La oscuridad envolvió la habitación de Shiro cuando murmuró la palabra "comenzar". En la aparente calma de su cuarto, un pequeño mecanismo dentro del casco se activó, pero él no lo notó. Con un leve zumbido, una fina aguja emergió del dispositivo, perforando la piel de su cuello. Apenas un pinchazo indoloro, lo suficiente para obtener una muestra de su sangre. La aguja se replegó tan rápido como apareció, ocultándose en las profundidades del casco.
—Muestra de ADN tomada, —anunció una voz robótica, resonando en el silencio de la habitación.
El casco comenzó a brillar tenuemente, proyectando luces suaves que ondulaban alrededor de la cabeza de Shiro, como si estuviera rodeado de un aura energética. Un instante después, la luz desapareció, devolviendo la oscuridad total a la habitación.
—Fragmento de alma, tomado —agregó la voz robótica, tan fría y mecánica como antes.
La habitación volvió a quedar en silencio, como si nada hubiera pasado.
Shiro
El vacío. Eso fue lo primero que sentí. Una completa oscuridad que me envolvía por todos lados, pero no era aterradora. No había frío ni calor, solo un espacio infinito que parecía extenderse sin fin. No podía sentir mi cuerpo, pero mi mente estaba clara. Abrí los ojos, o al menos eso pensé, y lo único que vi fue más oscuridad.
De pronto, una voz robótica rompió el silencio.
—Bienvenido a Alma. ¿Le gustaría mantener su apariencia por defecto o desea modificarla?
Miré a mi alrededor, pero no había nada ni nadie. Solo esa voz, neutra y sin emoción, resonando en la oscuridad. Me preguntaba si el casco me estaba mostrando un mundo más allá de lo que podía ver, o si simplemente aún no había comenzado el juego propiamente dicho.
"Modificar mi apariencia", pensé por un momento. Podría ser interesante, pero… no. Lo que soy, es suficiente.
—Prefiero mantener mi apariencia, —respondí con calma.
En ese instante, una pantalla gigantesca apareció frente a mí, hecha de luz pura que flotaba en el vacío. En ella, se desplegaba un mapa detallado. Doce reinos, cada uno con su propio nombre y territorio, titilaban ante mis ojos. Veloria, Kazamir, Umbren... nombres exóticos se deslizaban por la pantalla.
La voz robótica volvió a hablar.
—¿Le gustaría aparecer en alguno de los doce reinos?
Mi mente comenzó a analizar rápidamente. "El juego ya tiene diez años", me dije. Eso significaba que los mejores jugadores ya habrían monopolizado las zonas claves. Y si las áreas seguras estaban ocupadas, tendría que aventurarme en las más peligrosas para subir de nivel. No podía arriesgarme. No sabía qué penalidad habría por morir, pero si implicaba perder experiencia o niveles, eso me retrasaría muchísimo.
Nunca había investigado Alma, pero sabía lo suficiente sobre cómo funcionaban los juegos y, sobre todo, entendía la naturaleza humana. Los lugares de fácil progreso serían campos de batalla, abarrotados de jugadores buscando cualquier ventaja.
Entonces, me di cuenta de algo. La voz había dicho "gustaría". Eso implicaba que no era obligatorio aparecer en uno de los reinos.
—Espera, —dije, pensando en voz alta—. Si no tengo que aparecer en uno de estos reinos… ¿cuáles son mis otras opciones?
La voz robótica no tardó en responder.
—Las zonas fuera de los doce reinos son aleatorias. No pueden ser seleccionadas.
Una sonrisa se extendió por mi rostro. Esa era la respuesta que necesitaba. Una zona aleatoria me daría más libertad. No sabía dónde terminaría, pero eso solo hacía las cosas más interesantes. Y, lo más importante, podría evitar la competencia directa con los jugadores más avanzados por el momento.
—Perfecto. Acepto aparecer en una zona aleatoria.
La voz robótica parecía indiferente a mi decisión.
—Confirmado. Aparecerá en una zona aleatoria. Le deseamos la mejor de las suertes en su aventura.
Sentí un leve cosquilleo recorriendo mi cuerpo. Bajé la mirada, y me dí cuenta de que comenzaba a desvanecerme. Mi cuerpo se volvía translúcido, como si estuviera perdiendo sustancia, transformándome en algo etéreo. La voz seguía hablando, despidiéndome, pero ya no le prestaba atención. Algo sobre este juego estaba fuera de lo común, y no solo porque fuera inmersivo.
No había razas para elegir. Tampoco clases como guerrero, mago o arquero…
Me quedé inmerso en ese pensamiento. Un juego de rol, sin las típicas opciones de rol. Algo no cuadraba.
Y entonces, una sensación extraña me atravesó como un rayo. Un pensamiento inquietante.
—¡Hay tutorial, verdad?! —grité, mi voz resonando en el vacío que aún me rodeaba—. ¡Sistema, por favor, dime que hay tutorial!
El silencio fue la única respuesta. Me sentí mareado de repente, flotando en el limbo, mientras me imaginaba qué podría esperarme en este nuevo mundo. Mis nervios comenzaron a agitarse, y un sudor frío se formó en mi frente.
—¡Por favor, que haya un tutorial…!
Sentí cómo mi cuerpo finalmente se desvanecía por completo, fundiéndome con la oscuridad mientras mi mente intentaba procesar lo que vendría a continuación