Lucas entra como un tornado, las puertas azotando una ráfaga huracanada en mi habitación.
Su cabello está hecho un desastre, sus ojos ámbar fijos en mí mientras me examina, catalogando cada detalle de mi apariencia. De la vía en mi brazo—de nuevo, la bata del hospital, la cama. Todo.
Debo pasar el chequeo, porque a mitad del camino por la habitación, sus pasos se ralentizan y sus hombros se relajan —Ava.
—Lucas.
Extiendo mis manos cuando es claro que él no está seguro de cómo saludarme, después de nuestra última despedida.
Él lanza a Selene una mirada oscura antes de sentarse junto a mis piernas y tomar mis manos, inclinándose para besar mi frente —¿Estás bien?
Es gracioso: aparte de sentirme molesta conmigo misma y preocupada por Lisa, no había procesado ninguna otra emoción sobre la invasión.
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