¡Sou!
El gigantesco dios bestia agarró los trofeos con su garra y voló hacia atrás como un rayo de luz. Era tan rápido que ni siquiera el Caballero de Pei Feng podía atraparlo.
—En mi bolsillo. —Luo Feng agitó su mano y puso el anillo espacial, el anillo mundial, y la verdadera armadura del tesoro en su propio anillo mundial.
Un furioso rugido estalló cerca de los oídos de Luo Feng. —Emperador del Río Espada, ¡sólo eres codicioso!
Luo Feng se dio la vuelta y vio al Caballero de Pei Feng corriendo hacia él. Sonrió y transmitió su voz. —Caballero de Pei Feng, eres un candidato a general deificado. ¿De verdad eres tan estúpido? ¿De verdad crees que el Emperador Corteza Espejada habría dejado en paz mis verdaderos tesoros si fuese yo el que fuese asesinado? ¡Qué broma! ¡Si los quieres de vuelta, tómalos con tu propia mano!
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