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Capítulo 1

Aquel goblin cayó desplomado en el suelo. Su cráneo fué atravesado por una espada corta y curva de color negro, la cuál hizo derramar sus sesos a través de la herida.

Aquella figura misteriosa, cubierta por una mugrienta armadura metálica, se acercó. La espada negra que había acabado con la vida del goblin, contrario a lo que cualquiera hubiese esperado, se desvaneció en motas brillantes de color azul.

En la otra mano, el misterioso hombre de armadura sostenía una antorcha, iluminando tenuemente la oscura cueva. Llevaba un escudo pequeño, atado firmemente a la misma mano donde sostenía la antorcha.

Gracias a la tenue luz, pudo ver algo colgando de su cuello. Un collar, el mismo tipo de collar con el que se identifican a los aventureros, el mismo tipo de collar que le dió aquella recepcionista. Pero el suyo era diferente.

"¡Rango plateado...!".

Ella sintió la mirada imponente de aquel misterioso hombre. Sus ojos parecían brillar con intensidad a través de su yelmo, siendo de diferente color cada uno, siendo uno de un tono rojo intenso, como la misma sangre. Y el otro de un tono plateado, como el acero. Eso la hizo sentirse minúscula en comparación con él, sin embargo, sentía curiosidad por la identidad de aquel hombre que la había salvado.

— ¿Q--... quién eres...? —. Logró preguntar ella.

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Una joven chica caminaba a través de las calles de la concurrida ciudad fronteriza. Tenía un rostro hermoso y juvenil, el pelo rubio y ojos azules; claros y brillantes, llenos de inocencia, típicos de una joven criada en la iglesia. Su vestido blanco y azul denotaba aún más su relación con esta. Además del báculo ornamentado que llevaba consigo.

Su andar era algo torpe y lleno de nerviosismo. No estaba acostumbrada a estar en un lugar tan concurrido. Ella miró a través de las calles, vió a las personas caminando de un lado a otro, todos viviendo sus vidas.

Muchas de estas personas eran aventureros. Todos ellos portando armas, armaduras o algún ítem especial que les ayudaba en sus misiones. Entre estos habían guerreros, arqueros, magos, exploradores y por supuesto, clérigos.

La chica llegó hasta un enorme edificio ubicado cerca del centro de la ciudad. Era el gremio de aventureros. Un enorme edificio construido en piedra y mármol, revestido en concreto y pintado de blanco. El interior era amplio, tan amplio para albergar a cientos de aventureros cada día.

La joven chica se acercó a una de las filas para hablar con una de las recepcionistas del gremio y esperó pacientemente su turno.

Sin nada más que hacer, la joven sacerdotisa comenzó a mirar a su alrededor. Observó como dentro del gremio no solo habían humanos, además de estos se podían ver elfos; altos y hermosos, la mayoría portando arcos, o equipo ligero, como estás o bastones. Enanos, toscos y musculosos; ellos llevando más armadura y portando armas contundentes, o algunos que no cargaban armas, por lo que supuso eran hechiceros. Además de algunas razas demi-humanas, como personas con partes de gato o perro.

Los minutos pasaron, hasta que finalmente llegó su turno. — El siguiente por favor —. Le avisó la recepcionista que la atendería.

Era una chica joven y hermosa, su pelo era de un castaño claro, casi rubio y estaba atado en una gran trenza, la cuál caía sobre su hombro. Su uniforme reluciente, consistía en una camisa blanca manga larga, debajo de una chaqueta gris oscura y una falda color negro, con pliegues en la parte inferior.

Su expresión era afable. Incluso a pesar de todo el trabajo que debía soportar diariamente, su rostro no parecía cansado y no tenía una expresión amargada en éste, algo que denotaba la enorme paciencia y amabilidad que poseía.

Dejando de lado su nerviosismo, la joven sacerdotisa habló. — Y-yo... ¡Quisiera convertirme en aventurera! —.

— ¿Enserio...? —. Preguntó la recepcionista mientras miraba a la joven sacerdotisa, lo que hizo que ella se sintiese un poco avergonzada. — ¡Bien!, entonces, ¿Sabes leer y escribir? —.

— Uhm... Si, señorita... Lo aprendí en el templo —. Respondió la joven sacerdotisa.

— Muy bien, entonces, necesito que llenes ésta hoja de registro. Si tienes alguna pregunta no dudes en hacerla —. Dijo la recepcionista con una sonrisa, mientras le entregaba una hoja y una pluma de escribir.

La sacerdotisa tomó la hoja y comenzó a leerla y llenarla con su información. Tras unos pocos minutos, ella le entregó la hoja a la recepcionista, la cuál procedió a revisar que toda la información estuviera en orden.

Luego de ésto, la recepcionista le entregó una pequeña placa de porcelana sujeta a un collar. — ¿Porcelana...? —. 

— Los aventureros pueden ser uno de los diez rangos. El primero es el Platino, sin embargo, éste solo ha sido ocupado por unos pocos en toda la historia. Luego están los de rango Oro, estos principalmente trabajan en misiones de nivel nacional, así que prácticamente sólo los aventureros de rango plata hacia abajo trabajan en las tierras salvajes... —. Explicó la recepcionista.

— Los aventureros de rango Plata son los veteranos leales al gremio que han desarrollado su fuerza a través de los años. Luego están los rango Rubí, Esmeralda y Zafiro; estos son los de nivel medio. Y debajo de estos están los de rango Acero, Obsidiana y Porcelana... —.

— Estos son los aventureros novatos, ¿Verdad? —. Preguntó la sacerdotisa.

— Así es —. Confirmó la recepcionista.

— Ésto es para la evaluación de sus habilidades, así como una forma de identificar que formas parte del gremio de aventureros... También nos servirá para identificarte en caso de que... Suceda algo, así que trata de no perderla, ¿De acuerdo? —.

— ...! —. Tras un momento de consideración, la sacerdotisa entendió a qué se refería la recepcionista con eso último.

— Muy bien, el registro está completo. En aquella pizarra puedes verificar las misiones disponibles, te recomiendo encarecidamente que no tomes ningúna misión por encima de tu nivel... —. Le informo la recepcionista, señalando a un enorme pizarrón detrás de ella. — Eso es todo. Te deseo buena suerte —. Dijo finalmente con una amable sonrisa.

— Muchas gracias, señorita —. Dijo la sacerdotisa mientras se inclinaba ligeramente.

Ella estaba a punto de revisar el tablero con las misiones, cuando un trío de jóvenes se le acercó.

— Hola. Eres nueva, ¿Verdad?. ¿Te gustaría unirte a nosotros para una misión? —. Le dijo un chico bastante joven, portaba una espada larga atada a su espalda. Estaba vestido con una armadura ligera, y tenía vendajes en su cuerpo, a pesar de no lucir herido.

— Eres una sacerdotisa, ¿Cierto? —. Preguntó el chico.

— Uhm... Si, lo soy —.

— Excelente, a nuestro equipo le falta un sacerdote. ¿Qué dices?, ¿Te gustaría entrar? —.

— E-este... ¿Cuál es la misión que harán? —. Preguntó la sacerdotisa.

— Cacería de goblins —. Dijo mientras inflaba un poco el pecho con una sonrisa confiada.

La sacerdotisa recordó lo poco que sabía sobre los diferentes monstruos que los aventureros enfrentaban. De todos los monstruos existentes, los goblins eran considerados los más débiles de todos. Tenían el tamaño de un niño y una fuerza similar a estos. Sus únicas ventajas, eran sus números tan grandes, y que podían ver en la oscuridad perfectamente bien.

La sacerdotisa consideró la oferta por unos momentos. El chico pareció notar esto y trató de aliviarla. — Está bien, nuestro equipo está bien balanceado, tenemos a una maga recién graduada con honores y a una luchadora experta en artes marciales.

La sacerdotisa vió a las dos compañeras del chico, una era una chica de pelo negro, recogido en una cola. Vestía con ropas simples; una túnica gris típica de los monjes guerreros y unos pantalones de color negro. Además de una botas. Está lucía una expresión tranquila y serena, e irradiaba un aura de fuerza.

La otra, era una chica de pelo corto color rojo. Llevaba unas gafas y vestía con un vestido negro típico de los que practican hechicería, además de un sombrero grande de copa. Tenía una expresión fría en su rostro, lo cual puso un poco nerviosa a la sacerdotisa.

— Entonces, ¿Aceptas? —.

Tras pensarlo un segundo, la sacerdotisa asintió. Ante esto la expresión del chico guerrero se alegró enormemente. — ¡Excelente!, Chicas, ya tenemos al último miembro! —.

— Disculpen... —. Los cuatro dirigieron su atención hacía la recepcionista. — Si solo son ustedes cuatro, tal vez deban esperar un rato... Hasta que un aventurero más experimentado llegue —.

— Está bien, no hay de qué preocuparse, si solo son goblins, nosotros cuatro seremos suficiente —. Afirmó el chico mientras miraba a los miembros de su grupo.

— Yo... Recomendaría esperar un rato... Hasta que llegue un especialista en matar goblins —. Insistió la recepcionista.

Esto provocó una risa en el chico. — ¡Ja!... Nadie que se especialice en matar goblins puede ser un aventurero experimentado —. El chico descartó la sugerencia de la recepcionista. — Bien, ¡Vamos!. ¡Esas pobres chicas están esperando que las rescaten! —.

La sacerdotisa no pudo evitar notar la expresión sombría y a la vez triste de la recepcionista, eran tan diferente de la sonrisa amable que le había dado. Sin embargo, ella siguió al resto del grupo, si en verdad había chicas secuestradas, debían hacer todo lo posible por ayudar.

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La recepcionista estaba de pie frente al tablón de anuncios, mientras verifican y reorganizaba los avisos con las misiones. Aún no podía sacar de su mente aquel grupo de jóvenes que fueron a aquella misión a cazar goblins. Algunos dirían que se preocupaba demasiado. Pero ella llevaba demasiado tiempo trabajando en el gremio y sabía que los goblins, por muy débiles que parezcan no debían ser subestimados, quizás para unos aventureros experimentados, una cacería de goblins no sea la gran cosa, pero para unos novatos que aún no sabían cómo funcionaba el mundo...

Un suspiro escapó de sus labios. Ella no podía hacer mucho al respecto, ésto era lo normal en este mundo.

Unos aventureros novatos se registraban. Ya sea en busca de dinero o reconocimiento, traídos a un gremio tras escuchar de grandes hazañas de guerreros legendarios que emprendian épicas aventuras. Los jóvenes, cautivados por estás historias, intentan llegar a ser iguales a estos héroes de los que escucharon.

Sin embargo, en su primera misión, se ven superados por monstruos, ya sea porque son muy fuertes, o muy números para lidiar con ellos. Lo más probable es que algunos de ellos muera, y el resto acabe gravemente herido, esto en el mejor de los casos. Luego esos sobrevivientes se retiran del gremio y vuelven de regreso al pueblo de dónde vivieron y se aíslan de todo. Esta era una historia común, ocurría casi a diario. Así funcionaba el mundo.

Aunque luego habían otros. Otros que lograron superar la misión y sobrevivir, ya sea porque tenían algún talento oculto, o eran muy fuertes o tal vez, porque eran lo suficientemente listos. 

No era raro encontrar aventureros que resultaron ser lo suficientemente fuertes, o con algún talento especial. Sin embargo, aquellos lo suficientemente listos para poder sobrevivir eran pocos. Solo había contadas excepciones... Y entre estos...

...!

Las reflexiones de la recepcionista se detuvieron cuando por la puerta entró una figura familiar para ella. Se apresuró hacia él y dijo con voz suplicante. 

— P-por favor, necesito tu ayuda, ¡Es urgente! —.

A través del yelmo, los ojos de la figura parecían brillar con intensidad. Y este solo hizo una pregunta. — ¿Son goblins...? —.

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El hedor a sangre y heces se podía sentir tan solo en la entrada de la cueva.  Un viento frío sopló, haciendo que la única antorcha que llevaban parpadeara por un instante. Una sensación de incomodidad recorrió la espalda de la sacerdotisa.

A pesar de ser mediodía, el interior de la cueva era completamente oscuro, y la antorcha que llevaban apenas iluminaba pobremente unos pocos metros alrededor.

Junto a la sacerdotisa, los otros miembros del grupo caminaban en fila, liderados por el chico guerrero, el cuál sostenía la antorcha. Detrás de él, se encontraba la artista marcial y en la retaguardia la maga, la cuál había sugerido está formación.

— E-este... ¿No deberíamos habernos preparado mejor? No sabemos lo que podría haber en esta cueva... —. Preguntó la sacerdotisa de firma nerviosa.

— Cielos, te preocupas demasiado. Aunque supongo que es normal para alguien de tu profesión —. Dijo el chico guerrero jovialmente.

La preocupación de la sacerdotisa no disminuyó ni un poco, por lo que el chico guerrero habló. — Oye calma, todo el mundo sabe que los goblins son monstruos débiles. Incluso he ayudado a lidiar con goblins antes en el pueblo donde vivía —.

— He, ¿Presumes de haber lidiado con unos goblins? Que lamentable. Además, ni siquiera te enfrentaste a uno realmente —. Comentó la luchadora.

— O-oye, eso es un poco cruel, ¿No crees? —. Preguntó el chico guerrero algo ofendido.

La luchadora se acercó a la sacerdotisa y puso su mano en el hombro de esta tratando de calmarla. — Tranquila, incluso si convierten a este tonto en carne picada, puedo encargarme de ellos con mis golpes —. Le aseguró.

Los cuatro siguieron avanzando en silencio a través de la cueva. El nerviosismo de la sacerdotisa comenzaba a volver a medida que se adentraba más y más.

— ...Aún así, ¿No deberíamos haber traído algunas porciones de curación? —. Preguntó la joven sacerdotisa.

— Incluso si dices eso, no tenemos dinero para pociones, ni tiempo que perder... —. Contestó el chico. — ...Me preocupan más las chicas secuestradas... Si están heridas, ¿Puedes curarlas, cierto? —. Preguntó el chico a la sacerdotisa.

— Aprendí [Curación menor] y [Luz sagrada] en el templo, pero aún así... —. 

— Entonces no hay ningún problema —. Aseguró el chico.

Así, continuaron avanzando en línea recta a través de la cueva sin complicaciones, lo único extraño fue que encontraron un extraño tótem con un cráneo. Cosa que los desconcertó momentáneamente, aunque siguieron su camino igual.

El nerviosismo de la sacerdotisa no había disminuido en lo más mínimo, ella se sentía incómoda por alguna razón, a pesar de todo lo que sus compañeros le habían asegurado, ella aún sentía que debían haberse preparado mejor. Y ella aún no podía olvidar la expresión de la recepcionista cuando vio que irían a la misión sin esperar a aquel aventurero más experimentado.

Sin más opciones, ella continuó avanzando lentamente, mientras rezaba en voz baja para que los dioses les dieran su protección.

— ¡Oye, estás siendo muy lenta! —. Las oraciones de la sacerdotisa fueron interrumpidas por la voz de la maga.

— L-lo siento... —. Se disculpó con la maga, cuando de pronto creyó que escuchó un extraño sonido. — ...! —.

— ¿Qué?, ¿Tengo algo en la cara? —. Preguntó la maga con voz irritada. 

— N-no, yo... Creí haber escuchado algo... —.

La maga observó como sus otros dos compañeros seguían avanzando con la única fuente de luz.

Irritada por la actitud de la sacerdotisa, la maga dijo. — Escucha, hemos caminado en línea desde que entramos, no hay manera de que detrás de nosotros haya--... —. Sus palabras se cortaron cuando ella también escuchó un extraño sonido detrás de ella.

Miro hacia atrás y con la poca luz que había, vió como a ellas se acercaban varias criaturas de horrible aspecto. Su tamaño era el de un niño, y solo vestían con trapos sucios que servían de taparrabos. Su piel era verde y estaba llena de verrugas, sus narices y orejas eran largas y puntiagudas, y sus bocas estaban llenas de dientes afilados y disparejos. Además de que portaban armas bastante rudimentarias.

— ¡G-goblins! —.

Las criaturas rodearon a ambas con intenciones de atacarlas. Levantando su bastón, la maga comenzó a conjurar uno de sus hechizos en dirección a uno de los goblins.

— S-sagitta... Inflamarae... ¡Raedius! [Saeta de fuego] —. De su bastón, una llamarada de fuego surgió y salió disparada hacia el goblin al que ella apuntaba, calcinando su rostro en segundos. "Uno menos...". Pensó ella.

— Ssagitta Inflamarae Raed--... —. Su hechizo fue interrumpido cuando varios goblins se abalanzaron sobre ella, derribandola y despojando la de su bastón.

— ¡Devuélveme eso! —. La maga intentó forcejear, pero se vio abrumada por la cantidad de goblins sobre ella.

Sin poder hacer nada, vió con horror como su bastón era partido en dos por uno de los goblins, haciéndola perder el control sobre sus emociones. — ¡M-malditos!, MALDITOS!!! —.

La sacerdotisa intentó ayudar, tratando de apartar a los goblins con su báculo. — ¡Déjenla en paz! —.

Uno de los goblins fue pateado por la maga, aunque no le hizo daño más allá de un ligero moretón, sin embargo, el goblin pareció enojarse por el golpe, por lo que decidió apuñalar a la maga con una daga cubierta de suciedad.

!...

La maga comenzó a gritar y retorcerse violentamente a causa del terrible dolor que estaba sintiendo. De la herida causada por la daga del goblin, salían grandes cantidades de sangre mientras sostenía su mano en la misma. 

Los goblins tenían expresiones de fascinación mórbida en sus rostros, y parecían querer hacer más daño a la chica. — ¡¡¡YAAAAAH!!! —. Sin embargo, se escuchó un grito, y de pronto el chico guerrero salió disparado hacia el mismo goblin que hirió a la maga, y con su espada le hizo una herida profunda en el torso.

La artista marcial corrió a socorrer a la maga junto con la sacerdotisa. Al ver la herida, le dijo a la sacerdotisa. — ¡A-apurate!, Tienes que curarla... ¡Usa tu milagro! —.

— Si... ¡Si!... —. La sacerdotisa acercó sus manos a la herida de la maga, cerró los ojos y comenzó a orar a la diosa a la que servía. — Oh madre tierra que revisas de piedad... —.

Por su parte, el chico guerrero seguía intentando cortar a los goblins con su larga espada, sin embargo, estos lograba esquivar sus ataques con gran agilidad, lo que comenzaba a gustar al guerrero. — ¡Malditos bastardos!... ¡¿Cómo se atreven...?! —.

— Te ayudaré... ¡Eek…! —. La artista marcial intentó acercarse al chico guerrero, pero la forma en la que este oscilaba su espada le impedirá cualquier intento de hacerlo. — ¡H-hey!, deja de blandir esa cosa, no puedo luchar junto a ti...! —. 

— ¡Tú cuida a las demás...! —. Dijo el chico mientras no detenía sus ataques. — ¡Estos bastardos sin míos! —.

A medida que continuaba la lucha, el chico demostró que a pesar de ser un completo novato, podía al menos herir a varios goblins; cortándole el brazo a uno e hiriendo de gravedad a otro al ensartar su espada en su pecho.

La satisfacción de tal hazaña fue tal, que no notó cuándo ese mismo goblin lo apuñaló en la pierna con una daga, la cuál también estaba envenenada. El dolor comenzó a invadir todos los sentidos del guerrero, haciendo que este pierda el equilibrio por unos segundos.

A pesar de esto, logró sobreponerse al dolor a pura fuerza de voluntad e intentó reanudar su ataque nuevamente. Sin embargo, sintió como su espada chocaba con una de las paredes de la cueva. El sonido del metal contra la piedra lo aturdió por unos instantes. Cuando finalmente sus sentidos volvieron hacia los goblins, vió como estos se abalanzaron sobre él.

Los goblins comenzaron a descuartizar su cuerpo con sus armas primitivas. Cortando y golpeando una y otra vez en cada parte de su cuerpo. La sangre salpicaba por todas partes, mientras los desgarradores gritos de dolor del chico hacían eco en toda la cueva.

La sacerdotisa y la artista marcial observaron esto en shock, sin poder hacer absolutamente nada para ayudar. Sus cuerpos temblaban ante la grotesca vista ante ellas, impidiendoles moverse en absoluto.

Saliendo de su aturdimiento, la artista marcial se armó de valor y les dijo a la sacerdotisa y la maga. — ¡Ustedes dos, corran! —.

— ¡P-pero...! Ya utilicé 'curación menor', pero ella aún... —. Dijo la sacerdotisa entre titubeos.

Tras un momento de consideración, la artista marcial salto hacia los goblins, y comenzó a luchar con estos. Dió una patada, la cuál dislocó el cuello de uno de los goblins. Seguido de un golpe a la tráquea de otro con la palma de su mano, haciendo que esta se fracture gravemente, asfixiándolo en el proceso.

La artista marcial continúo con su asaltó, sus golpes fueron rápidos y precisos. Golpeando solo puntos vitales para acabar de forma rápida con el oponente, varios goblins cayeron muertos tan solo de un golpe, otros requirieron dos o tres, pero su destino siempre fue la muerte. 

O así era, hasta que tras una patada giratoria, la artista marcial vió como su golpe era detenido por un goblin bastante grande. Mucho más grande que cualquiera de su grupo, tanto, que incluso de pie, ella solo llegaba hasta su clavícula.

El enorme goblin sostuvo el tobillo de la artista marcial con fuerza, haciendo que ésta soltará quejidos de dolor. Luego la lanzó violentamente hasta una de las paredes de la cueva, para luego lanzarla aún más violentamente hacia adelante, haciéndola chocar con otra pared.

La chica intentó ponerse de pie, pero el dolor que sentía en ese momento era demasiado para moverse. Tras un gran esfuerzo, ella solo pudo ponerse de rodillas mientras jadeaba de forma entrecortada.

Varios goblins se acercaron a ella mientras reían de forma maliciosa. Sus rostros tenían sonrisas torcidas que solo acentuaban sus oscuras intenciones. Sin perder más tiempo, los goblins se abalanzaron hacia ella y la golpearon hasta dejar su cuerpo magullado. Para luego arrancar sus ropas de forma violenta.

— ¡N-no...! —. La artista marcial intentó frenar a los pequeños monstruos, pero su cuerpo carecía de fuerza para eso, y solo pudo quedar impotente mientras era sostenida por varios goblins a la vez.

Entonces uno de los goblins la sostuvo de los glúteos y se acercó a su feminidad, esto ante la ya horrorizada sacerdotisa.

— C-...corre... —. Logró susurrar apenas la artista marcial.

La sacerdotisa tomó a la maga y se movió lo más rápido que pudo. Tapó sus oídos en un intento de no escuchar los desgarradores sonidos de la artista marcial siendo mancillada por las horribles criaturas. Esto mientras murmuraba débilmente. — Lo siento... Lo siento... Lo siento... —.

La sacerdotisa caminó por la oscura cueva sin mirar atrás. Apenas podía distinguir el camino por el que iba, pero eso no le importó, todo lo que quería era salir de esa horrible cueva y volver a salvo a la ciudad.

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos pero las contuvo, no podía llorar, tenía las manos ocupadas y eso solo la retrasaría, tenía que salir de la cueva a como dé lugar.

En su afán de ir más rápido, la sacerdotisa tropezó y se desplomó en el suelo, dejando caer también a la maga. 

— ¡L-lo siento... —. La joven sacerdotisa intentó auxiliar a la maga, cuando se dió cuenta de que está apenas estaba respirando, mientras la sangre salía de su boca. — ¿P-pero que...? —.

Ella se preguntó si es que acaso su oración no llego a alcanzar a la diosa, pero tras revisar el lugar de la herida, ella vio que de hecho estaba curada. Aún así, ella comenzó a rezar nuevamente para mejorar la condición de la maga.

— Oh madre tierra que rebosas de piedad... —. Sin embargo no pudo terminar su oración, cuando escucho un ligero silbido en el aire y luego sintió un dolor punzante en su hombro izquierdo. Horrorizada, ella giro su vista, para encontrar una flecha incrustada en este.

— Arrg... Aaah... ¡Ahhh!... Akkh... —. Ella se retorcía en el suelo a causa del dolor mientras soltaba gritos entrecortados.

Ella giró su vista hacia atrás cuando escuchó pasos que se acercaban. Su horror creció aún más cuando vio a dos goblins armados; uno con un arco y el otro con una daga, que se acercaban hacia ellas.

Una de las criaturas se acercó hacia la moribunda maga y comenzó a desgarrar su vestido mientras reía de forma sádica.

— N-no... Alejate de ella... —. Ella intentó ponerse de pie e intentar ayudar a la maga, pero el otro goblin se acercó a ella mientras reía de la misma forma grotesca y sádica que el otro.

En ese momento la sacerdotisa no podía moverse, el miedo que sentía era demasiado para siquiera pensar correctamente. Cada centímetro de su cuerpo temblaba ante el inevitable final que le esperaba. En ese momento, ella solo tenía una certeza; Ella moriría.

Su miedo era tal, que apenas se percató cuando algo tibio y mojado se deslizaba bajo sus muslos. El goblin olió el hedor y su sonrisa pareció torcerse aún más. 

En un desesperado último intento, ella intentó rezar a su diosa por salvación, pero su voz era apenas un susurro entrecortado. Sabía que era inútil, ella moriría en ése lugar, la salvación no llegaría…

...!

Sin embargo algo pasó.

Al principio, fue solo un pequeño destello a lo lejos. Una pequeña luz que se acercaba lentamente por la oscura cueva. Unos pasos se comenzaron a escuchar, llamando la atención de los goblins.

A medida que la luz se acercaba más y más, una figura se hacía cada vez más visible. 

Los goblins se miraron entre ellos, confundidos de que alguien se acercara, no entendían como sus compañeros habían dejado escapar a una de sus presas.

Molesto, el goblin que sostenía el arco tomó una flecha, la dibujó sobre el arco y disparó a la figura que se acercaba. Pero la flecha no impactó a su objetivo, la figura desvió la flecha de alguna forma, incluso en la oscuridad de la cueva.

Esto confundió aún más a los goblins, y a regañadientes, el goblin que sostenía la daga, se abalanzó hacia la misteriosa figura.

El goblin aterrizó encima de la misteriosa figura, e intentó apuñalarlo. Se escuchó un ligero chillido metálico, pero la figura no se inmutó ante el ataque, más bien, el mismo atacó al goblin, empujándolo con fuerza hacia la pared con un pequeño escudo atado en su brazo, para luego apuñalarlo en el vientre.

El goblin chillo de dolor ante la herida, y luego no hizo ningún movimiento. La figura misteriosa observo al pequeño monstruo un instante, y luego comenzó a quemar la cara del goblin con la antorcha que sostenía. A lo que este solo soltó otro grito mientras sufría en agonía. El goblin se retorció unos momentos, y luego su cuerpo cayó desplomado en el suelo.

— Uno... —. Dijo la misteriosa figura.

El otro goblin parecía algo asustado de la figura que mató a su compañero y comenzó a retroceder lentamente con la intención de huir.

A pesar del miedo que sentía, la sacerdotisa tomo su bastón y lo sostuvo con fuerza frente al goblin, haciendo dudar al goblin y frenando brevemente su paso. Sin embargo, ese momento de duda fue fatal para el goblin.

Aquel goblin cayó desplomado en el suelo. Su cráneo fue atravesado por una espada corta y curva de color negro, la cuál hizo derramar sus sesos a través de la herida.

Aquella figura misteriosa se acercó al cadáver del goblin, y dijo de forma calmada. — Dos... —.

Ahora que estaba más cerca, y la luz era la suficiente para ver en la cueva, ella vió a la misteriosa figura; parecía ser un hombre, estaba completamente cubierto por una cota de malla y una armadura metálica, la cuál estaba bastante sucia y mugrienta. En su mano izquierda llevaba una antorcha, y atado a su brazo izquierdo, un pequeño escudo desgastado.

La espada negra que había acabado con la vida del goblin, contrario a lo que cualquiera hubiese esperado, se desvaneció en motas brillantes de color azul, sorprendiendo a la joven sacerdotisa, que no podía entender lo que acababa de ver.

Gracias a la tenue luz, pudo ver algo colgando del cuello del hombre. Un collar, el mismo tipo de collar con el que se identifican a los aventureros, el mismo tipo de collar que le dió aquella recepcionista. Pero el suyo era diferente.

"Rango plateado...!".

Ella sintió la mirada imponente de aquel misterioso hombre. Sus ojos parecían brillar con intensidad a través de su yelmo. Eso la hizo sentirse minúscula en comparación con él, sin embargo, sentía curiosidad por la identidad de aquel hombre. Así que tomando el poco valor que le quedaba, preguntó.

— ¿Q--... quien eres...? —.

El hombre, con una voz fría y calmada dijo:

— Goblin Slayer —.

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Fin—.