Cati tenía una expresión de sorpresa, al ver la figura del hombre retirarse hacia multitud que esperaba su carruaje. Ella estaba segura de que fue testigo del beso del Señor Alejandro y aun así estaba aquí cortejándola. Algo no cuadraba, y como ella había dicho, estaba cansada. Mantener una sonrisa toda una tarde y en una postura recta para encajar con el ambiente, la había agotado.
Cuando colocó su mano en la boca, ella dio un bostezo que saco unas cuantas lágrimas de sus ojos.
―¿Qué tan seguido el Concejo hace reuniones como esta? ―preguntó Cati a Silvia.
―Cuatro veces al año cada trimestre regularmente. El director tiene la impresión de que todo funciona sin problema ―dijo Silvia, frotándose las manos debido a la brisa helada de la noche.
―Y no es así―dijo Cati, haciendo que la mujer asintiera.
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