—¿De qué te ríes? ¿No has oído que hasta los caballos tropiezan? ¿Qué tiene de extraño que se patee una pelota torcida? —el chico con el pelo hasta los hombros que fue objeto de risa, desprendiendo una vibra un poco de golfillo— claramente el responsable de la patada torcida— levantó su cabeza sombría y miró hacia el balón de fútbol que rodaba cerca de Xiao Yi. Sintiéndose bastante molesto, se giró y los maldijo, luego, cuando levantó la vista y encontró la mirada de Xiao Yi, fue como si el fuego que ardía en su vientre hubiera encontrado una salida. Miró fijamente a Xiao Yi y gruñó:
— Maldita sea, mocoso, ¿qué miras? ¿Vas a pasarle el balón a tu maestro o no?
—Al escuchar las palabras del chico golfillo, los ojos de Xiao Yi se estrecharon lentamente.
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