—Piérdete, o... muere.
Su voz no era fuerte, pero en esta noche silenciosa y pacífica, era bastante distintiva y clara. Para el comandante de túnica negra, era resonante.
La mujer no parecía dura o severa; simplemente tenía cierto tipo de actitud e indiferencia escalofriante.
El comandante de túnica negra miró a sus dos subordinados y los encontró tirados débilmente en el suelo. Su sangre estaba brotando de sus cuerpos y formando un charco alrededor de ellos.
Un hediondo olor a sangre, que era capaz de poner el pelo de punta a cualquiera, brotaba.
—¿Quién es su excelencia? ¿No ha sido demasiado despiadada hace un momento?
El comandante de túnica negra contuvo su temor y habló fríamente. Sus ojos parecían brillar, y una lanza plateada apareció frente a él.
Si alguien de la Ciudad de la Niebla Celestial estuviera allí y viera esa lanza, ciertamente reconocerían a esta persona.
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