—Elia parpadeó mirando a Brant. ¿Había dicho realmente no? Miró a Reth, quien no parecía sorprendido, sino más bien resignado.
La ira se arremolinaba en el pecho de Elia. —Pero...
—Nadie en esta sala duda del corazón del Rey por ti, o por su pueblo —dijo Brant, directamente a ella, su mirada inquebrantable—. Ves a tu Pareja con los ojos de una Pareja, no puedes esperar cuestionar su corazón. Tampoco puedes ser un testigo objetivo de sus motivos.
—Pero él me habla de cosas en su...
—Él nos habla a todos de cosas que son relevantes. Eso no nos hace imparciales, Señor —dijo Brant con aspereza—. Un pequeño gruñido surgió de la garganta de Reth, pero Brant no apartó sus ojos de ella—. Preguntaste si podías hablar del corazón honorable tanto para ti como para tu pueblo, ¿alguno aquí cuestiona el verdadero corazón del Rey por su pareja, o su gente? ¿O la buena intención de la Reina al compartirlo?
Él esperó. Nadie habló. Elia frunció el ceño.
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