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Dolor

- Yo tampoco quiero que alguien te haga daño Nagi. No quiero que te lastimen. No quiero que guardes silencio sobre lo que te sucede. Si alguien intenta dañarte deberias...

- No te preocupes, estaré bien - dijo él sonriendo - Ademas no hay nada que pueda hacer sobre lo que me hacen

- ¿Por qué? No es porque eres de clase baja ¿verdad? Porque yo también lo soy

- ¡No! Elizabeth tu eres diferente, tu y yo somos diferentes. El valor de nuestras vidas es muy deferente - Nagi empezó a agitarse - Si alguien me hiciera algo yo...yo no tendria ningún derecho a condiderarlo injusto - La tristeza se reflejó en su rostro

- ¿A qué te refieres con eso del valor de nuestras vidas? ¡¿De verdad crees que tu vida no tiene valor?!

- Así es - contestó Nagi - Tu eres hermosa, tierna y amable. No tiene nada que ver con clase. Simplemente eres maravillosa. - Aquello lo dijo con dolor

- Nagi...tu eres el maravilloso. Siempre estás a mi lado ayudándome

- ¡No! - rugió Nagi - ¡No te ayudo porque quiera hacerlo! No malinterpretes las cosas ¡Yo no elegi estar a tu lado!

Sus palabras golpearon a la joven zombie como ladrillos que le caian encima. Ella lo miró con asombro y tristeza. Al darse cuenta de lo que habia dicho, el rostro de Nagi se paralizó. Entonces avergonzado le dió la espalda. No pudo seguir viendola y hablandole.

- Lo siento Elizabeth - dijo sin mirarla - Pero ¿podemos hablar mañana? Quisiera irme a casa. Ahora estás a salvo en tu habitación

Por más que ella quisiera seguir hablando con él, supo que sería imposible ya que ahora parecía existir un muro invisible entre ambos. Ella era conciente que Nagi no quería que nadie se le acerque demasiado. Era muy reservado en ese sentido. Pero ella no deseaba dejar las cosas asi, no quería dejarlo ir sin aclararlo todo porque temía perderlo

- Nagi, no he terminado de hablar contigo ¿Por qué dices que tu vida no tiene valor? Se que piensas que no es asunto mío pero...

- Elizabeth, estoy muy cansado. Insisto ¿podemos hablar de esto mañana? - su voz sonaba extrañamente fría y distante. Eso la entristeció más ya que supo que nada conseguiría por más que insista.

- Ya veo...lo siento.

Le pidió disculpas y le abrió la puerta. Nagi se fue sin mirarla ni despedirse, parecía un completo extraño. Cuando quedó sola y tras cerrar la puerta nuevamente, recordó las duras y frías palabras de Nagi. Se arrojó a la cama y no pudo evitar llorar. Se sintió súbditamente sola.