La casa del técnico era una construcción de dos pisos en las afueras del enorme amontonamiento cúbico y sin ventanas que ocupaba el centro de la ciudad. Mallow pasó de uno a otro sitio por un pasadizo subterráneo, y se encontró en la silenciosa atmósfera con olor a ozono de
la central de energía.
Durante quince minutos, siguió a su guía y no dijo nada. Sus ojos no se perdieron nada. Sus dedos no tocaron nada. Y después, el técnico dijo con voz ahogada:
¿Ha tenido bastante? No podría confiar en mis subordinados en este caso.
¿Lo hace alguna vez? preguntó irónicamente Mallow. He tenido bastante.
Volvieron al despacho y Mallow preguntó, pensativamente:
¿Y todos esos generadores están en sus manos?
Todos dijo el técnico, con más de un poco de complacencia.
¿Y los mantiene en funcionamiento y buen estado?
¡En efecto!
¿Y si se estropean?
El técnico meneó la cabeza con indignación.
No se estropean. Nunca se estropean. Fueron construidos para toda la eternidad.
La eternidad es mucho tiempo. Suponga que
No es científico suponer casos absurdos.
Muy bien. ¿Y si yo redujera una parte vital a la nada? Supongo que las máquinas no son inmunes a las fuerzas atómicas, ¿verdad? ¿Y si fundo una
conexión vital, o destrozo un tubo D de cuarzo?
Bueno, entonces gritó el técnico, furiosamente, le mataríamos.
Sí, lo sé repuso Mallow, gritando también, pero ¿y el generador?
¿Podríamos repararlo?
Señor dijo el técnico, furioso, ha tenido lo que solicitaba. Ha sido un intercambio justo. ¡Ahora váyase! ¡No le debo nada más!
Mallow se inclinó con satírico respeto y se fue.
Dos días después se hallaba de nuevo en la base donde la Estrella Lejana esperaba para volver con él a Términus.
Y dos días después el escudo del
técnico se quedó sin energía, y a pesar de su asombro y sus maldiciones nunca volvió a brillar.