—¿Cómo podía hacer esto?
Ella ni siquiera se atrevía a moverse en sus brazos.
—«Amor, puedes sentirlo, ¿verdad? Me siento muy angustiado ahora, ayúdame...» Su voz se volvía ronca e indescriptiblemente sensual. Solo escuchar su voz era suficiente para hacer temblar el corazón de Qiao Mianmian.
Su cara se puso roja y caliente, pero no se atrevió a moverse. Sus ojos estaban inundados de ansiedad mientras tartamudeaba, —«Tú- Tú puedes solucionarlo tú mismo».
—¿Acaso los hombres no sabían cómo complacerse a sí mismos?
—Él también podía hacer eso.
—¿Por qué tenía que ayudarlo ella?
—«Cariño.» —El hombre enterró su cabeza en su cuello y se restregó contra ella, quejándose—. «No quiero solucionarlo yo solo. Ayúdame.»
—Oírlo llamarla «Cariño» era suficiente para hacer que su corazón volviera a saltar descontroladamente.
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