimenea el fuego crepita dando un calor reconfortante.

Los ojos de Hermione viajan lentamente por cada rincón de la habitación, hasta que sus ojos reparan en Malfoy, parece que no se ha dado cuenta de su presencia. Se encuentra de pie frente a un amplio ventanal por el cual entra la luz de la luna.

La joven bruja se toma su tiempo para admirar la imagen, parece un ángel, la luz mortecina de la noche le otorga a su piel pálida un tono nacarado como si se tratara de una estatua de duro mármol o alabastro. Alto y delgado, con cada musculo de su cuerpo definido, sin ser extremadamente musculoso su ancha espalda muestra el arduo trabajo que debe realizar para mantenerse en forma. Lleva el torso desnudo, solo un pantalón de pijama de seda, color negro, descansa sobre sus afiladas caderas. El cabello peinado de manera descuidada hacia atrás parece más oscuro, posiblemente sigue húmedo.

Posiblemente siente su presencia por que se gira y pronto sus ojos se encuentran con los suyos. Tiene una expresión neutra, parece concentrada por que tarda en comenzar a acercarse.

Por un momento Hermione tiene la imperiosa necesidad de salir corriendo, la mirada depredadora de Malfoy hace que se ericen en los bellos de su piel, es su templo lo que hace que no retroceda, que le sostenga la mirada a pesar de esa necesidad de poner distancia de por medio. Se dice a si misma que es estúpido e infantil a esas alturas sintiéndose de aquella manera.

Así que, a pesar de todo, con el corazón galopando con fuerza en su pecho se mantiene tan firme como puede, enfrentando su mirada acerada con el rostro en alto, siendo quizás lo único que delata su nerviosismo la manera en la que muerde su labio. inferior de manera compulsiva.

Draco lucha con sus propios demonios mientras se acerca, la mujer que tiene delante lo tiene embelesado. Granger siempre ha sido un enigma, uno que ahora está dispuesto a resolver. Que distintas con las cosas al pasado, cuanto han cambiado ambos en el camino. Ahora que siente la magia de esa joven bruja como si se trata de la propia comienza a visualizar a la verdadera mujer, ya no a la odiosa y sabelotodo niña de sus recuerdos, esa que odio por sus estúpidas creencias de pureza y estatus de sangre.

Era entonces capaz de admitir con cierto resquemor que el origen de su fuerza mágica encierra una grandeza que antes no había sido capaz de ver. Ahora no solo la ve, la siente, su vitalidad, el ímpetu incontrolable de su energía mágica. Es como visualizar algo que debería ser intangible, pero que está ahí, no solo presente y constante, sino tan intenso que no sabe cómo definirlo por completo.

El temperamento de Granger se percibe en su magia. Ingobernable, tan libre y potente que lo deja sin aliento.

Debía en ese momento ofrecerle una poción específica, pera despertar la libido y hacer de esa transición algo fácil. Pero se niega a perturbar ese momento, quizás sea orgullo o su enorme ego, la razón por la que se niega a utilizar brebajes de lujuria para seducir a quien será su mujer.

En el peor de los casos quiere que sea ella quien lo pida, que tome esa opción que sabe que tiene. Por eso espera por esa petición que no llega y el alivio se extiende de manera satisfactoria al comprender que quizás Hermione se sienta de la misma manera.

Se desea, quizás como se debe desear lo que alguna vez fue prohibido e inalcanzable. No se engañan a pensar en amores o sentimientos más allá del calor natural de sus cuerpos. Y esa necesidad que se intensifica al combinar la raíz de su magia.

Saben que pueden tomar aquel brebaje que descansa sobre la cómoda, sin embargo, quieres estar completamente conscientes y con todas sus facultades puestas en ese momento.

Frente a frente, tan cerca que sus alientos se mezclan y el calor que mana de sus cuerpos vuelve a lograr que cada bello de su piel se erice.

No hay palabras que deban ser dichas, las emociones que los envuelven son suficientes para dar el paso definitivo.

Sus labios se unen, algo cercano a un gemido se escapa de sus bocas cuando se toca, es tan electrizante la sensación que tienen que sostenerse, acercándose, abrazándose al otro para mantenerse en pie.

Los labios se abren, iniciando esa danza de lenguas húmedas que juegan a enredarse y desenredarse, calientes y excitantes, se empeñan a disfrutar el sabor de esas bocas que tan generosamente se ofrecen.

Draco la aprieta contra su cuerpo, de manera posesiva pone la mano diestra en su nuca para dominar el beso, para ahondar más profundamente en su boca. La izquierda termina aferrada a su espalda baja, firme y contundente se frota, permitiendo que sienta su creciente erección.

Los besos son voraces, hambrientos y sedientos en el deseo que se va formando con una velocidad vertiginosa. La piel le arde donde quiera que la toque, esas manos grandes masculinas son diestras en sus avances, primero fueron lentas y concisas, sosteniéndola como si no quisiera que escapara de sus brazos, después, solo después de que sintió la reciprocidad de sus besos y las temblorosas manos femeninas avanzan tímidas sobre su piel, se dio el tiempo de avanzar. Masajeando y apretando.

Con la presteza de quien conoce sus artes, le desabrocho el sujetador haciendo que se deslizara lentamente por sus brazos hasta caer a sus pies.

Hermione a esas alturas tiene las mejillas rojas y los labios hinchados, sus rizos ingobernables son una marea castaña que no hacen otra cosa que hacerla ver femenina y salvaje. Contiene el aliento cuando el aire besa la desnudez de sus senos. No recuerda en qué momento a sido despojada de la bata, apenas fue consciente de como libero el broche del sujetador.

Draco da un paso atrás para admirarla. Sus pupilas dilatadas le dan una oscuridad sensual a su mirada. Admira los generosos pechos de su mujer, redondos, firmes, de pezones erguidos, ya listos para recibir sus atenciones.

Siente la necesidad de cubrirse los pechos con los brazos, la manera en que le mira la cohíbe y al mismo tiempo desata en ella cierta satisfacción al percibir el deseo de Malfoy. Por esa razón se abstiene de abrazarse para cubrirse, mantiene los brazos a los costados a la espera de que termine de verla.

Una sonrisa ladeada cuaja en las facciones de Draco, levanta una ceja ante la mirada altiva de la castaña, puede sentirla temblar y no por eso parece amedrentada, como siempre se crece en valor sin importar las circunstancias. Tomando su mano la hace andar hasta acercarse a la cama. La joven imagina que la conduce al lecho para recostarla, sin embargo, esta equivocada. El se sienta en el borde, manteniéndola de pie, sin apartar la mirada gris de su cuerpo, definiendo cada curva, cada redondes con la vista, pero también con sus manos como si moldeara una escultura. Va acariciando sus contornos, haciendo que el calor abrace a Hermione con fuerza, logrando que tenga que morderse los labios para callar los gemidos que pugnan por escapar.

Sus movimientos son firmes, las caricias viajan por toda la extensión de su piel, a veces por la curva de su espalda haciendo que se heche hacia atrás exponiendo sus pechos, tentando y asiendo que sucumba a la glotona necesidad de prenderse de ellos, a veces. por sus caderas afianzando su agarre, apretando incluso su trasero. Entonces no son solo sus manos, sino también su boca la que hacen que la humedad entre sus piernas crezca y algo al sur de su cuerpo comience a palpitar.

Los instintos de Granger se despiertan, aun es su inexperiencia el cuerpo toma las riendas de su voluntad. No se limita a ser receptora de caricias y besos, ella también toma con la boca esa piel blanca para besarla, para extender besos húmedos por los hombros y el cuello. A veces acariciando la fuerte espalda, a veces arañándola cuando la intensidad de los chupetones y lametones que le prodiga su prometido la nublan.

Dame, casi grita. Sus pechos sensibles claman por el vacío cuando la boca de Draco los deja.

Draco busca sus ojos cuando poniendo sus manos en las caderas, enreda con los pulgares los laterales de sus bragas para comenzar a bajarlas. Se toma su tiempo para hacerlo de manera lenta, casi perezosa, sin apartar su mirada de los brillantes ojos de Hermione. De alguna manera teme que se retracte, que detenga el avance, por eso la mira a penas parpadeando para tratar de descubrir que es lo que piensa y quiere.

Puede ser que las palabras no lleguen, pero la expresión en su rostro y la resolución en su mirada no deja lugar a dudas, ella lo desea tanto como el.

Tan alto como es se levanta rosando el cuerpo con el suyo, para ayudarla a recostarse ya completamente desnuda sobre la cama. Ahora es su turno, en un fluido movimiento tomando el elástico de su pijama la baja junto con su ropa interior.

Se tiende sobre ella, sin darle el tiempo suficiente para mirar esa erección que se pronuncia lista para ella. El calor que los abraza cuando sus cuerpos desnudos se tocan los hace gemir con fuerza y ​​cerrar los ojos. Es abrumador el sentimiento que los embarga, son conscientes que se debe en mucho a la magia que los envuelve, pero también reconocen que eso no es todo.

La besa de nuevo, largamente, posesiva. Mordiendo sus labios, los mismos que antes ella torturo con sus dientes blancos. Hasta ese momento es consciente lo erótico que resulta ver esa mueca en Granger.

La mano se desliza suavemente por la piel lechosa de sus muslos, trazando líneas imaginarias que hacen jadear a Hermione, la toca de una manera que la hace vibrar. Llega a su pubis, los rizos cortos le hacen cosquillas en la palma de su mano, pero eso es lo menos importante, es su humedad lo que le da la bienvenida cuando va más allá.

Con la boca contra la suya, bebe sus gemidos cuando introduce uno de sus largos dedos en su interior, sin dejar de acariciar con su pulgar ese botón rosado lleno de terminaciones nerviosas. Por inercia abre más las piernas permitiendo un fácil acceso.

La invasión de sus dedos expertos es el cielo y el infierno al mismo tiempo. La abarca toda, nublando sus sentidos, robándole el aire a sus pulmones y toda capacidad de pensamiento.

Siente como estira su interior, el movimiento que va tomando forma. Malfoy no se detiene, deleitándose con los sonidos que salen de sus labios, lo excita la manera en se mueve bajo la invasión de sus dedos, la forma en que aprieta la mano con sus muslos cuando está rozando su orgasmo.

Se ve sensual con sus mejillas tintadas de un bonito color, haciendo que las pequeñas pecas que salpican su nariz resalten, tienen los labios inflamados y rojos. La marejada de cabellos avellana se esparce en la colcha suave y cálida, pero también aromática. Sus pechos se mueven al vaivén de los movimientos que marca su mano, no puede evitar al verlos tener la necesidad de meterlos en su boca. Así lo hace, succionando con fuerza precisa, lamiendo, delineando con su lengua el pico erguido.

Sabe que esta cerca, su interior palpita. Acelera el movimiento de tus dedos, soltando su pecho solo por el deseo de ver su cara cuando el orgasmo la atraviese.

-¡Mírame! -Suelta exigente, haciendo que abra los parpados que había mantenido firmemente cerrados.

Sus ojos brillantes se asoman como dos ventanas.

Hermione se aferra a los hombros masculinos como una manera de sostenerse. No puede evitar enterrar un poco las uñas en la piel blanca, por la fuerza que aplica cuando el éxtasis llega con fuerza en un delicioso orgasmo.

-¡Draco! -Gime el nombre echando la cabeza hacia atrás, apretando con más fuerza los muslos, manteniendo prisionera la mano de su prometido.

La satisfacción que siente Malfoy al escuchar su nombre en los labios de Hermione es inexplicable. Motivado y sobreexcitado no le da tregua.

Hermione siente el cuerpo laxo, completamente relajada por el orgasmo reciente. Aun su respiración es agitada cuando Draco se acomoda mejor entre sus piernas.

-¿Quieres continuar?

La pregunta la toma por sorpresa. No espera escuchar su voz enronquecida mostrando cierta vulnerabilidad en la cuestión. Mucho menos cuando puedes sentir la dura erección contra su vientre. En realidad, ¿Está pasando? encuentra en su prometido una conciencia que siempre creyó no tenia, aun en esa situación está preguntando y dando la opción de negarse a concluir el acto.

Un calor distinto nace en su pecho, quizás es agradecimiento ante su consideración. Su respuesta no se da en voz viva, se limita a tomar su rostro entre sus manos para besarle esta vez lentamente.

Malfoy no necesita de más, tampoco es estúpido para rechazar su promesa. A pesar de todo, la respuesta en ese beso logra estremecerlo más que las palabras.

-Iré lento. -Promete antes de volver a besarle.

Esta en su húmeda entrada, haciéndose paso a su interior, es lento como ha prometido, dándole tiempo de adaptarse. Siente la presión, como empujar para hacerse paso, el dolor la atraviesa ardiente.

Draco se detiene a pesar del deseo primario que le exige por terminar de hundirse y mover las caderas para ir al encuentro de su propio orgasmo. Aprieta los dientes con fuerza, no es fácil la odisea, esta tan apretada y húmeda que se vuelve doloroso.

Es el infierno estar en ella y mantenerse estático, pero ha prometido a Granger ir lento ya si mismo ser el hombre que merece una mujer como ella. Trata de mentalizarse para retroceder, para hacer acopio de toda su fuerza de voluntad por si le pide retirarse.

Con alivio la siente relajarse bajo su cuerpo, alzando sus caderas, instándolo a que siga. Agradece en silencio al cielo, comenzando a moverse de manera lenta pero constante al principio.

El dolor persiste leve, más como un ardor molesto que se va desvaneciendo conforme el calor abrumador va comenzando a quemarla de nuevo. Enreda sus piernas a las caderas de su amante, sumándose al vaivén, impulsando la fricción. Ya no se contiene, deja fluir sus jadeos, esos gemidos largos y torvos que escapan con facilidad de entre sus labios. Las manos danzan contra la piel de sus brazos y espalda, a veces perdidas entre sus cabellos rubios cortos, a veces enterrando sus uñas en la piel blanca que comienza a estar enrojecida y sus dientes también someten dejando marcas amorosas que después besa como si quisiera aliviarlas. .

Malfoy no se queja, por lo contrario, disfruta de la libertad fluida de la mujer bajo su cuerpo, percibe su entrega con el mismo éxtasis con que ella vibra. Se funden en la misma corriente arremolinada, como una marea embravecida. Inunda su cuerpo con su falo erecto, al cobijo de su intimidad es una delicia.

Susurra su nombre con cada embestida, mareada, llena de el. El aliento cálido choca en su oído, también le escucha pronunciar su nombre entre todas esas palabras inconexas y los gemidos roncos masculinos que la deleitan impulsándola con fuerza.

Se derrite bajo el peso de su cuerpo, con ese calor envolvente que la consume desde dentro hacia afuera como una lava crepitante que se hace paso por sus venas como si fuera su propia sangre.

No hay nada romántico entre ellos, nada establecido con sentimientos o emociones. Pero negar la afinidad, la compatibilidad que comparten, es tan absurdo a esas alturas, como negar la gravedad.

Los cuerpos perlados de sudor vibran, cada envestida de sus caderas, cada movimiento los desarma y construye en el placer.

Es demasiado lo que siente, están al borde. Ya no pueden contenerse y explotar junto en el éxtasis. La intensidad del orgasmo los hace temblar y gemir al oído del otro, se abrazan con fuerza, sosteniéndose como si incluso sus almas se hubieran despegado de sus cuerpos.

Malfoy sabe que debe moverse pronto, pero prolonga cada segundo tanto como puede, le fallas las fuerzas, deshuesado se niega a abandonar la calidez de Hermione, las pulsaciones de su pene no se aplacan, todavía puede sentir las contracciones de las paredes vaginales de su prometido.

Respira con dificultan contra su cuello, aspirando su aroma personal mezclado con el sexo. Utiliza sus brazos para no aplastarla y espera que pronto lleguen sus protestas para apartarse.

Las protestas no llegan por el contrario, sus manos siguen firmemente afianzadas a su espalda, incluso con el cuerpo medio adormecido por el orgasmo reciente los suaves movimientos de arriba abajo por su columna vertebral lo activan.

Apoyándose con los codos, se levanta lo suficiente para buscar el rostro de Hermione, pronto se encuentra con una visión que lo seguirá por el resto de sus días. Aparta con delicadeza un mecho de cabello rebelde de la cara para admirar el cuadro completo. Le parece la imagen más hermosa que ha visto en su vida.

"Mi mujer es preciosa"

"Mi mujer"

"Desaparecido en combate"

Quedo subyugado por ese pensamiento, con una pasión y un sentimiento complejo de posesión.

Los rizos castaños parecen una alfombra otoñal. No sabe si es su aura o el brillo radiante posterior al clímax lo que imprimen en su rostro una poderosa feminidad sensual. Los contrastes en sus ojos los sentimientos que rápidamente se destella en sus pupilas no son difíciles de leer y le gusta lo transparente que puede ser, ama el desafío de su mirada fiera o la dulzura que de momentos tintinea en su mirada.

"Es la unión de nuestra magia"

Se dice acariciándole el rostro con las yemas de los dedos. Nunca le había parecido tan hermosa, como tampoco había experimentado un deseo de pertenencias tan potente. En su haber tenido muchos amantes, mujeres dispuestas a complacerle expertas y primerizas, quienes le abrieron las piernas para perderse en ellas, no recuerda un número o un rostro en particular. Ninguna mujer había despertado lo que Granger acababa de despertar en él.

Sus respiraciones se vuelven acompañadas conforme los minutos corren. Sigue dentro de ella y se niega a abandonar el confort que experimenta. Posiblemente no es cómodo para Hermione siendo si primera vez, pero no puede alejarse y en su rostro no encuentra ningún símbolo de incomodidad, no solo no lo aparte, le mira profundamente como si quisiera desentrañar sus secretos más íntimos.

Se sorprende al sentir también las manos de Hermione prodigarles caricias lentas, apartando los cabellos pegados a la frente por el sudor. Delinea su rostro lentamente desde la frente hasta el mentón. Con cierto orgullo descubre que le gusta que lo de observa, parece también embelesada.

"Es la magia"

Repite en sus pensamientos, una punzada de decepción le atraviesa. Posiblemente cuanto los últimos vestigios de los hechizos de unión de sangre se evaporen no será tan intenso y verdaderamente placentero como lo es ahora.

Con ese pensamiento en mente, quiere alargar ese momento tanto como pueda. Su cuerpo comienza a estar listo de nuevo. No necesita más estimulación o motivación de la que ya tiene. La mujer que le da cobijo a su falo es todo lo que necesita para ponerse duro de nuevo.

El gemido que emite Hermione cerrando los ojos, mordiéndose el labio inferior, completamente entregada a la causa es suficiente para comenzar a moverse. Esta vez no hay prisa o premura, sus movimientos son tan suaves como la mantequilla.

Disfruta de los gestos, la manera en que exhala con dificultad el aire caliente contra su piel sensible, los ruidos que emite mientras mecen sus caderas en ese vaivén lento y tortuoso. Pronto busca sus labios para ser el quien los muerda para después acarícialos con la lengua para reconformarla. Bebe de su boca todo, pasando pronto a la piel del cuello largo, el valle de sus pechos. Percibe los fuertes latidos del corazón donde también deposito un beso.

Rápido el ritmo de su necesidad les marca el cambio, los movimientos se vuelven rápidos, acelerando la carrera que los está llevando a ambos al borde. Dentro, fuera, tan constantes que están casi sin aire, pero no les importaría en ese momento morir por falta de aliento.

Explotan juntos en un potente orgasmo. Ya no tienen fuerza para nada, Draco se gira llevándola consigo, abandonando la calidez de su centro a regañadientes, para ser el caballero que debe y cubrirlos a medias con la colcha.

No hablan, en ese momento no lo necesitan, pero mientras el cansancio satisfecho les vence, con el calor del otro a su lado ambos piensan que no hay otro lugar mejor donde deberían estar.

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El sol está en todo lo alto, tiene un buen clima. Hermione termina de sacudir sus manos poniéndose de pie. A pocos pasos Malfoy la observa con cierta contrariedad.

-¿Era necesario?

-¿El que? -Contesta con otra pregunta sabiendo bien a que se refiere.

-Eres bruja, puedes ahorrarte el esfuerzo.

-Lo soy, -Admite. -Eso no evita que a veces disfrute hacer cosas sin magia, solo por el placer de hacerlo.

-Que placer encuentras en ensuciar tus manos, en tardar más de una hora en lo que puede quedar en cinco minutos.

Hermione bufa, aun así, no pierde la sonrisa.

-Dijeron que este árbol me representa, que debía ser plantado al lado del tuyo. Que sus raíces fortalecerán nuestros vínculos mientras crecen, mi magia estará ligada a él, de la misma manera en que ligaron tu magia al tuyo cuando eras niño. Me han dicho que este no es un bosque cualquiera que todos tus antepasados ​​han plantado sus propios árboles, que cuando tengamos hijos ellos harán los mismos, es la manera en la que la tierra que cimienta su legado les proteja.

Poniéndose al lado de Malfoy se toma el tiempo de admirar el paisaje, diseños de árboles se extienden por el bosque, los más jóvenes son el de Draco y el propio que acaba de plantar ella misma con sus manos.

-Soy bruja, pero no soy solo eso. Mi ascendencia debía de reflejarse, mis padres son muggles eso no va a cambiar y esto, -Dijo mirando sus manos. - es recordar de donde provengo. Así que acostúmbrate, no será la última vez que prefiera utilizar mis manos.

Draco carraspeo incomodo, por alguna razón les dio otro sentido a las palabras de Hermione, sobre las diferentes maneras de emplear sus manos y no era precisamente para plantar árboles.

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