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—Solo déjalos ser, deja que Pequeño Bollo actúe como quiera, puedes enseñarle una vez que tus padres regresen a su casa —Yu Dong no iba a impedir que Chen Mi educara a Pequeño Bollo y, honestamente, Chen Mi tampoco estaba equivocado. Aunque los abuelos miran a sus nietos con gafas de color de rosa, es responsabilidad de los padres poner límites a sus hijos para que no se malcríen.
—¡Los abuelos pueden consentir todo lo que quieran, pero los padres deben ser igual de estrictos con sus hijos! De lo contrario, se volverían malcriados y sin disciplina.
Chen Mi tarareó en acuerdo pero aún así no soltó a Yu Dong, quien le seguía dando palmadas en la espalda. Ella podía entender que todo era muy difícil para Chen Mi, ya que siendo tan joven tenía que cuidar a su hijo y ahora lo regañaban por hacer eso. Era natural sentirse molesto.
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