—Ga- gav —Evie solo pudo aferrarse a él, como si se aferrara a la vida misma. Sus uñas se clavaban sin piedad en la nuca de él, pero Gavriel ya había dejado de preocuparse por pequeñeces como esa.
Se estaba ahogando en placer, ya que en ese momento nada más le importaba excepto ella y su intensa unión. Buen Señor, sentía como si se hubiera convertido en una bestia hambrienta todo el tiempo y que nunca se saciaba por más que comiera... ¿Qué diablos le hacía esta mujer?
Pronto, los empujes de Gavriel se convirtieron en golpes. No pudo evitarlo. Quería escuchar más de sus adorables chillidos y gemidos y adentrarse en lo más profundo de ella.
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