Cuando llegó la noche, su tío Raymond vino de visita junto con su esposa Aurelia y su hija Ruth. Su prima Ruth era el alma más dulce que había conocido, que solo había cumplido siete años este verano. Hubo momentos en que ella deseaba tener a Ruth como hermana en lugar de Nora para luego regañarse por pensar de esa manera. También deseaba poder tener una relación mejor y más saludable con su hermana.
Incluso si ellos no estaban relacionados con la sangre, eran su primera familia y ella quería que funcionara. Nora tenía sus puntos buenos, aunque solo eran unos pocos, aún así contaban. Por ejemplo, su hermana la había ayudado mientras cocinaba y ahora había tomado la iniciativa de llevar la comida de la cocina a la mesa del comedor; su tía aprovechó la oportunidad para hablar con ella tranquilamente.
—¿Cómo has estado? Estoy decepcionada con el hecho de que rara vez me escribas, especialmente después de que... tu madre falleciera —preguntó la tía Aurelia, observando como Heidi clasificaba las verduras en una bandeja.
Su tía, Aurelia, era similar a su difunta madre. Una mujer que era de una buena familia, amable y gentil por naturaleza, y sus genes pasaron a su hija Ruth. Su esposo, el tío Raymond de Heidi, era un hombre severo que tenía conexiones con el Señor del norte. Su tía hablaba menos delante de su marido, ya que a la mayoría de las mujeres humanas de clase alta se les enseñó a no expresar sus pensamientos a menos que fuera de gran importancia. Pero su tía era tan astuta como su madre, sus ojos se fijaban en la mayoría de los detalles a su alrededor.
—Lamento no haber estado escribiendo. A veces tengo tanto trabajo por aquí que se me escapa de la mente —se dirigió Heidi a su tía con una mirada de disculpa.—Me aseguraré de escribirte regularmente a partir de ahora —prometió; pero vio a su tía sacudir la cabeza con el ceño fruncido.
—Escribe cuando sientas que quieres hacerlo. No porque tengas que hacerlo. ¿De acuerdo? —dijo su tía, haciendo que Heidi sonría.
—Bien.
—Bien. Entonces, ¿cómo has estado? —repitió su tía la pregunta.
—Creo que estoy bien. Han pasado dos años —dijo Heidi y le dio una sonrisa confiada que no llegó a sus ojos.—A veces es difícil, recordar el hueco que una persona ha dejado atrás, en nosotros. La vida parece realmente extraña en ese momento...pensar...que la persona que estaba aquí ya no lo está—su tía le frotó el brazo con dulzura.
—De eso trata la vida, ¿no? Pero Dios nos ha dado el regalo de la memoria, un lugar donde podemos apreciarlo y visitarlo tantas veces como sea necesario —dijo su tía. Heidi no estaba segura de si la memoria era una un regalo o una maldición, había cosas que no podía olvidar, cosas que la angustiaban en sus sueños. —Ahora sonríe. Helen se sentiría decepcionada si viera a sus hijos luciendo tristes —dijo su tía antes de tomar una cucharada del curry que Heidi había preparado.
—Lo hice yo —dijo Nora mientras regresaba a la cocina.—¿Cómo está? ¿Está bien?
A Heidi no le importó que su hermana se llevara el crédito de lo que había hecho. Era algo que dejaba pasar si le traía una sonrisa, lo que era suficiente para ella.
—Es muy sabroso —felicitó la tía Aurelia a Nora, a lo que Nora le dirigió una amplia sonrisa antes de sacar la salsa de la cocina. Al ver a la niña irse, su tía se inclinó hacia Heidi y le susurró:—El hombre con el que te cases será muy afortunado de comer algo tan delicioso. No te olvides de anotar la receta y dármela —y con eso, su tía se fue, dejándola sola en la cocina oyendo a su hija Ruth llamarla.
Mientras las dos familias cenaban, su padre y su tío Raymond hablaron sobre el trabajo de este último. Heidi escuchó a Ruth hablar seriamente sobre las recientes clases de piano a las que se había unido hace unas semanas. Ella sonreía todo el rato mientras escuchaba a su prima hablar de música, aunque había algunas cosas que no entendía, con tal de mantener el corazón de la niña contento. Una vez que todos terminaron con la cena, toda la familia se sentó en la sala de estar.
—Raymond, ¿qué pasó con lo de enviar buenas palabras al Señor a través del Duque? —preguntó su padre, Simeon, a su hermano.
—En realidad, vine aquí para hablar sobre el mismo asunto —dijo el tío Raymond con una expresión sombría.
—Espero que sea una buena noticia lo que nos hayas traído —comentó su padre y luego preguntó:—¿Qué es?
Raymond respiró hondo antes de hablar:—Como el hijo del Señor es joven y no está casado, traté de hablar con el Duque y la Duquesa, que son conocidos cercanos del Señor de Woville. Les mostré la foto de Nora y la esposa del Duque dijo que tenía potencial y hablaría a su favor. Regresó la semana pasada con la noticia de que el joven señor no quería casarse ahora mismo, ya que quería mejorar sus habilidades para administrar el imperio.
—Hmm —Heidi vio a su padre murmurar en respuesta.
—Pero el Señor mismo envió una propuesta después de escuchar cosas tan buenas acerca de la hija de Curtis — dijo el tío Raymond. Su hermana que se veía abatida hacía un momento, ahora estaba mirando a su tío con ojos azules brillantes en un ligero indicio de emoción.
—Me alegra oír eso —comenzó su hermano Daniel, pero su tío resopló.
—No debería. El Consejo del Imperio ha estado manteniendo una nota sobre las divisiones entre todo el Imperio, modulando tanto a la gente como a los respectivos señores. El consejo está empeñado en mantener un decoro equilibrado entre los humanos y las criaturas nocturnas. Todos sabemos que Woville y Bonelake no han cooperado, y el consejo principal dio unas pocas órdenes a ambos Señores. Tanto el Señor de Woville como el de Bonelake decidieron mantener la tregua con una alianza.
—¿Qué estás diciendo, Raymond? —preguntó su padre, aparentemente entendiendo hacia dónde iba esto.
—El Señor junto con el Consejo decidieron que sería mejor tener una relación definida entre ellos para mostrar confianza mutua. Nuestro Señor ha prometido la mano de una mujer Curtis en matrimonio a un pariente cercano del Señor de Bonelake —respondió Raymond con un sabor amargo en la boca. Los que no lo sabían parecían desconcertados por la noticia.
—¿Qué estaba pensando el Señor? —murmuró Daniel.
—¡Eso es imposible! —su padre golpeó la mesa frente a él.—No voy a casar a Nora con una familia de chupasangres. ¡Nunca! Ella es mi hija y yo decidiré dónde casarla —dijo su padre con enojo.
A pesar de que a nadie le gustaba la idea, Nora no tuvo reparos, ya que soñaba con vivir en una gran mansión como una reina, pero desafortunadamente su padre estaba totalmente en contra la idea de enviarla a una casa de vampiros.—No la enviaré ahí-
—Simeon, confía en mí, tampoco estoy contento con eso, pero rechazar al Señor no estaría bien. No haría más que daño, especialmente después de que el Señor haya dado su palabra. Si nos negamos ahora, no es el Señor de Woville de quién tendremos que preocuparnos, el Consejo también estará involucrado.
—Pero no podemos...
Heidi podía ver el conflicto en los ojos de su padre mientras luchaba con la idea de que Nora se casara con un vampiro. Teniendo en cuenta que los dos hermanos Curtis despreciaban a los vampiros, y que el Señor del Norte haya decidido que Nora sería la novia de un vampiro, era algo que todos ellos estaban digiriendo.
—Pero tengo una propuesta —habló Raymond a su hermano. ¿Otra? pensó Nora sorprendida, debía ser más bella de lo que sabía para obtener tantas propuestas.
—En la carta que se envió, se mencionó claramente que nuestro Señor le prometió a una mujer Curtis de la familia. Si no quieres enviar a Nora, ¿por qué no enviar a otra persona en su lugar? —su tío se giró para mirarla haciendo que su corazón cayera al instante.
—¿Heidi? —preguntó la tía Aurelia con una mirada sorprendida.
—Heidi es una Curtis y ella es de la misma edad que Nora. No creo que un pequeño cambio cause ningún problema —dijo Raymond cuando el temor comenzó a llenar el corazón de Heidi. Podía escuchar el latido de su corazón en sus oídos y la sangre fluir rápidamente en su cuerpo.
—Pero tío Raymond... —cuestionó Nora, que no le gustaba la idea de que Heidi fuera a experimentar el lujo que se suponía que era suyo.
—No te casarás con una familia de vampiros, Nora —la interrumpió su tío, lanzándole una mirada mordaz, lo que significa que sus palabras no estaban en discusión. Después de unos segundos,se volvió hacia su padre.—¿Y tú qué dices?
Heidi se puso tan pálida como un fantasma cuando vio a su padre asentir a regañadientes.