Habían pasado días desde que Vera y Gideon se confinaron dentro de esta pequeña casa en medio de un bosque custodiado por monstruos. ¡Y qué días tan dichosos e indulgentes habían sido también! Solo deseaba que su tiempo así pudiera continuar y no detenerse. Estaba reacia a volver a la rutina diaria que sabía que vendría pronto.
Vera apenas podía creer que durante días seguidos, todo lo que harían sería tener sexo, abrazarse, comer, bañarse juntos, dormir y repetir. No podía ni contar cuántas veces lo habían hecho y aún así no sentía que estuviera totalmente saciada. Este frenesí sexual era verdaderamente increíble porque Vera nunca habría pensado que podría mantenerse al ritmo de la resistencia de Gideon por días. De hecho, estaba bastante segura de que ni siquiera podría durar un día.
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