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Ren Feifan sintió el terror de esta fuerza, entrecerró los ojos y el poderoso retroceso hizo que sus brazos le dolieran ferozmente.
Su brazo casi se hizo añicos por la vibración.
Ren Feifan alzó la vista y vio que no había nadie alrededor, pero la barrera alrededor de la arena ya se había hecho añicos completamente.
Una presión envolvía toda la arena, tan aterradora.
—¿Vas a intervenir para salvarlo? —la gélida voz de Ren Feifan se elevó, sin rastro alguno de miedo.
El mundo quedó en silencio durante varios segundos antes de que una voz envejecida respondiera:
—De hecho, tengo la intención de salvarlo. Mientras yo esté aquí, no puedes matarlo.
—¿Y si insisto en matarlo? —Ren Feifan cerró su palma y la Espada del Abismo Sagrado voló de regreso a su mano.
Ya había adivinado quién había intervenido, tenían que ser esos viejos monstruos de Huaxia.
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